En pequeños poblados del este y oeste mexicano, cientos de dolientes se reunieron el jueves, antes del amanecer, para realizar los primeros funerales de migrantes que fallecieron en junio cuando eran transportados ilegalmente dentro de un asfixiante remolque de un tráiler en San Antonio, Texas.
Más de 50 personas fallecieron en el incidente, la tragedia de tráfico de personas más mortífero que se haya registrado en la historia reciente de Estados Unidos.
En el pequeño pueblo San Marcos Atexquilapan, en el estado de Veracruz, más de cien dolientes se reunieron para orar por tres adolescentes víctimas de la tragedia: los hermanos Jair, de 19 años, y Yovani Valencia, de 16, así como su primo Misael Olivares, también de 16.
Los jóvenes tenían la esperanza de migrar a Estados Unidos para encontrar un empleo mejor pagado que el que podrían encontrar en la industria local de fabricación de calzado donde trabajaban sus padres.
“Elaborar calzado es muy cansado. Aquí hay trabajo pero mal pagado, las cosas están subiendo de precio”, confesó Yolanda Valencia, madre de Jair y Yovani.
En un altar, colocado frente a una estatua de la Virgen María, había tres fotografías de los adolescentes rodeadas de velas.
“Se fueron a buscar una mejor vida pero, desgraciadamente, les tocó la mala suerte de pasar esta tragedia“, agregó Valencia.
En el occidental estado Oaxaca, las familias también realizaron ceremonias en las localidades Santa María Tlahuitoltepec, San Miguel Huautla y Tuxtepec para recibir los cuerpos de las víctimas Jozue Díaz, Javier Flores y Mariano Santiago.
Poco después de las dos de la mañana, los dolientes recibieron un ataúd que contenía el cuerpo de Díaz, un momento largamente esperado para su angustiada familia.
“Eso era lo que esperaban finalmente (…), es lo que pedimos todo este tiempo”, contó su hermano, Francisco.
Se espera que más de los fallecidos sean repatriados a México, así como a Guatemala y Honduras, en los próximos días.
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