Así funciona el ‘netflix’ del arte que permite alquilar obras originales para llevárselas a casa


Vivimos en la era del streaming, una época de préstamo constante en la que se impone la cultura del no acumular. No queremos renunciar a nada pero tampoco arruinarnos en el proceso, aunque esto implique que la idea de posesión ya no exista. Hasta ahora, podíamos ver en directo películas sin necesidad de descargarlas, disfrutar de un coche en renting en vez de comprarlo, tener una casa de catálogo solo por vacaciones e incluso alardear de bolso de firma por un tiempo limitado. Pero, ¿es posible ser el propietario efímero de una obra de arte original de forma legal y sin vaciarnos los bolsillos? La plataforma de préstamo Artoteka nació a principios de enero en Bizkaia con la intención de revolucionar el concepto convencional que teníamos del coleccionismo de arte. Todo ello, a precios asequibles y con un trasfondo social más allá de la vanidad y el estatus que implica su posesión. “Artoteka busca acercar el arte contemporáneo a la gente y ayudar a que desaparezcan tabúes como eso de ‘yo no lo entiendo, es para la élite’, que alejan la figura del artista del contexto social. Los artistas viven nuestra misma realidad y el arte no solo se encuentra en una galería o en museo. Si el arte entra en tu casa y se acerca a ti, en vez de tú a él, se puede romper con las barreras establecidas”, señala a ICON Design Laura Díez, gestora cultural y coordinadora del proyecto Artoteka junto a Iranzu Guijarro y Marina Urrutikoetxea.

La idea de poner en marcha este prototipo de biblioteca que presta obras de arte originales surgió a raíz de la experiencia de la propia Díez en la ‘artothèque’ de la región de Limousin, en Francia. Esta figura pública fue creada por el novelista y político André Malraux. Su misión es ceder piezas originales a particulares, escuelas y comunidades. Lleva instaurada en el país galo desde los años sesenta y se alza como potente una herramienta cultural, de encuentro y mediación entre el artista y la ciudadanía. “Existe una larga tradición de artothèques no solo en Francia, sino también en países como Alemania, Finlandia o México. Pero nunca se había desarrollado en España”, explica Díez.

La oportunidad de ponerlo en funcionamiento en su ciudad natal, Bilbao, surgió como consecuencia de la candidatura para el proyecto europeo Reshape que presentaron junto a las organizaciones para el desarrollo cultural Sarean, Wikitoki y Karraskan. La propuesta común giraba alrededor del papel del arte en el tejido social, analizando sus carencias y necesidades. “Pusimos nuestro aprendizaje en común y yo hablé de mi experiencia en esta artothèque francesa, donde ofrecían préstamos en red de obras de arte y programas de mediación para lugares como colegios, hospitales y zona rurales”.

El primer paso para hacer realidad Artoteka fue generar su propia colección. Para ello invitaron a diez artistas con formatos tan dispares como la cerámica, la escultura, la fotografía o el arte digital. Su objetivo era crear una colección híbrida que mostrara la diversidad y la riqueza de la creación contemporánea local. Serviría para dar salida a la obra de artistas que llevaban años sin estar en circulación. “La idea es que las obras no estén almacenadas ni en el taller del artista ni en la colección de un organismo público y sirvan así de herramienta a la ciudadanía”, cuenta Díez.

Las obras de Belén Cerezo, Helena Goñi, Juana García-Pozuelo, Mawatres, Raisa Álava, Raquel Asensi, Saioa Olmo, Tunipanea y Victoria Ascaso, todos ellos residentes en Bilbao, son las primeras que ya cuelgan en casas de particulares por medio de Artoteka. “La acogida ha sido muy buena. De las 30 obras que tenemos en colección cuatro están alquiladas y 11 en proceso de préstamo”, puntualiza Díez. Con un marcado interés por artistas que trabajen la mediación y los entornos sociales, en la segunda fase del proyecto, que se activará entre abril y mayo, se sumará un nuevo catálogo. En él quieren incluir una selección de obras de la colección que atesora la diputación de Bizkaia. “En un futuro nos gustaría incluir generaciones mayores y otras más emergentes. Esa mezcla de diferentes trayectorias podría enriquecer mucho la colección de Artoteka”, señala Laura.

La colección se divide en categorías como Fantasía, Ecología y naturalezas o Vida cotidiana, con las que facilitar el acercamiento trasversal al arte contemporáneo desde distintos caminos. Su idea es incentivar una práctica que, a día de hoy, sigue sin despegar en nuestro país: en 2018 la compraventa de arte en Madrid no llegó a copar un 3 % del mercado europeo frente a ciudades como Londres, que concentra cerca del 60%.

La falta de formación en las escuelas y de contacto directo con los artistas son algunas de las razones por las que este desapego generalizado hacia el arte sigue predominando en la sociedad, señalan. “El lenguaje que usa el arte y cómo se comunica también tiene su parte de culpa”, prosigue Díez. “Por eso es importante buscar lugares de encuentro para que la gente que sienta curiosidad por esta disciplina – y no todo el mundo tiene por qué tenerla– no se encuentre con un muro en el camino. Acercar la figura del artista a las escuelas, o visitar su taller para descubrir cómo trabaja sería un buen comienzo”.

Una tarifa plana para toda la colección

El funcionamiento de Artoteka es sencillo. El interesado en alquilar una obra lo podrá hacer a través de su página web, donde deberá rellenar un formulario indicando la pieza o piezas que desee tener en préstamo. Ese alquiler será por un tiempo mínimo de tres meses y con una tarifa fija de 50 euros. El precio incluye los gastos de transporte e instalación.

Al operar como un biblioteca, ¿qué sucede si se rompe o se extravía la obra? El importe también lleva incluido un seguro que cubriría daños en caso de accidente durante el transporte o en el ámbito doméstico. “Por ello limitamos el valor de la obra a 6.000 euros, para que no se dispare el coste del seguro. En cuanto al improbable robo, tenemos una franquicia de un 15 % sobre su valor. Al tratarse de obras que no cuestan millones lo podemos asumir”, explica Laura.

Los artistas perciben 500 euros a cambio de dejar tres de sus obras en préstamo, tanto si este se termina llevando a cabo como si no. Otra vía para aumentar sus ingresos es la de crear actividades de mediación que estimulen los préstamos, diseñadas en función de los intereses tanto del usuario como del artista. De esta manera, Artoteka busca generar un punto de encuentro y reflexión entre el artista y su futuro cliente, vinculando el arte a otras áreas de conocimiento.

En caso de que nos encariñemos con la obra, Artoteka valorará su posible compra. “En otros países las artothèques surgieron para incentivar el coleccionismo. Nosotras queremos que si alguien se plantea comprar la obra tras el préstamo lo pueda hacer. No somos sus propietarios, pero actuaríamos a modo de galería de arte como interlocutor, destinando el 15% de su venta a financiar el proyecto”.

El arte de la ‘performance’, también en casa

En su catálogo hay obras que están pensadas para que luzcan en nuestro salón, pero también otros formatos más innovadores destinados a espacios comunitarios. Una de las grandes innovaciones que Artoteka plantea frente a su homóloga francesa –la cual limita el préstamo a piezas bidimensionales– es la de incluir obras de arte en vivo. ¿Cómo se presta una performance? “La manera más fácil de hacerlo sería a través de una actividad de mediación con un centro, bien escolar o de otra índole, donde se pudiera desarrollar la acción”, responde Laura Díez. “En el caso de un particular podría consistir en una serie de instrucciones que plantease el artista o incluso un ejercicio de reflexión. Estamos limitados por las restricciones actuales pero un pequeño concierto en casa con los amigos sería también un ejemplo, como la actuación con artefactos sonoros que ofrece el artista Tunipanea”.

La réplica de las artothèques francesas desarrollada por estas mujeres se limita, de momento, a la provincia de Bizkaia, pero la idea es extenderse por todo el País Vasco y especialmente a su entorno rural. “Nuestra capacidad de actuación es pequeña porque los gastos por transporte nos saldrían muy altos. Para el resto de España lo tendrían que poner en marcha otros. De hecho, ya han mostrado interés desde ciudades como Madrid. En Francia funciona así, con una red de artothèques por regiones que comparten los mismos valores de democratizar el arte”, señala Laura Díez.

Para los interesados que desconfíen del mundo virtual y quieran ver en persona su futura adquisición, la Mediateka BBK del centro de cultura contemporánea Azkuna Zentroa en Bilbao expone hasta el 11 de abril el trabajo de los diez artistas que integran su colección. Los asistentes, además de conocer las obras, podrán solicitar su préstamo.


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