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Así funciona el altavoz inalámbrico que pretende acabar con la obsolescencia programada


La tecnología y la longevidad no suelen ir de la mano. Hasta cierto punto, es lógico: el progreso técnico implica que después de un objeto siempre viene otro mejor, más eficiente y más funcional. Y, por eso, el hogar de cualquier aficionado a los gadgets suele convertirse tarde o temprano en un museo tecnológico lleno de dispositivos que cada vez son menos compatibles con los formatos –y las exigencias– de la vida moderna. Por eso sorprende escuchar a Mads Kogsgaard Hansen, director global de producto de la firma danesa Bang & Olufsen, explicar que, en su empresa, los clásicos empiezan a serlo cuando superan los diez años, un periodo que, en la era del progreso digital, suele ser el equivalente a una era geológica distinta con características, formatos e incluso sistemas de carga totalmente dispares a los que empleamos hoy.

La clave está, sin embargo, en que Bang & Olufsen no es una empresa tecnológica más, sino una de las pocas compañías que, en el mundo, se han atrevido a aunar circuitos, diseño contemporáneo y durabilidad sin temor a la plaga más pavorosa de los últimos 100 años: la obsolescencia. “A lo largo de nuestros más de 95 años de historia, hemos creado muchos productos memorables siguiendo la evolución de los formatos musicales”, explica. En la memoria colectiva están las imágenes de sus pulcras tiendas llenas de reproductores de cedé casi invisibles, cadenas musicales que parecían esculturas minimalistas y altavoces concebidos como objetos enigmáticos y sin complicaciones. De ahí procede el nuevo proyecto de la casa, Classics Program, una suerte de archivo en construcción que no premia la inmediatez, sino la eficacia de largo recorrido. “Es mucho más que un homenaje al pasado”, explica. “Forma parte de nuestra ambición para liderar la causa de la longevidad en la industria del sonido”.

Su nuevo producto apunta directamente a la línea de flotación de la obsolescencia programada. Se llama Beosound Level y es un altavoz portátil esbelto, discreto y de un minimalismo vintage que puede ser todo lo visible o lo invisible que desee el usuario. Pero hay más. Su diseño modular proporciona un “equilibrio entre una arquitectura de producto flexible y la solidez que se espera de un producto de sonido premium. La flexibilidad nos permite lidiar con la baja predictibilidad de la tecnología del futuro en las próximas décadas y adaptarnos a los futuros cambios de estándar”. Dicho de otro modo, es un altavoz pensado para seguir activo durante décadas gracias a una ingenioso diseño que permite reemplazar el módulo receptor –que hoy es Bluetooth– por una pieza similar con la tecnología que se lleve dentro de diez, quince o veinte años. Además, se puede cambiar la carcasa exterior, sustituir la batería cuando se deteriore y reparar la mayoría de los componentes.

Todo esto no tendría sentido si la marca no hubiera demostrado a lo largo de su historia su capacidad para generar productos que resisten el paso del tiempo gracias a un minimalismo de corte escandinavo que lo impregna todo y que hizo que, en una época en que los fabricantes de muebles diseñaban módulos para esconder el equipo de música o el televisor, los de Bang & Olufsen aguantaran el tipo en los interiores más exigentes sin necesidad de camuflaje. Hoy, asegura, que un sistema de sonido sea invisible solo tiene sentido si no es bonito. Y no es el caso.

“La estética del altavoz perfecto es la que permite resolver un problema real y relevante para un público bien definido. Si ha seguido siendo relevante a lo largo de los años es porque hay motivo para ello”, apunta Kogsgaard Hansen. La prueba es el fenómeno de culto generado a lo largo de los años por una clientela fiel y entusiasta compuesta de usuarios, pero también de algo mucho más preciado: coleccionistas. “Tenemos 95 años de historia, y nuestros productos son icónicos y reconocibles, especialmente desde los años sesenta”, apunta el director de producto. “Nos resulta muy grato saber que hay muchos coleccionistas de Bang & Olufsen y que algunas de sus colecciones han sido subastadas por precios muy elevados”, reconoce.

La propia biografía de Kogsgaard Hansen es un ejemplo del calado estético que alcanzó la firma en las décadas pasadas. “Me crié en Dinamarca en los ochenta y los noventa, y en casa teníamos muchos productos de Bang & Olufsen, desde tocadiscos hasta televisores”, explica. “La marca es parte de mis recuerdos de infancia y de mi primer contacto con la música y el entretenimiento”. Por eso, explica, uno de los planes más ambiciosos de la casa es reeditar algunos de sus grandes éxitos. El proyecto piloto ha venido en forma del nuevo giradiscos Beogram 4000c Recreated Limited Edition, un éxito global. “El modo en que el brazo está integrado en la estructura general y aúna forma y función es, para mí, un golpe de genialidad”, apunta.

Sin embargo, no toda la nostalgia pasa por lo analógico. Algunos de sus dispositivos inalámbricos, como el altavoz Beoplay A9, se lanzó en 2012 y se encamina a su décimo aniversario con buena salud y con esa capacidad “para alejarse de las convenciones y destacar como una pieza de mobiliario pensada para ser relevante y añadir belleza a cualquier interior”, apunta Kogsgaard Hansen. No está nada mal para una industria dominada por productos que empiezan a fallar al año, dejan de actualizarse a los tres años y pierden la compatibilidad con la vida moderna a los cinco.

Tras poner nombre a la obsolescencia programada, llega el momento de combatirla. Y el lujo escandinavo parece un buen punto de partida para empezar.


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