Berwick Street es una de las calles más carismáticas y antiguas del Soho londinense. Su mercado, cuyos orígenes se remontan a 1687, ha permitido a los inmigrantes que estaban instalándose en el barrio comprar y vender alimentos procedentes de sus lugares de origen y abrir sus propios tenderetes callejeros de comida. En la actualidad, esta esencia cosmopolita se traduce en una amplia oferta de puestos de frutas y verduras frescas, aceite de oliva a granel, burritos, salchichas, cuscús o comida malaya. En Berwick Street también hay boutiques de ropa vintage en las que se puede comprar seda importada desde las antiguas colonias del Imperio Británico a buen precio, multitud de pequeñas tiendas de música independiente y vinilos de segunda mano y algún sex shop. A pesar de la cantidad de estímulos presentes en este espléndido bazar urbano, es el tramo comprendido entre Noel Street y D’Arblay Street el que todos los días concentra a cientos de melómanos ataviados con parcas y corte de pelo a tazón. Justamente en ese lugar, una fría mañana de un domingo de 1995 el diseñador y fotógrafo Brian Cannon capturó el instante que acabaría por definir a una generación de músicos amparados bajo el paraguas de la Cool Britannia.
La fotografía de Cannon se convirtió en la portada de (What’s the story) Morning glory?, el segundo álbum de estudio de Oasis, que estos días celebra el 25 aniversario de su publicación. Un cuarto de siglo después de que los hermanos Gallagher sacaran la artillería pesada para atestar un golpe de autoridad en plena batalla del britpop, las historias de borracheras y broncas que tuvieron lugar durante las sesiones de grabación y las teorías sobre el significado de cada verso de una colección de composiciones absolutamente brillantes (Wonderwall, Don’t look back In anger, Some might say, Champagne Supernova… ) mantienen vivo el recuerdo de uno de los mejores discos de la historia del rock.
“Definitely maybe habla de alejarse de la vida de mierda y aburrida de Mánchester”, dijo Noel Gallagher sobre el debut de Oasis, publicado en 1994. “El primer álbum trata sobre soñar con ser una estrella de rock en una banda. El segundo álbum trata sobre ser una estrella de rock en una banda”. No solo las canciones, sino que también el resto de los elementos que forjan el carácter de sendos álbumes ponen en escena esta misma idea de cambio y avance a toda velocidad por la autopista del éxito. Los videoclips promocionales de los sencillos de Definitely maybe muestran a un grupo de chavales británicos en chándal y chubasquero pululando por las calles mojadas de su Mánchester natal, tocando en azoteas de fábricas abandonadas o en los patios traseros de las casas adosadas en hilera que crecen como la mala hierba en todos los barrios obreros del Reino Unido. Fuman, beben y juegan al fútbol en descampados abonados por las políticas de destrucción de la clase media de Margaret Thatcher.
En los videos de su segundo álbum, sin embargo, el uso que se hace de la arquitectura y el paisaje urbano nos lleva a lecturas completamente distintas. La humildad de las casitas de ladrillo de su etapa anterior es desplazada por el semblante arrogante de la Balfron Tower, obra capital del brutalismo británico de los años sesenta en la que se desarrolla la acción del vídeo de Morning glory, o por el lujo de una villa palladiana abarrotada de chicas en Pasadena, California, como sucede en el de Don’t Look Back In Anger.
Este mismo contraste puede observarse en las portadas de ambos álbumes. Frente a la anteriormente mencionada imagen de Berwick Street, en el barrio más cool del Londres de los felices años noventa, Definitely Maybe nos acerca al salón del apartamento que Bonehead, guitarrista rítmico y miembro fundador de Oasis, tenía alquilado en West Didsbury, un suburbio de Mánchester. “Era una habitación diminuta”, recuerda el fotógrafo Michael Spencer Jones. “Tuve que colocar una lente gran angular para que todos entraran en la foto”. La imagen está cuidadosamente salpicada de objetos personales pertenecientes a los miembros de la banda, lo que le convierte en una especie de ¿Dónde está Wally? para los fieles devotos del universo mitómano de culto a Oasis. Los retratos de Rodney Marsh y de George Best, futbolistas del Manchester City y del Manchester United respectivamente, constituyen un guiño a una rivalidad local que a su vez conecta con un sentimiento y actitud hooligan que Liam Gallagher ha mostrado con demasiado orgullo en demasiadas ocasiones. Al fondo, Guigsy, el bajista de la banda, se apoya en el marco del vano central de una bay-window, un tipo de ventana que es a la arquitectura doméstica tradicional británica lo que los scones a la hora del té.
Si nos fijamos en las portadas de los siguientes álbumes de Oasis, comprobamos que el empleo de determinados escenarios arquitectónicos para reforzar su imagen y posición en la industria no es en absoluto casual. Para Be Here Now (1997), aquellos chicos que solo tres años antes se habían presentado como dignos portavoces del proletariado norteño se trasladaron a una mansión georgiana del siglo XVIII en el condado de Hertfordshire y hundieron un Rolls-Royce en la piscina en lo que es el homenaje a Keith Moon más literal de la historia. Posiblemente también el más caro: aquella sesión de fotos costó unas 100.000 libras. El día de su lanzamiento en el Reino Unido el disco vendió 424.000 copias. A finales de 1997, la cifra se disparaba hasta los ocho millones en todo el mundo.
Aquel éxito a escala planetaria exigía abandonar una imagen estrictamente británica y cualquier rasgo de humildad, si es que aún quedaba algo en las cabezas de los líderes de la tantísimas veces autoproclamada mejor banda del mundo. En el ocaso del siglo XX, Noel Gallagher tomó prestada una frase de sir Isaac Newton que vio escrita en el borde de una moneda de dos libras y publicó Standing on the Shoulder of Giants (1999). Ni apartamentos cutres en Mánchester, ni calles coloridas de Londres, ni mansiones en la campiña inglesa. Desde la azotea del Rockefeller Center de Nueva York, los Gallagher vociferaban con soberbia su dominio internacional en territorios de ultramar. En su imperio no se ponía el sol: arrasaban en las islas británicas, Europa, Estados Unidos, América Latina, Australia y Japón. Se subieron a hombros de gigantes para clavar la Union Jack en Manhattan y conquistar el nuevo mundo con un disco psicodélico y experimental que les alejaba ligeramente de la senda rockera que tantas alegrías les había dado.
Desde esa altura, el batacazo fue impresionante. Se levantaron y siguieron adelante, por supuesto, pero ya nada volvió a ser lo mismo. El siglo XXI trajo consigo nuevos sonidos y actitudes que anunciaban que el reinado macarra de Oasis había llegado a su fin. Pero esa ya es otra historia. Hoy estamos de celebración del (What’s the Story) Morning Glory?.
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