Mientras sus compañeros ya festejaban el pase a la final olímpica bajo la ducha, después de que España se impusiera con agonía a Japón en la prórroga y se citara el sábado (13.30) con Brasil en Yokohama, Marco Asensio se detenía en la gruta subterránea del estadio de Saitama ante el reducido grupo de periodistas que aguardaban el paso de algún futbolista más. “Ha sido un gran gol, sobre todo por lo que significa. Asegura una medalla para la selección y estamos todos muy felices”, decía el atacante, protagonista de una noche que hasta su zurdazo había transitado entre tinieblas, piernas al límite en varios casos y escasa lucidez para cambiar el signo del partido. Hasta que apareció él.
Más información
Siempre bajo escrutinio, el mallorquín volvió a ser el factor diferencial de un equipo que compite a marchas forzadas, pero que 21 años después –derrota contra Camerún en Sidney 2000– optará de nuevo al oro. Examinado de forma permanente, Asensio, que partió desde el banquillo por segunda vez en este campeonato, dibujó un tiro enroscado que alivió definitivamente a su equipo y dejó otra huella fundamental. Diez días atrás, el madridista ya había sido suplente contra Australia y ese día intervino de manera decisiva para asistir a Oyarzabal en el tanto que decantó el segundo choque de la liguilla.
Sin embargo, no eran pocas las voces que reclamaban al seleccionador, Luis de la Fuente, un viraje y que apostase de inicio por la referencia de Rafa Mir, para retrasar al vasco y desplazar a Asensio a la silla. El técnico apostó de entrada por el ariete, autor de un triplete contra Costa de Marfil en los cuartos, y tiró finalmente del madridista para encontrar la llave del laberinto. “Todos son igual de importantes, no hay que personalizar. Marco ha hecho lo que tenía que hacer, porque es un grandísimo futbolista y yo no esperaba menos de él. Lo que ha hecho hoy [por este martes] lo veo como algo natural”, expresó el preparador.
Previamente, Asensio había emitido un mensaje reivindicativo. “Tenía ganas de que las cosas salieran bien, porque hay mucho trabajo y mucho esfuerzo detrás. Sabía que estaba cerca de que llegase ese momento, y es algo único que no olvidaré”, manifestó el jugador, de 25 años y que encajó la suplencia con resignación. “Me la tomo saliendo al campo e intentando marcar las diferencias. Decide el míster, aunque a mí obviamente donde me gusta estar es en el campo; si no, debo intentar aprovechar los minutos que tenga”, dijo en tono correcto, refiriéndose luego a su peso en el equipo.
Un ‘veterano’ de 25 años
“Sabía que venía aquí para ser un referente para los compañeros. Soy un veterano y también un jugador que ya ha hecho muchas cosas en el mundo del fútbol, así que sé que tengo más responsabilidad y presión que otros”, precisó; “al final, yo también estoy para estos momentos; estas semifinales y estas finales son lo que me gusta, donde me gusta aparecer. Así está siendo. Todos los compañeros se han puesto muy contentos por mí, por el trabajo y por todo lo que he tenido que aguantar también desde fuera”.
Ponderado hasta ese instante, el delantero dedicó un mensaje directo a aquellos que le cuestionan y que critican la intermitencia de su carrera. “Hay mucha gente que habla y que critica. Nosotros debemos convivir con ello, pero hay algunas críticas que sobrepasan ciertos límites que no se deberían pasar. Al final, yo soy jugador del Real Madrid y de la selección, así que tenemos que aguantar ese tipo de situaciones, pero bueno. Esto va para toda esa gente que ayuda, y también para esa otra que no ayuda”, afirmó, queriendo ajustar cuentas.
Decía Asensio que ha sufrido mucho durante los dos últimos años, y que de no ser por sus allegados se hubiese perdido. “Esto significa mucho para mí. Por suerte, tengo un equipo, una familia y unos amigos detrás que no han dejado de apoyarme y eso se nota. Sin ellos, seguro que me hubiera venido abajo”, cerró antes de retirarse al vestuario y comenzar a pensar en Brasil, con la posibilidad de reeditar el oro del 92. Entonces, ninguno de los jugadores españoles que participarán en la cita del sábado habían ni siquiera nacido. Cuando se disputó la final de 2000, él tenía cuatro años.
Ahora, su zurda alumbra el camino.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter especial sobre los Juegos de Tokio
Source link