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Así se protegerán en el futuro las comunidades de propietarios

Desde hace tres años, en el número 117 de la calle de Atocha de Madrid tienen un portero nada convencional: un tótem de dos metros de alto por 70 centímetros de ancho que opera las 24 horas y en el que el vigilante no está físicamente en la finca, sino detrás de una pantalla. Los servicios de vigilancia remota son una nueva realidad desde hace unos años en España; los vecinos de esta comunidad lo instalaron por los problemas de menudeo de drogas que había en uno de los más de 50 pisos de la finca y, desde entonces, la seguridad en las zonas comunes ha mejorado por completo. “Ha habido un cambio fundamental; dejó de haber vandalismo en el portal y cesó el paso continuo de personas que no pertenecían al inmueble y, además, con ayuda de la Policía, se consiguió detener a esa persona y demostrar que había tráfico de drogas en el edificio”, cuenta uno de los vecinos.

La llegada de este servicio de videovigilancia remota a la comunidad, con dos cámaras estratégicamente ubicadas, fue esencial para facilitar la convivencia entre los vecinos: “Ni siquiera ya nadie se atreve a dejar la basura dentro del portal; la sacan fuera a diario”, asegura uno de los residentes. Presente y activo las 24 horas del día, este nuevo inquilino viene a complementar al tradicional portero físico de una finca ya que incorpora a varios vigilantes que, desde una central, verifican y monitorizan los diferentes puntos de acceso del portal de manera simultánea. “La vigilancia es más efectiva, pero también disuasoria”, añade uno de los propietarios. En Madrid, además de la comunidad de vecinos de la calle Atocha, también se ha instalado en otras de barrios como Chamberí.

Evitar el delito, no investigarlo a posteriori

Habitual en inmuebles de ciudades latinoamericanas, fue la compañía Prosegur quien, hace una década en Argentina, arrancó con este nuevo modelo de seguridad, denominado Ojo de Halcón, que ahora comienza su expansión en España. “Es un servicio de vigilancia remota e inteligente que permite prevenir, detectar y actuar en tiempo real sobre cualquier evento o situación anormal, vandalismo o accidentes”, explica Sebastián Slelatt, director de Productos Estratégicos de Prosegur Alarms.

Muchos de los sistemas de seguridad instalados en un edificio ofrecen un vigilancia más pasiva, en la que las cámaras registran quién entra o sale, y posteriormente permiten una visualización, una vez ya consumado el incidente o delito. Con este tipo de vigilancia, esto no ocurre. “Decimos que es un servicio de videovigilancia activa en remoto porque detrás de cada cámara hay profesionales viendo todo lo que pasa y con capacidad para resolver el incidente en directo”, explica Slelatt. Estos tótems son capaces de activar una sirena y alertar al resto de vecinos o iniciar un operativo de aviso a un vigilante motorizado, a la policía, los bomberos o ambulancias si ocurre algún problema o accidente dentro de los espacios comunes.

Ojo de Halcón no es un elemento frío o lejano al día a día de los residentes de un inmueble. De precio variable según el número de cámaras instaladas, todas las personas pueden comunicarse de manera sencilla y en tiempo real con los vigilantes a través de la pantalla y mediante el micrófono que incorpora. “Al principio, algunos vecinos se quejaron por el tema de la privacidad, pero se han acostumbrado y ahora tienen un trato cercano con los vigilantes, que suelen ser los mismos. Son majísimos, y los residentes más mayores se paran a hablar con ellos, aunque sea a través de una pantalla, pues te dan los buenos días y preguntan a los visitantes adónde van, como un portero”, cuentan desde la finca de la calle de Atocha.

Llaves con QR y drones

Estos sistemas de vigilancia se están instalando a su vez en plantas industriales y urbanizaciones, aunque también tienen cabida en edificios de oficinas o comercios. Las zonas comunes de las comunidades de vecinos han sido siempre lugares en los que se ha buscado una mayor eficiencia de la vigilancia. De hecho, ya es una realidad el control de acceso a complejos residenciales a través de código QR o tarjeta, sin necesidad de utilizar la llave, así como otros tipos de cerraduras inteligentes que monitorizan quién fue el último que empujó la puerta. También timbres inteligentes para comunicarse a distancia con el visitante, aunque no estemos en el domicilio e, incluso, drones que sobrevuelan el jardín o los portales para detectar y perseguir intrusos. La seguridad en el futuro más inmediato pasa por cielo y tierra.


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