La última vez que se avistó un ratón de Gould (Pseudomys gouldii) fue en 1895. Desde entonces, este pequeño roedor característico de Australia se consideraba extinto. Pero, 125 años después, un grupo de investigadores de este país ha redescubierto la especie, esta vez en una pequeña isla de la bahía Shark, al oeste del país. Los expertos estaban comparando el ADN de ratones expuestos en museos londinenses y australianos con el de ejemplares vivos. Descubrieron que lo que hasta entonces creían que se trataba de un ratón de la bahía Shark, era en realidad un ratón de Gould. La especie no estaba extinta, solo había permanecido escondida durante más de un siglo.
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Aunque pueda parecer sorprendente, el caso de los ratones de Gould no es único. Este fenómeno (el hecho de que ciertas especies se den por extinguidas y se redescubran muchos años después) es relativamente frecuente. De hecho, tiene su propio nombre: efecto Lázaro, en referencia al pasaje de la Biblia en el que Jesucristo resucita de entre los muertos a Lázaro de Betania.
Según David Roberts, del Instituto Durrell de Conservación y Ecología de la Universidad de Kent (Reino Unido) y autor de varios artículos sobre el tema, la culpa la tienen los datos: “Normalmente, los científicos usan los mejores datos disponibles para listar una especie como extinta. A veces se equivocan por culpa de la falta de datos”. El investigador, que ha hecho trabajo de campo en África, Madagascar y en las islas del océano Índico occidental, también apunta a los medios de comunicación y las ONG, que pueden utilizar ciertos términos de manera incorrecta. “Si alguien encuentra una especie que no ha sido vista en 20 años, alguien puede decir que ha sido redescubierta, pero de hecho nadie ha dicho que estuviera extinta”, dice Roberts.
Uno de los ejemplos más paradigmáticos del efecto Lázaro es el del celacanto. Este pez prehistórico se creía extinto desde hace 65 millones de años, pero fue redescubierto en 1938. Los últimos individuos encontrados se han avistado en la costa sureste de África, cerca de Madagascar, y en algunos puntos de Indonesia. Un análisis posterior de sus genes determinó que se trataba de dos subespecies diferentes (la que habita en Indonesia y la que se baña en la costa africana) que se separaron hace millones de años. Un estudio publicado en junio de 2021 en la revista Cell apuntaba a que estas especies podían vivir hasta un siglo, aunque no alcanzaban la madurez hasta los 50 años de vida aproximadamente. Además, su periodo de gestación es de unos cinco años, lo que hace que estos animales sean “muy vulnerables frente a los cambios naturales y antropogénicos”, según el propio informe. Esto, sumado a la zona en la que viven (entre 160 y 200 metros de profundidad, inalcanzable para un submarinista) dificulta mucho su avistamiento y estudio.
Un caso mucho más reciente es el de la tortuga gigante de Fernandina, hallada en las islas Galápagos. Este reptil se creía extinto desde que en 1906 murió el último ejemplar conocido. Sin embargo, un grupo de investigadores del Parque Nacional de Galápagos dirigido por Danny Rueda encontró un nuevo individuo a principios de 2019. Esta hembra de 90 años, bautizada como Fernanda, comparte genes con su predecesor muerto hace más de un siglo y es posible que no sea la última de su especie. “Redescubrirla genera la esperanza de recuperar una especie que se creía extinta”, comenta el propio Rueda a través de un correo.
Otro animal de esta lista es la rata canguro de Gilbert, un roedor australiano del tamaño de un conejo que fue descubierto en 1840. Tras más de un siglo y medio sin avistamientos pese a realizar una búsqueda exhaustiva en la década de 1970, se declaró como especie extinta. Sin embargo, en 1994, la investigadora Elizabeth Sinclair encontró dos ejemplares mientras intentaba capturar otra especie. La propia Sinclair explicaba las dificultades para encontrar ejemplares de este roedor en un artículo publicado en The Conversation: “El hecho de no volver a encontrar a muchos de estos individuos cuando son adultos sugiere que la mayoría de los hábitats disponibles fueron ocupados [por otros animales]”. Actualmente, la experta calcula que quedan unos 100 ejemplares, después de que un gran incendio en diciembre de 2015 redujese en más de un 90% la zona en la que habitan.
Pero el taxón lázaro no solo puede ocurrir con animales. En 1979, un estudiante de 12 años encontró un ejemplar de Ramosmania rodriguesii, una flor blanca también conocida como café marrón. Esta flor, endémica de isla Rodrigues (islas Mauricio), en el océano Índico, se había dado por extinguida en 1940. Gracias a un dibujo que le había enseñado uno de sus profesores, el chico encontró un ejemplar en una carretera cercana a su casa. Fue el único encontrado en los alrededores. El problema es que, al contar con un único espécimen, las flores no generaban semillas y la planta tuvo que ser trasladada al Real Jardín Botánico de Kew, en Reino Unido, para desarrollar una técnica que permitiese reproducirla. La idea en un futuro cercano es repoblar la isla con esta característica planta.
“El discurso general está hablándote siempre de los mismos animales, las mismas personas, los mismos lugares, … Pero si cambias la óptica, empiezan a aparecer joyas y cosas extraordinarias
Gabi Martínez, escritor
Para Gabi Martínez, autor de Animales invisibles (Capitán Swing y Nórdica Libros, 2019), “la casualidad todavía juega un papel muy importante en este tipo de hallazgos”. El escritor, que ha realizado trabajo de campo en Venezuela, Corea, Nueva Zelanda y Australia, entre otros países, menciona estas dos últimas islas como el paraíso de las especies desaparecidas. “Hay una naturaleza salvaje enorme y no hay tanta gente que esté buscando animales”, asegura sobre estos lugares. Martínez anima a investigadores a mirar hacia otras localizaciones fuera de las convencionales. “El discurso general está hablándote siempre de los mismos animales, las mismas personas, los mismos lugares… Pero si cambias la óptica, empiezan a aparecer joyas y cosas extraordinarias”, dice.
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