La fuga masiva de 795 presos del Fuerte Alfonso XII, también conocido como Fuerte San Cristóbal en 1938 se convirtió en una de las mayores y más trágicas fugas carcelarias, en tiempos de guerra, de la Europa contemporánea. Sin embargo es un episodio de nuestra historia que pocas personas conocen en comparación con otras fugas similares. Una heroica fuga de prisioneros de guerra que a continuación recordamos y os explicamos al detalle. Así fue la fuga de San Cristóbal.
Así fue la fuga de San Cristóbal
La fuga del fuerte de San Cristóbal tuvo lugar del 22 de mayo de 1938. Estamos ante una de las evasiones más importantes de la historia. No solo en cuanto al número de fugados, también por las consecuencias que tuvo.
Situado en lo alto del monte de San Cristóbal o Ezkaba, próximo a Pamplona y a pocos kilómetros de Iruña (Nafarroa), el fuerte fue construido como recinto militar entre finales del siglo XIX y principios del XX. Obsoleto para su propósito original, el fuerte se convirtió en una prisión política improvisada desde el comienzo de la Guerra Civil Española hasta 1945, con 2.487 personas detenidas, muchas de ellas dirigentes políticos y sindicalistas republicanos, así como soldados y milicianos, leales a la República y al Gobierno vasco.
Las duras condiciones de vida dentro de los muros del fuerte ( murieron 305 presos entre el 1 de enero de 1937 y el 6 de julio de 1945 fecha en la que cerró el penal) , el hambre, la enfermedad y el comportamiento sádico de algunos alcaides alimentaron la fuga de la prisión con el claro objetivo político de continuar la lucha contra las tropas rebeldes. Un motín planeado dirigido por Leopoldo Picó Pérez (Prisionero #319) y Baltasar Rabanillo Rodríguez (Prisionero #1012), militantes comunistas de Bilbao y Valladolid, respectivamente, resultó en la liberación de un tercio de la población carcelaria total.
La historia de la fuga
La fuga la organizaron además otros treinta presos usando el esperanto para comunicarse sin que les entendieran los demás. Una operación que se llevó a cabo a la hora de cenar, cuando los guardianes estaban más dispersos y la vigilancia era más relajada.
Lo que hicieron los grupos de fugitivos fue desarmar a muchos de los guardias y después de hacerse con sus armas, fueron a donde cenaba la compañía de soldados de guardia. Solo uno opuso resistencia y murió por un golpe que le propinaron con una barra de hierro.
De la misma forma se rindieron también los soldados de las garitas y en media hora el fuerte fue tomado por los reclusos, que después terminaron saliendo de la prisión.
Un soldado que volvía de un permiso de Pamplona, se dio cuenta de lo que pasaba y bajo a la ciudad para dar la voz de alarma. Además de él, un falangista que estaba encarcelado allí, Ángel Alcázar de Velasco, también corrió monte abajo para dar el aviso.
La reacción franquista a la fuga del fuerte de San Cristóbal
Los militares franquistas en camiones con reflectores llegaron al fuerte y consiguieron abordar en parte la fuga y que un buen porcentaje de los presos desistiera, contabilizándose 1.692 presos a las 3:30 de la madrugada. Se fugaron por tanto, 795 de los detenidos.
Los fugados iban mal vestidos y calzados, desnutridos, con pocos fusiles y optaron por dispersarse sin organizar plan de huida alguna. Comenzó la cada de los fugitivos, muchos de ellos terminaron abatidos o detenidos.
El día 23 se detuvieron ya 259 evadidos y el último lo fue tres meses después de la evasión. A él le llamaron «Tarzán» pues fue capaz de resistir mucho tiempo solo en el monte.
Al final de los 795 fugados, se detuvieron 585 detenidos y únicamente 3 de ellos lograron atravesar la frontera y llegar a Francia. El resto terminó muriendo debido a escaramuzas sucedidas en la fuga. De las personas que se capturaron, 17 tuvieron juicio por ser cabecillas, uno siendo internado en el manicomio de Pamplona y 14 fueron condenados a muerte y fusilados en La Vuelta del Castillo (Pamplona) y el 8 de septiembre del mismo año. Otros 46 fugitivos capturados murieron en el fuerte entre 1938 y 1943 a causa de enfermedades y sórdidas crueldades.
La historia del cuarto hombre
Solo 3 hombres , Valentín Lorenzo Bajo , José Marinero Sanz y Jovino Fernández González , como se documentó más adelante, lograron llegar a la frontera francesa, a 30 millas del fuerte.
Sin embargo, la historia no terminó aquí. En 1998, un hombre que visitaba California tuvo una serie de encuentros casuales con seis personas diferentes en un área de donde recordaba haber escapado a Francia después de huir del Fuerte San Cristóbal sesenta años antes. El hombre les cuenta que nació en Azagra (Navara) en 1918, siendo encarcelado en el fuerte de Ezkaba de donde se liberó en 1938. Finalmente logró cruzar la frontera, refugiándose en el caserío de Martin Urrels en Banka. Allí, supo de los dos hermanos de Martin, Michel y Jean, que vivían en el área de Cedarville, California, y trabajaban como pastores de ovejas. Michel y Jean habían emigrado a los Estados Unidos en 1910 y 1914, respectivamente. De Francia partió a México, cruzando la frontera a California, donde trabajó unos años para los hermanos Urrels. El hombre explicó cómo se alistó en el Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, siendo enviado a Europa como parte de un batallón de tanques. Después de la guerra, se involucró en el negocio de camiones que heredaron sus hijos.
Esta fue la historia recordada por algunas de las personas que conocieron al extraño visitante. A sus 80 años, el californiano decidió reencontrarse con el pasado revisitando sus recuerdos. Aunque su identidad sigue siendo un misterio, la historia debería corroborar la existencia de este cuarto fugitivo para una de las fugas de prisión más increíbles de la Europa contemporánea.
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