Al final de la visita de Estado realizada a Rusia a principios de esta semana, el presidente de China, Xi Jinping, se despidió de su homólogo ruso, Vladímir Putin, con las siguientes palabras: “Se están produciendo cambios que no han ocurrido en 100 años. Cuando estamos juntos, pilotamos esos cambios”. “Estoy de acuerdo”, respondió Putin.
El intercambio es un estelar y rarísimo momento en el que se oye al líder chino en una declaración informal, de petit comité, que suena como la mejor revelación de su pensamiento. El mundo asiste a cambios enormes; China quiere plasmar un nuevo orden mundial más favorable a sus intereses, y Rusia es un socio importante para lograrlo.
Ese es el contexto en el que se inscriben los documentos suscritos con ocasión de la visita. A continuación, ofrece una interpretación del significado de uno de ellos, el más relevante en una mirada geopolítica global.
Declaración Conjunta de la República Popular China y la Federación de Rusia sobre la Profundización de la Asociación Estratégica Integral para la Cooperación en una Nueva Era
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La Federación de Rusia y la República Popular China, en lo sucesivo denominadas «Partes», declaran lo siguiente:
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Las relaciones ruso-chinas en materia de asociación global y cooperación estratégica, que entran en una nueva era,
El íncipit ya deja claro con la referencia a una “nueva era” que las partes consideran que el mundo se halla en una fase de cambio trascendental de los equilibrios geopolíticos. Putin advirtió en octubre de 2022 que el mundo se encuentra “ante una frontera histórica, la década más peligrosa, impredecible e importante desde la II Guerra Mundial”. En opinión del líder ruso, estamos ante una confrontación entre “los valores tradicionales y los valores neoliberales”.
han alcanzado el nivel más alto de su historia y siguen creciendo sin cesar gracias a los esfuerzos constantes de ambas Partes.
Es cierto que, en la década de Xi en el poder, la relación bilateral ha vivido un gran impulso, y el comercio entre China y Rusia ha crecido un 116%. En el último año, con la guerra en marcha, aumentó un 34,3% hasta alcanzar en 2022 los 190.000 millones de dólares (unos 177.650 millones de euros). En el mismo año, el comercio de bienes entre EE UU y China fue de 690.000 millones de dólares.
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Ambas Partes señalan que las relaciones entre Rusia y China, aunque no constituyan una alianza militar y política similar a las alianzas que existieron durante la Guerra Fría, son superiores a la tradicional cooperación interestatal, no tienen carácter de bloque ni de confrontación y no están dirigidas contra terceros países.
La declaración conjunta sino-rusa del 4 de febrero de 2022, justo antes de la invasión de Ucrania, calificaba la relación bilateral como “sin límites”. Esta vez, desde el principio, se aclaran unos rasgos que precisamente parecen límites. La actitud de China en el último año, que ha evitado dar pasos que pudieran desencadenar sanciones occidentales, señala otro límite: ante la disyuntiva de apuntalar al socio del Kremlin y el riesgo de comprometer el comercio con Occidente, de momento Pekín no ha tenido dudas.
Las relaciones ruso-chinas son maduras, estables, autosuficientes y sólidas, han resistido la prueba de la pandemia COVID-19 y el turbulento entorno internacional, no están sujetas a influencias externas y demuestran una vitalidad y energía positivas. La amistad de los dos pueblos, transmitida de generación en generación, tiene una base sólida, y la cooperación integral entre los dos Estados tiene las perspectivas más amplias. Rusia está interesada en una China estable y próspera, y China está interesada en una Rusia fuerte y próspera.
Considerándose mutuamente como socios prioritarios, ambas partes han mostrado constantemente respeto mutuo e interactúan en pie de igualdad, representando un modelo de relaciones entre los principales Estados del mundo actual.
La relación entre ambos países se ha ido estrechando progresivamente desde la llegada al poder de Xi Jinping, en 2012. Sin embargo, más allá de las declaraciones, la relación también tiene aspectos problemáticos. Por ejemplo, el contraespionaje ruso detuvo en 2020 al presidente de la Academia de las Ciencias del Ártico por pasar información secreta a Pekín. Y el trato entre ambas potencias no es para nada igualitario, estando al contrario marcado por una asimetría de fuerzas que han condicionado su devenir. En el siglo XX, la URSS claramente disponía de más fuerza; en el XXI, la preeminencia de China es tan evidente que hay analistas que hablan de relación de vasallaje.
Con la diplomacia de liderazgo en primer plano, dichas Partes mantienen una intensa comunicación a todos los niveles, mantienen contactos en profundidad sobre importantes cuestiones de interés mutuo, refuerzan la confianza recíproca, garantizan continuamente el avance cualitativo de las relaciones bilaterales de alto nivel y expresan su disposición a seguir profundizando en las relaciones interestatales y a desarrollar mecanismos de diálogo en diversos ámbitos.
Ambas Partes constatan el rápido ritmo de los cambios en el mundo, la profunda transformación de la arquitectura internacional, la irreversibilidad de tendencias históricas como la paz, el desarrollo, la cooperación y el beneficio mutuo, la aceleración del proceso de creación de un orden mundial multipolar, la consolidación de las posiciones de los países emergentes y en desarrollo, el creciente número de potencias regionales con incidencia en los procesos mundiales y su voluntad de defender sus legítimos intereses nacionales.
Un párrafo clave, probablemente el núcleo de las intenciones de China y Rusia: describen un mundo en proceso de cambio, que dejaría atrás el equilibrio forjado en 1945, y del cual emergen nuevos actores que reclaman una mayor cuota de poder y distintos mecanismos de relación.
Al mismo tiempo, la preponderancia hegemónica, el unilateralismo y el proteccionismo siguen estando muy extendidos. Por tanto, las tentativas de sustituir los principios y normas generalmente aceptados del derecho internacional por un «orden basado en meras reglas» son inaceptables.
Una crítica dirigida, sin nombrarlo, a EE UU. La oposición a la primacía de Washington es el auténtico colágeno en la relación sino-rusa, dos naciones que desconfiaron profundamente la una de la otra durante décadas, lo que supo aprovechar la Casa Blanca con el deshielo con Pekín en los años setenta. La mención despreciativa al “orden basado en meras reglas” es el estandarte detrás del cual va un entendimiento del orden mundial en el que tengan más peso las relaciones interestatales.
La viabilidad del modelo multipolar y el desarrollo sostenible de los Estados dependen de su apertura universal y de que se tengan en cuenta los intereses de todos los países sin excepción sobre una base integradora y no discriminatoria. Rusia y China instan a todos los países a promover valores universales como la paz, el desarrollo, la igualdad, la justicia, la democracia y la libertad; a dialogar en lugar de enfrentarse, a adoptar un enfoque integrador que no sea excluyente, a coexistir pacíficamente, a cooperar en beneficio mutuo y a estimular el desarrollo y una paz duradera.
Vuelve a aflorar el rechazo a un mundo unipolar dominado por EE UU y sus aliados, claramente objetivo central. Interesante notar que apuestan por el concepto de “multipolar” frente al de multilateral, preferido en Europa, y que evita el concepto polarizador para transmitir más bien una figura que fluye con continuidad alrededor de una mesa de diálogo.
Ambas Partes, en este contexto, mantienen una estrecha coordinación e interacción en materia de política exterior en las plataformas multilaterales, defendiendo resueltamente la igualdad y la justicia y promoviendo un nuevo tipo de relaciones internacionales.
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Dos
Las Partes señalan que cada Estado tiene sus propias características históricas, culturales y nacionales y tiene derecho a elegir su propio camino de desarrollo. No existe una “democracia suprema”. Ambas Partes se oponen a que un Estado imponga a otro sus valores, a que se tracen líneas ideológicas, a que se cree una falsa narrativa sobre la supuesta oposición de democracias y autocracias, y a que se utilicen la democracia y la libertad como pretexto e instrumento político para ejercer presión sobre otros Estados.
Esto es un obús contra los países occidentales que, en la narrativa de Pekín y Moscú, utilizan algunos valores para fomentar la desestabilización de Gobiernos adversarios, promoviendo protestas como las revoluciones de colores en el espacio post-soviético o dando alas a la ya sofocada resistencia ciudadana en Hong Kong.
La Parte Rusa concede gran importancia y estudiará con interés la Iniciativa de Civilización Global a la Parte China.
Con este reconocimiento de Putin, Xi se apunta un tanto diplomático. En los últimos años, el presidente chino ha lanzado varias iniciativas de ambición global con la intención de moldear las relaciones internacionales más a su medida. Estas iniciativas ofrecen la experiencia china de desarrollo como modelo, y tienen un fuerte atractivo para muchos países, especialmente en el sur global.
Dichas Partes toman nota de que la realización universal de los derechos humanos es una aspiración común de la humanidad. Cada Estado tiene derecho a elegir su propio camino de desarrollo en el ámbito de los derechos humanos.
Este es uno de los principales mantras de la cooperación ruso-china: afirmar la relativización de los conceptos de democracia y derechos humanos, sosteniendo que existen distintas aproximaciones a ellos.
Las diferentes civilizaciones y países deben respetarse y aceptarse mutuamente, comunicarse y aprender unos de otros. Ambas Partes promoverán constantemente los derechos humanos a escala nacional y mundial.
En ninguno de los dos hay auténtico pluralismo político ni verdadera libertad de expresión. Diversas organizaciones, como Amnistía Internacional, han denunciado violaciones sistemáticas de derechos fundamentales. El verano pasado, la ONU acusó a China de “graves violaciones de los derechos humanos” en el trato a la minoría uigur de la región de Xinjiang.
La Parte China apoya la aplicación de los objetivos de desarrollo nacional del Partido Ruso hasta 2030. La Parte Ruso apoya la aplicación por la Parte China de los objetivos de modernización basados en el modelo chino.
Ambas Partes están en contra de la injerencia de fuerzas externas en los asuntos internos.
La Parte Rusa reafirma su compromiso con el principio de “una sola China”, reconoce que Taiwán es parte integrante de la RPC, se opone a la independencia de Taiwán en cualquiera de sus formas y apoya firmemente las acciones de la Parte China para proteger su soberanía estatal y su integridad territorial.
Moscú reitera su apoyo a Pekín en la cuestión taiwanesa, sin duda el principal foco que podría tornar la rivalidad entre China y EE UU en conflicto. Es una línea rojísima siempre para China, que exige en toda relación diplomática con otro Estado. El principio supone el reconocimiento de la República Popular China, el país comunista fundado por Mao Zedong en 1949, como la única China, y pide romper los lazos diplomáticos con Taiwán, la isla autogobernada que Pekín considera una parte irrenunciable de su territorio.
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Tres
Ambas Partes se proponen realizar esfuerzos coordinados y decididos para elevar eficazmente el nivel y garantizar un carácter verdaderamente estratégico de la cooperación práctica en todos los ámbitos, a fin de fortalecer la base material de las relaciones ruso-chinas y mejorar el bienestar de los pueblos de ambos Estados.
Dichas Partes promoverán la consolidación de la tendencia al alza del comercio bilateral, mejorarán gradualmente su estructura, aplicarán la Hoja de Ruta para el desarrollo del comercio ruso-chino de bienes y servicios, apoyarán el desarrollo del comercio electrónico, identificarán nuevos puntos de crecimiento, aumentarán el alcance y la eficacia de la cooperación comercial y económica, trabajarán para minimizar el impacto negativo de los riesgos externos, garantizarán la sostenibilidad, la estabilidad y la seguridad de la producción, la distribución y el comercio, y mejorarán la calidad de la cooperación. Asimismo, ambas Partes se proponen profundizar la cooperación interregional, ampliar su geografía y ámbitos, incrementar los intercambios y la cooperación entre las pequeñas y medianas empresas.
Tras la estampida de empresas occidentales, Rusia busca a marchas forzadas reemplazos que cubran los agujeros. En esa óptica, trata de facilitar e incentivar el desembarco de empresas chinas. La dependencia rusa de China crece a pasos agigantados. Putin ha hecho unas enormes concesiones económicas a China sin un trato recíproco. A cambio, el Kremlin evita provocar la sensación en su población de estar aislado y recibe ayuda suficiente para evitar el colapso por la guerra. Putin considera el uso del yuan para pagar los negocios de Rusia con terceros países y las empresas chinas tendrán prioridad para adquirir los activos de las compañías occidentales que abandonan Rusia; Moscú concede a Pekín un rol importante en el desarrollo del Lejano Oriente ruso.
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Ambas Partes se proponen llevar a cabo una asociación energética aún más estrecha, apoyar a las empresas rusas y chinas en la ejecución de proyectos de cooperación energética en los sectores del petróleo y el gas, el carbón, la electricidad, la energía nuclear y otros, así como iniciativas que contribuyan a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, incluidas las relacionadas con el uso de fuentes de energía renovables y de bajas emisiones. Las Partes protegerán conjuntamente la seguridad energética internacional (incluidas las infraestructuras transfronterizas críticas), la estabilidad de la producción de energía y las cadenas de suministro, promoverán transiciones energéticas justas y el desarrollo con bajas emisiones de carbono, teniendo en cuenta el principio de neutralidad tecnológica, y contribuirán conjuntamente al desarrollo a largo plazo, sano y sostenible del mercado mundial de la energía.
Este es un ámbito clave de desarrollo de la relación. Tras la imposición de sanciones occidentales, China (al igual que la India) ha ido incrementando sus compras de hidrocarburos rusos, a precios descontados. El año pasado, Pekín importó petróleo, gas y carbón rusos por valor de 81.300 millones de euros, un 56% más que en 2021. En el horizonte figura el proyecto para construir un segundo gasoducto entre ambos países. Sin embargo, la visita de Estado no ha arrojado indicaciones definitivas al respecto, un síntoma inquietante para Putin. Xi Jinping no se comprometió a ampliar aún más la importación de gas ruso. Todos los proyectos, como el gasoducto Poder de Siberia 2, habían sido anunciados antes. A China le interesa diversificar todos los niveles de su cadena de suministros para no verse en la misma situación de dependencia que la Unión Europea con Rusia en 2022.
Cuatro
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Cinco
Ambas partes reafirman su compromiso de defender enérgicamente el sistema internacional, en el que la ONU desempeña un papel central; es decir, el orden mundial basado en el derecho internacional y las normas fundamentales de las relaciones internacionales basadas en los propósitos y principios de la Carta de la ONU; se oponen a toda forma de hegemonía, unilateralismo y política de poder, a la mentalidad de la Guerra Fría, a la confrontación entre bandos y a la creación de pequeños círculos dirigidos contra países concretos.
Entre los principios fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas figuran el respeto a la soberanía, independencia e integridad territorial de los países. China los menciona explícitamente en su “Posición para una solución política para la crisis de Ucrania”. Ello sin embargo no ha conducido en ningún momento a una crítica del Kremlin, claro violador de los mismos.
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Ambas Partes apoyan la construcción de una economía mundial abierta, abogan por un sistema comercial multilateral cuyo núcleo sea la Organización Mundial del Comercio, promueven la liberalización y la simplificación de las condiciones comerciales y de inversión, reclaman un entorno de desarrollo abierto, equitativo, justo y no discriminatorio; asimismo, se oponen al unilateralismo, al proteccionismo, a las barreras y obstáculos, a la desconexión y a las cadenas de suministro, a las sanciones unilaterales y a las políticas de marginación.
Una serie de críticas dirigidas a EE UU y sus socios. Los muros y barreras son los aranceles impuestos a productos chinos por Trump así como el programa de estímulo verde de Biden. El desacople de cadenas es la política que promueve Washington para reducir su dependencia manufacturera de China. Las sanciones unilaterales son el amplio conjunto de medidas restrictivas emprendidas contra Rusia, pero también las restricciones a la exportación de productos tecnológicos a China.
La Parte Rusa acoge con satisfacción la Iniciativa para el Desarrollo Global y seguirá participando en los trabajos del Grupo de Amigos en apoyo de la misma. Ambas Partes seguirán alentando a la comunidad internacional a centrarse en las cuestiones de desarrollo y a mejorar su contribución a las mismas, a contribuir conjuntamente al éxito de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, garantizando la pronta aplicación de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible.
Es una de las varias iniciativas impulsadas por Pekín en los últimos años, que pretenden compensar la ventaja de la que dispone EE UU con su amplia red de alianzas formales con una serie de vínculos de asociación menos sólidos alrededor de ejes como el desarrollo o la seguridad.
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Seis
Ambas Partes seguirán colaborando estrechamente para reforzar el papel y la influencia de la Organización de Cooperación de Shanghái en la garantía de la paz, la seguridad y la estabilidad en su territorio. Junto con otros Estados miembros de la OCS, tienen la intención de esforzarse por mejorar las actividades de la Organización en la fase actual para hacer frente con eficacia a los nuevos retos y amenazas, profundizar las relaciones multilaterales mutuamente beneficiosas en los ámbitos del comercio, la economía y los lazos culturales y humanitarios en Eurasia.
Este capítulo repasa diversos foros de gobernanza mundial como la OCS, impulsada por China, y compuesta por otros gigantes como India, Rusia y Pakistán. En estas organizaciones su voz suena con más fuerza y permiten dar forma a un “orden mundial policéntrico”, por usar la expresión empleada en la declaración ruso-china de 2022. En la última cumbre de la OCS, celebrada en Samarcanda (Uzbekistán) en septiembre del pasado año, el primer ministro indio, Narendra Modi, echó en cara a Putin su invasión de Ucrania. “No es época de guerras”, dijo Modi delante del líder ruso.
Rusia valora muy positivamente el éxito de China como anfitriona de la XIV cumbre de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Las Partes están dispuestas a colaborar con los demás participantes de la asociación para aplicar los acuerdos alcanzados en las pasadas cumbres de los BRICS, profundizar la cooperación práctica en todos los ámbitos, promover activamente los debates sobre la ampliación de los BRICS y aumentar el número de accionistas del Nuevo Banco de Desarrollo, desarrollar dinámicamente la cooperación en el formato BRICS Outreach / BRICS Plus y defender los intereses de los países en desarrollo y los Estados con mercados emergentes.
Otro foro alternativo al que las partes pretenden dar mayor impulso. Hasta la fecha, sin embargo, su recorrido concreto ha sido reducido, y no hay elementos para pensar que pueda dar un gran salto de eficacia. Cabe subrayar que Brasil y Sudáfrica son países miembros del Tribunal Penal Internacional, y por tanto pesa sobre ellos el deber de ejecutar la orden de detención emitida por esa corte contra Putin.
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Ambas Partes se proponen reforzar la coordinación en el seno del G20 y de otros mecanismos multilaterales, alentar al G20 a responder a los retos actuales del entorno financiero y económico internacional y mejorar la gobernanza económica mundial de manera equitativa y sostenible para reflejar mejor la arquitectura económica mundial, lo que incluye una mayor representación y voz de los Estados con mercados emergentes y de los países en desarrollo. Dichas Partes apoyan a la Unión Africana en su adhesión al G20.
Una referencia a un foro cuya última cumbre, en noviembre en Bali, supuso un trago amargo para ambos, aunque principalmente para Rusia. El comunicado final adoptó un lenguaje desfavorable para el Kremlin. Pekín no quiso llevar la defensa de su aliado hasta el extremo y, a la vista de que prácticamente todos los demás manifestaban consenso sobre ese texto, lo dejó pasar sin reclamar una nota al pie que explicitara el disenso. Una derrota diplomática.
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Ambas Partes están decididas a reforzar la cooperación para apoyar un sistema comercial multilateral basado en las normas de la OMC, y combatir así el proteccionismo comercial, incluida la imposición de restricciones unilaterales ilegítimas al comercio;
Una referencia a la guerra de los semiconductores. En diciembre, Pekín presentó una demanda ante la Organización Mundial del Comercio contra Estados Unidos, al que acusa de abusar de las medidas de control de las exportaciones para restringir el comercio de chips avanzados. Washington aprobó estos mecanismos en octubre ante lo que considera una creciente amenaza por el rápido desarrollo tecnológico y militar de China.
intensificarán además el diálogo sobre la agenda de la Organización Mundial del Comercio, incluidas sus reformas para reforzar el papel de la OMC en la gobernanza económica mundial, promoviendo especialmente la reanudación del funcionamiento normal del mecanismo de solución de diferencias para 2024, e impulsando la aplicación de los resultados de las negociaciones sobre iniciativas conjuntas como la facilitación de la inversión y el comercio electrónico, de modo que Ambas Partes condenan firmemente la politización de la plataforma multilateral.
Andanada contra EE UU, que impide el fluido funcionamiento de la institución al bloquear la renovación de los miembros de su panel de arbitraje de referencia. Un obstruccionismo empezado por Trump que no se ha arreglado con más de dos años de presidencia de Biden.
Siete
Subrayando la importancia de la Declaración Conjunta de los Líderes de los Cinco Estados Poseedores de Armas Nucleares sobre la Prevención de la Guerra Nuclear y la Prevención de una Carrera Armamentística, las Partes reafirman que “la guerra nuclear no se puede ganar ni combatir”.
Putin ha esgrimido de forma explícita, en varias ocasiones, la amenaza nuclear desde el inicio de la invasión. Al principio de la guerra, justo antes de empezar a negociar con Kiev, el mandatario activó a sus fuerzas de disuasión nuclear “en un modo especial de servicio de combate”. En septiembre, al decretar su movilización masiva por el fracaso de su ofensiva inicial, el jefe de Estado ruso advirtió de que usará “todos los medios a su alcance” si Occidente intervenía. “Esto no es un farol”, manifestó Putin.
Hacen un llamamiento a todos los signatarios de la Declaración Conjunta para que pongan en práctica sus mensajes clave, incluida la reducción efectiva del riesgo de guerra nuclear y de cualquier conflicto armado entre Estados poseedores de armas nucleares. En un contexto de deterioro de las relaciones entre Estados poseedores de armas nucleares, las medidas para reducir el riesgo estratégico deben integrarse perfectamente en los esfuerzos generales para reducir las tensiones entre los Estados, construir relaciones más constructivas y minimizar los motivos de fricción en materia de seguridad.
El Kremlin ha suspendido recientemente la aplicación del principal tratado de control de armas nucleares, el New START, firmado entre Washington y Moscú.
Todos los Estados poseedores de armas nucleares no deben desplegar armas nucleares fuera de sus territorios nacionales y deben retirar todas las armas nucleares desplegadas en el extranjero.
Tras publicar esta declaración a principios de semana, Putin anunció este sábado que desplegará armas nucleares tácticas en Bielorrusia. Justifica la medida señalando que EEUU tiene esas armas en otros Estados europeos y que no infringe tratados. El New START cubre armas tácticas.
Las partes reafirman que el Tratado de No Proliferación es la piedra angular del régimen internacional de desarme nuclear y de no proliferación internacional. Las partes reafirman su compromiso con las obligaciones contraídas en virtud del Tratado y seguirán coordinando sus esfuerzos para preservar y reforzar el Tratado en aras del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Ambas Partes expresaron su honda preocupación por las consecuencias y los riesgos para la estabilidad estratégica regional derivados del establecimiento de la Asociación Trilateral de Seguridad (AUKUS) entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia, así como el programa de cooperación conexo sobre submarinos de propulsión nuclear. Dichas Partes instan encarecidamente a los Estados miembros de AUKUS a que cumplan estrictamente sus obligaciones en materia de no proliferación de armas de destrucción masiva y sus vectores, y a que mantengan la paz, la estabilidad y el desarrollo regionales.
Ambos países han expresado reiteradamente sus reservas a este pacto suscrito en 2021 por Australia, Reino Unido y Estados Unidos. Hace dos semanas, la triple entente anunció un plan detallado para desarrollar submarinos de propulsión nuclear en Australia. China afirma que esta alianza desatará una “carrera armamentística” en la región del Pacífico y que la futura transferencia de tecnología atómica de EE UU y el Reino Unido a Australia va en contra de los acuerdos internacionales de no proliferación. Rusia se ha sumado a la preocupación china. Debe subrayarse que la tecnología nuclear en cuestión solo atañe a la propulsión del motor, no tiene nada que ver con armas.
Rusia y China expresan su preocupación por la aceleración de la construcción de un sistema antimisiles global y el despliegue de sistemas antimisiles en todo el mundo, el fortalecimiento de la desactivación de la capacidad de ataque estratégico con armas no nucleares de alta precisión y el avance del despliegue de misiles terrestres de alcance intermedio y de corto y medio alcance en las regiones de Asia-Pacífico y Europa y su suministro a sus aliados, e instan a Estados Unidos a que deje de socavar la seguridad internacional y regional y la estabilidad estratégica global para mantener su propia superioridad militar unilateral.
Estados Unidos tiene la responsabilidad por haberse retirado en 2001, bajo el mando de Bush hijo, de un importante tratado de control de misiles antibalísticos. Todas las potencias se ven envueltas en la carrera. Putin anunció en su discurso a la nación de 2018 una nueva generación de armas “que nadie tiene”: misiles hipersónicos, drones submarinos nucleares y cohetes capaces de evadir cualquier escudo antimisiles al cambiar de pronto de dirección. China hizo el año pasado pruebas que muestran sus altas capacidades en este sector.
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Ocho
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Nueve
Las Partes consideran que deben respetarse los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho internacional. La Parte Rusa valora positivamente la posición objetiva e imparcial de la Parte China sobre la cuestión ucraniana.
China, que nunca ha condenado la invasión perpetrada por Rusia en Ucrania, pero tampoco ha proporcionado armas letales a Moscú, ha tratado de ejercer desde el principio un complejo equilibrio escorado hacia Moscú. En ese marco, nunca ha reconocido ni la anexión ilegal de Crimea de 2014, ni la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, pero sí crítica las sanciones impuestas a Rusia o el apoyo militar occidental a Ucrania. Putin agradece a Xi esa “posición objetiva”, propia de la relación de amistad “sin límites” sellada solo tres semanas antes de que los tanques rusos entraran en Ucrania.
Las Partes se oponen a que cualquier Estado y sus bloques perjudiquen los legítimos intereses de seguridad de otros países con el objetivo de obtener ventajas militares, políticas o de otra índole. La Parte China elogia la voluntad de la Parte Rusa de esforzarse por reanudar las conversaciones de paz lo antes posible.
Tras la ruptura de las negociaciones de Estambul en marzo de 2022, Moscú se ha mostrado inflexible a la hora de volver a la mesa de negociaciones. El Kremlin exige que Kiev reconozca “la nueva realidad territorial” tras su anexión formal en septiembre de cuatro regiones ucranias que no controla del todo, Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, más Crimea.
Rusia acoge con satisfacción la voluntad de China de desempeñar un papel positivo en la solución política y diplomática de la crisis ucraniana y las consideraciones constructivas expuestas en el documento elaborado por la Parte China, titulado “La Posición de China sobre una solución política de la crisis ucraniana”.
En febrero, en coincidencia con el aniversario de la invasión, China publicó un documento en el que afirma la importancia de respetar la “soberanía, la independencia y la integridad territorial de todos los países”. El texto no contempla ninguna medida práctica, y ha sido recibido con escepticismo por Estados Unidos, Bruselas y la OTAN; Ucrania fue parca en su respuesta, está a la espera de una posible conversación entre Xi y su homólogo ucranio, Volodímir Zelenski.
Las Partes señalan que una solución a la crisis ucraniana exige respetar las legítimas preocupaciones de seguridad de todos los países y evitar la formación de una confrontación basada en bloques, poniendo fin a las acciones que contribuyan a avivar aún más el conflicto.
Uno de los argumentos de Rusia para invadir Ucrania fue la ampliación de la OTAN hacia el este. Durante las negociaciones previas a la guerra, el Kremlin exigió la expulsión de todos los miembros incorporados desde 1997. Es decir, todos los países al este de Alemania, desde los bálticos y Polonia a Rumanía.
Ambas Partes subrayan que el diálogo responsable es la mejor manera de encontrar una solución sostenible a la crisis ucraniana y que la comunidad internacional debe apoyar los esfuerzos constructivos en este sentido.
Dichas Partes piden el cese de todas las medidas que contribuyan a la escalada de la tensión y a la prolongación de las hostilidades, para evitar una mayor degradación de la crisis hasta su transición a una fase incontrolable. Además, Ambas Partes se oponen a todas las sanciones unilaterales impuestas eludiendo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Las Partes insisten en que la OTAN debe cumplir estrictamente sus compromisos relativos al carácter regional y de defensa de esta Organización. Piden a la OTAN que respete la soberanía, la seguridad y los intereses de otros Estados y su diversidad civilizacional, histórica y cultural, pero también que adopte una actitud objetiva e imparcial hacia el desarrollo pacífico de otros Estados.
La parte rusa se aferra en su relato a la supuesta promesa que hizo en 1990 el entonces secretario de Estado estadounidense, James Baker, al presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, de que la OTAN no se expandiría al este de Alemania. Sin embargo, esta aseveración nunca se tradujo en ningún pacto escrito.
Las Partes expresaron su honda preocupación por el continuo fortalecimiento de los lazos militares y de seguridad de la OTAN con los países de Asia-Pacífico, que socava la paz y la estabilidad regionales.
En enero, Japón y la OTAN firmaron una declaración para estrechar aún más sus lazos. Por primera vez, varios países asiáticos fueron invitados a una cumbre de la Alianza, en ocasión de su reunión en Madrid en el verano pasado.
Ambas partes se opusieron a la creación de una estructura de bloque cerrada y exclusiva en la región Asia-Pacífico, que crea una política de bloques y confrontación entre bandos. Dichas Partes señalan que Estados Unidos se aferra a la mentalidad de la Guerra Fría y persigue la Estrategia Indo-Pacífica, que tiene un impacto negativo en la paz y la estabilidad de la región. China y Rusia se han comprometido a construir un sistema de seguridad igualitario, abierto e integrador en la región Asia-Pacífico que no tenga como objetivo a terceros países, con el fin de mantener la paz, la estabilidad y la prosperidad regionales.
En la cumbre de junio, en Madrid, la OTAN nombró por primera vez a China en su Concepto Estratégico y la acusó de tratar de “subvertir el orden internacional”, posando su mirada con mayor intensidad en la región de Asia-Pacífico. A Rusia la denomina una “amenaza”. Y la Alianza ve con preocupación la “profundización en la asociación estratégica” entre ambas.
Ambas Partes consideran que el mantenimiento de la paz y la estabilidad en el noreste de Asia redunda en interés de todas las partes implicadas. Dichas Partes se oponen a las fuerzas militares extraterritoriales que socavan la paz y la estabilidad regionales y piden a los países afectados que abandonen la mentalidad de la Guerra Fría y los prejuicios ideológicos, actúen con moderación y se abstengan de realizar acciones que pongan en peligro la seguridad regional.
Un llamamiento a evitar una potencial crisis en una de las regiones más inflamables del planeta, con muchos elementos cuya lectura puede hacerse en paralelo a Ucrania. Taiwán, la isla en la que chocan Estados Unidos y China, se encuentra en el epicentro de esa tensión, pero hay otros elementos regionales enquistados, como la persistente amenaza nuclear y balística de Corea del Norte.
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El Presidente de la República Popular China, El Presidente de la Federación Rusa
Xi Jinping, V. V. Putin
Traducción de Amelia Serraller Calvo
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