“Todos los caminos republicanos llevan a Mar-a-Lago”, aseguraba recientemente el portavoz de Donald Trump, Jason Miller. La actual residencia del expresidente, conocida durante su Administración como la Casa Blanca del sur, se ha convertido en centro de peregrinación de donantes y políticos conservadores en busca de la venia del neoyorquino. Desde que acabó su mandato, Trump, acompañado de su familia, se ha recluido en Palm Beach (Florida) para dar una vuelta a sus planes profesionales y jugar golf. Apenas ha participado en eventos públicos, pero se las ha ingeniado para dejarse querer y aclararle a los suyos quién manda en el partido.
De hecho, Mar-a-Lago es la vía más directa para aquellos multimillonarios dispuestos a abrir sus billeteras e impulsar las campañas de los republicanos con vistas a las elecciones legislativas de 2022, donde intentarán arrebatarle a los demócratas la mayoría en las Cámaras. Congresistas, senadores y gobernadores republicanos han mantenido diversas reuniones con Trump en estos meses con ese objetivo en la mira. Además, al menos una decena de candidatos a los comicios del próximo año han organizado actos para recaudar fondos en propiedades del expresidente, siempre con la esperanza de que este se deje caer en algún momento. A veces eso ocurre y da discursos de media hora o más. También hace apariciones en bodas de hijos de amigos. En todos los casos agita el infundio del fraude electoral, entre vítores y selfies, reivindicando su supuesto triunfo en las elecciones que ganó el presidente Joe Biden.
Trump siempre se ha caracterizado por ser poco convencional. Lo fue antes de llegar a la Casa Blanca, mientras era presidente y lo es ahora, en sus primeros 100 días fuera del cargo. Lejos de tomarse unas vacaciones familiares o escribir sus memorias de lo que vivió como mandatario, el republicano ha dejado claro que su prioridad es mantener el liderazgo del partido. Continúa haciendo apariciones en las televisiones conservadoras como Fox News, donde se dedica a atacar las políticas migratorias de Joe Biden, porque asegura que van a “destruir al país”, y donde se atribuye el mérito de la amplia disponibilidad de vacunas contra el coronavirus. “En cierta forma, soy el padre de la vacuna”, ha dicho.
El republicano planea abandonar temporalmente Palm Beach este mes para trasladarse a su club de golf en Bedminster, Nueva Jersey a 60 kilómetros de Nueva York, según informó esta semana a Reuters una fuente anónima. Mar-a-Lago suele cerrar los meses de verano, temporada baja dadas las altas temperaturas que alcanza el Estado. Con ello, abandonará también la oficina que montó en la antigua suite nupcial del complejo turístico y se perderá la pequeña tradición que mantiene su ego en forma: los miembros del club se ponen de pie y lo aplauden cada vez que entra al comedor para cenar y lo hacen nuevamente cuando se marcha, según contaba la CNN.
Expulsado de las redes sociales por incitación a la violencia tras el asalto al Capitolio del 6 de enero, su estrategia pasa por lanzar breves comunicados —con menor frecuencia que sus tuits— a través de la página 45office.com, que comparte con la exprimera dama, Melania Trump. Unos comunicados en los que arremete contra las políticas de su sucesor que desmontan su legado: desde los planes para subir impuestos a los más ricos hasta el fin del veto migratorio para un grupo de países de mayoría musulmana.
Miller, que fue asesor de Trump durante la campaña para la reelección, adelantó a finales de marzo que el republicano planea lanzar su propia red social con la que, asegura, atraerá a “decenas de millones” de seguidores. Según el portavoz del republicano, Trump ya ha mantenido varias reuniones de alto nivel para concretar lo que durante meses ha sido un rumor. Si se confirma, será la vuelta oficial del expresidente a la primera línea de la batalla política.
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