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Arte censurado para despedir a los muertos en el crematorio de Kiev

Arte censurado para despedir a los muertos en el crematorio de Kiev

Los hornos del crematorio de Kiev humean sin cesar. El olor a carbón y madera quemada impregna la ropa de los visitantes del mayor columbario de Ucrania. Las furgonetas con los féretros hacen cola para que los allegados den el último adiós a los muertos. No hay minuto en el que las dos salas de ceremonias estén desocupadas: la guerra se está llevando miles de vidas, sobre todo, las de militares. Las sotanas de los sacerdotes ortodoxos y los uniformes de los soldados dominan un escenario visual y simbólicamente extraordinario: en él pueden encontrarse las raíces del divorcio entre Ucrania y Rusia.

El ensayista y pintor ruso Maxim Kantor definió el conjunto arquitectónico del crematorio, llamado Parque de la Memoria, como “la Sagrada Familia soviética”. Medio siglo después, el proyecto continúa inacabado y no está previsto que nunca se finalice, por el desinterés de las autoridades y porque es así, inacabado, que cobra mayor sentido.

El Parque de la Memoria se concibió para acompañar al edificio del crematorio, considerado este como uno de los monumentos del modernismo soviético más significativos de los sesenta. Fue construido por uno de los arquitectos contemporáneos más importantes de Kiev, Abraham Miletski. El diseño del monumento corrió a cargo de dos artistas que nadaban a contracorriente en la URSS, pero en los que Miletski creía, la pareja formada por Ada Ribachuk y Volodímir Melnichenko. Eugene Bereznicki, uno de los principales promotores artísticos de Kiev, y conocedor como pocos del Parque de la Memoria, destaca de las dos naves del crematorio las imágenes y los guiños que incorporaron los artistas de su experiencia vital más definitoria: sus expediciones con los pueblos indígenas de la costa rusa del mar de Barents, en el océano Ártico. Un trabajo que manifestaba la diversidad cultural de la URSS, también el encuentro humano entre el progreso tecnológico soviético y la naturaleza.

La paradoja del destino es que en uno de los monumentos más importantes que dejó el imperio soviético, se despiden hoy a los hombres y mujeres que las armas rusas están matando.

La política y la violencia ya dieron al crematorio una nueva dimensión cuando el Partido Comunista de Ucrania censuró en 1982 la obra de arte magna de Ribachuk y Melnichenko: el Muro de la Memoria. El Muro de la Memoria es un friso de 214 metros de largo en el que trabajaron los dos creadores durante 10 años. En él representaban el paso de la vida al más allá, y lo combinaban con murales que recordaban episodios trágicos de la historia, de la Grecia antigua a la II Guerra Mundial. Era una combinación de figuras y colores en la que destacaba un expresionismo que bebía de la cultura ucrania. “Para investigar sobre la tradición ucrania funeraria, Ribachuk y Melnichenko viajaron por todo el país, sobre todo prestando atención a los pueblos”, resumía en un estudio de 2018 la historiadora del arte Natalia Gorova.

“Inaceptable” para el Partido

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Una década después de levantar el friso, y cuando quedaba poco para ser completado, las autoridades de la Ucrania soviética decretaron que el Muro de la Memoria atentaba contra el realismo socialista y daba una importancia excesiva a las tradiciones ucranias. El muro no podía ser derribado porque sirve de apoyo de un terraplén, por lo que se optó por cubrirlo con hormigón. Hubo voces por entonces, entre la población pero también del propio Miletski, que plantearon que la creación de Melnichenko y Ribachuk quizá no era la adecuada para un espacio de duelo. Visualmente llamaba demasiado la atención. Pero la principal razón era ideológica, como explicaba Gorova: “El muro estaba lleno de mensajes espirituales ligados a la vida real, pero también había homenajes al más allá. Ideológicamente no casaba con la cultura y el Partido [Comunista]. Además, el Muro prácticamente no tenía símbolos soviéticos, y aquello era inaceptable en una sociedad totalitaria”.

Muchos ciudadanos de Kiev descubrieron en 2018 que allí, en aquel extraño muro, había una obra de arte. Los organizadores de la Semana del Arte de Kiev, con Bereznicki al frente, recibieron el visto bueno de la administración del cementerio para restaurar parte del muro original, como prueba de que allí se escondía un testimonio de la historia de Ucrania y de su difícil relación con el poder ruso. Bereznicki opina que tiene más valor de esta forma que si se optara por descubrirla por completo, algo que el nonagenario Melnichenko continúa reclamando, pero que ninguna administración contempla hacer.


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