Sucedió durante el Festival de Venecia, celebrado a inicios de septiembre. En la proyección de El último duelo, dirigida por Ridley Scott, el actor y director Ben Affleck salió de su coche y posó durante unos instantes ante la prensa. Acto seguido, con gesto de maestro de ceremonias, abrió la puerta del mismo coche dejando que emergiese de él su pareja Jennifer Lopez, lo que provocó el éxtasis del público presente. A finales de julio confirmaron en Instagram que, 17 años después de su primer romance, los rumores que les vinculaban de nuevo eran ciertos. Pero su aparición –en el caso de Jennifer, con el sentido casi religioso de la palabra– en la alfombra roja de Venecia supuso su puesta de largo como pareja.
Pocos días después, Enrique de Gales y Meghan Markle, duques de Sussex, protagonizaban la portada de la revista Time en el número que presenta la lista de personas más influyentes del mundo. El efecto de ambas parejas cada vez que hacen un movimiento es similar: un aluvión de comentarios, aplausos deslumbrados o críticas voraces. Encarnan la versión más potente de eso que en inglés se denomina power couple o pareja poderosa, uno de los fenómenos culturales más representativos de nuestros días. ¿Por qué estamos fascinados por ellas?
Antes de responder a la pregunta, una advertencia: para formar una power couple no basta con una relación sentimental entre dos personas con fama y trayectorias reconocidas. Existe un factor extra que provoca que esa pareja levante pasiones: algunas lo tienen, y otras, por mucho interés que despierten cada uno de sus miembros por separado, no. El poder no consiste solo en el resultado de la suma del atractivo de los individuos, sino el de su multiplicación. Por ejemplo, pese a que las anteriores parejas de Jennifer López y Ben Affleck –Alex Rodríguez y Ana de Armas– también eran célebres, no formaban con ellos una pareja con el peso comparable al que tienen ahora. En gran parte porque están revalidando el poder que ya tenían cuando salieron juntos por primera vez, entre 2002 y 2004. Entonces ya levantaron un revuelo mediático que todavía es objeto de análisis.
“El retorno de Jennifer López y Ben Affleck representa el regreso de la esperanza”, explica el periodista experto en crónica social Martín Bianchi. “Después de más de un año de pandemia, el confinamiento acabó con miles de matrimonios, no solo en el mundo del espectáculo. Todos conocemos a alguien en crisis existencial y sentimental, todo el mundo se puede sentir identificado con esas emociones, con la ilusión de vivir un nuevo comienzo. Esto explica la fascinación por esta historia, eso sumado a que ocurre veinte años después de su relación anterior. Es un paralelismo con Elizabeth Taylor y Richard Burton; estos tardaron 16 meses en volver a juntarse y Jennifer y Ben han necesitado 20 años. Volver con un ex puede ser el mayor error, pero volver con un ex veinte años después puede ser un acierto, porque ya no son las mismas personas”.
Los que inventaron todo esto
Al hablar de Elizabeth Taylor y Richard Burton, Bianchi cita el canon de la superpareja por excelencia. Ya habían existido en Hollywood otras parejas emblemáticas que multiplicaron su fama al juntarse, como la formada por Mary Pickford y Douglas Fairbanks, pero los protagonistas de Cleopatra (1963) marcaron la diferencia y establecieron el molde que siguen las parejas célebres de hoy: tienen que ser famosos cada uno ya por su cuenta y todavía más famosos cuando están juntos. Deben apoyarse en sus carreras y multiplicar sus éxitos profesionales. Algunas parejas hasta reciben un nombre propio que simboliza que la pareja es algo más que dos personas unidas: es, directamente, un ente con vida propia. “Liz y Dick” son el precedente de Bennifer (Ben y Jennifer), Brangelina (Brad Pitt y Angelina Jolie), Kimye (Kanye West y Kim Kardashian), Tomkat (Tom Cruise y Katie Holmes) o Robsten (Kristen Stewart y Robert Pattinson). En el caso de Enrique y Meghan Markle, el neologismo al que dieron pie es Megxit, que alude a su brexit particular de la familia real británica, en un término no exento de machismo al cargar la responsabilidad sobre ella.
Todas estas características de la superpareja se cumplen también en Enrique y Meghan, hasta el punto de que Time los elija como personas más influyentes del mundo, certificando su status de pareja sincronizadísima y entregadísima a proyectos personales y laborales confluyentes que hace frente contra un enemigo común (la monarquía británica). Archie (su primer hijo) y Archewell, la organización benéfica con la que lucharán por la visibilización de los trastornos mentales, comparten nombre. Enrique y Meghan estarían a medio camino entre la power couple al uso, la formada por famosos, y la pareja con influencia política real, como lo son Barack y Michelle Obama o Bill y Hillary Clinton, que vendían la carrera presidencial –de él– con el eslogan “dos por el precio de uno”. Juan Domingo Perón y su esposa Evita son un ejemplo todavía más claro en el que el carisma de ella ayudó a aupar la carrera política de él.
Hay más: Beyoncé y Jay-Z, George y Amal Clooney, Ellen de Generes y Portia de Rossi, Chrissy Teigen y John Legend o los ejemplos españoles de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa o David Muñoz y Cristina Pedroche (a los que une el atractivo añadido de ser dos chicos de barrio que acabaron en las páginas del ¡Hola!). Sin embargo, el mundo de las superparejas no se restringe a la realidad de los políticos o las celebridades como los citados. La idea de formar parte de una pareja sólida se ha convertido en una aspiración que mezcla lo sentimental con lo laboral y la realización personal. Esto se manifiesta de forma obvia en las redes sociales, donde la fascinación por el amor ajeno cotiza al alza. El hagshtag #powercouple junto al de #relationshipgoals (objetivos en una relación) se repite con frecuencia en las publicaciones de Instagram.
Del Hollywood dorado a una pantalla táctil
Pero para triunfar en redes no basta solo con hacer una exhibición del amor. “No es sólo un factor de suerte”, matiza Javier García-Gallo, CEO de la agencia de marketing Soy Olivia. “El contenido generado tiene que aportar algo a una audiencia interesada, podría ser por ejemplo el sentirse identificado con situaciones propias o, consumir su contenido como una especie de telecomedia que te distraiga. En cualquier caso el contenido tiene que tener una propuesta de valor, no se hacen famosos únicamente por ser pareja”. Así, los perfiles de parejas que más triunfan suelen ofrecer además instantáneas sobre viajes (como la cuenta Do you travel, que ya han roto y ahora solo él figura en las fotos), música (los cantantes Camilo y Evaluna, que se promocionan con la frase “nos estamos volviendo uno”), la moda (Jaimetoutcheztoi) y también el activismo (como las Devermut, últimamente envueltas en polémicas).
Cuando hablamos de poder en una pareja es difícil encontrar el equilibrio, ya sea hablando de celebridades de la vieja escuela o surgidas con el auge de las redes sociales. Y no solo se da el caso de que uno de los miembros tenga más tirón que el otro, sino que la pareja en sí, como una hidra de dos cabezas, fagocite la personalidad de cada uno de ellos por separado. “En su momento ese fue el caso de David y Victoria Beckham: Victoria se volvió más intrigante y empezó a ser perseguida más por estar con un futbolista célebre que por su éxito musical con las Spice Girls”, explica Jesús Vázquez Viedma, creador de la agencia de representación y eventos JVV. “Britney Spears y Justin Timberlake eran muy fuertes como pareja, pero hoy Justin a nivel imagen tiene bastante menos fuerza, aun estando con otra personalidad famosa como es Jessica Biel”. Concuerda Javier García-Gallo: “Es como la teoría de John Nash, cada uno debe hacer lo mejor para sí mismo y para la pareja. Si únicamente se trabaja en la estrategia conjunta se pierde la individualidad y por lo tanto la potencia creativa”.
¿Y qué sucede cuando la pareja se rompe? ¿Pueden sobrevivir los miembros de una superpareja al fin de la misma? “Ese es un fenómeno que me parece todavía más atractivo, cuando una power couple se disuelve y uno de los miembros se revela como personalidad única”, opina Martín Bianchi. “Sucedió con Sonny y Cher o Ike y Tina Turner; eran parejas que pensabas que existían solo por la mera interacción entre ambas partes, era imposible disociarlos y cuando se separaron, resultó que eran ellas la que salieron adelante”.
¿Qué ocurre con esas parejas cuya influencia se desarrolla en redes y pueden cuantificar de forma muy sencilla su éxito en número de seguidores? Contesta Javier García-Gallo: “Podrían sobrevivir si cada uno ha cuidado de sus audiencias por separado. Evidentemente, hay parejas en las que un perfil tira más que el otro, pero si durante el tiempo conjunto se ha desarrollado cada cuenta individualmente, puede haber continuidad, aunque seguramente deberá haber una reinvención”. Y ojo, porque, como señala Jesús Vázquez Viedma, “la ruptura también vende. Solo hay que saber cómo sacar partido de ella y no salir perjudicado”.
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