El destino quiso que la primera persona que vio el expresidente Juan Orlando Hernández cuando al mediodía del martes abrió la puerta de su domicilio y se entregó a la policía fuera el ministro de Seguridad, Ramón Sabillón. Hasta hace unas semanas Sabillón era un prófugo más de la justicia que hasta hacía unos años había ejercido como de jefe de la policía, pero que había dejado el país en 2016 por miedo a que los hombres de Hernández, lo que llama “violencia del Estado”, pudieran terminar con él y su familia por participar en la captura de importantes narcos y haber denunciado a sus superiores por complicidad con el tráfico de drogas. Durante años se exilió con su familia después de ser expulsado de la policía y acusado por delitos que iban del robo al narcotráfico con el objetivo de hundirlo e impedir que volviera a Honduras.
Sin embargo, la etapa política inaugurada con la llegada al poder de Xiomara Castro el 27 de enero, le permitió regresar al país y que Castro se fijara en él para convertirlo en un símbolo de la nueva era que dice comenzar con ella. Solo unos días después le llegó la oportunidad de quitarse una espina a la que no le faltó ningún ingrediente.
Así que cuando se abrió la puerta del elegante domicilio de la colonia Las Palmas de San Ignacio de Tegucigalpa, Sabillón se acercó a Hernández y sin quitarse la mascarilla le dijo con frialdad: “Estamos cumpliendo todas sus garantías”. Acto seguido, le ajustó el chaleco antibalas, le puso las humillantes esposas utilizadas que unen pies y manos y se utilizan habitualmente para los pandilleros, y lo condujo a un cuartel de la policía donde fue presentado a la prensa.
A Hernández, la libertad le había durado exactamente 18 días, los que separan la toma de posesión de Xiomara Castro a finales de enero de la detención con fines de extradición este martes al mediodía a petición de Estados Unidos, que lo señala de haber introducido miles de kilos de cocaína en el país. A esa hora, confirmó el jefe de la policía, se escucharon fuegos artificiales y bailes con fiesta en algunas colonias de San Pedro Sula. De acuerdo a los protocolos legales, este miércoles será presentado ante la Corte Suprema de Justicia a las 10 de la mañana donde el juez Edwin Ortez Cruz determinará los pasos siguientes, entre ellas una posible impugnación, aunque todo indica que será extraditado en los próximos días gracias a una reforma de ley aprobada precisamente durante el Gobierno de Hernández.
La solicitud que la Embajada de EE UU hizo llegar a la Cancillería para que se la enviara a la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y que finalmente emitió la orden de captura señala que Juan Orlando Hernández es buscado para ser juzgado en Estados Unidos por tráfico de drogas y delitos con armas de fuego”. Los fiscales estadounidenses resumieron el caso de Hernández como “narcotráfico patrocinado por el Estado” debido a que Hernández formaba parte de “una violenta conspiración de narcotráfico” que traficaba unos 500.000 kilos de cocaína a través de Honduras hacia Estados Unidos.
Ante la dimensión de la acusación, el operativo de detención estuvo enfocado en garantizar su seguridad. De ahí que el exmandatario pasará su primera noche solo, bajo una estrecha vigilancia y en una celda del cuartel de Los Cobras, las fuerzas especiales de Honduras. Sobre el futuro que le espera a Hernández, los expertos consideran que todo dependerá del grado de colaboración que ofrezca con Estados Unidos, pero todo indica que la pena podría ir desde los diez años a la cadena perpetua como su hermano. Para Salvador Nasralla, designado presidencial en el Gobierno de Castro, algo así como vicepresidente, y declarado enemigo de Hernández, el expresidente estaría negociando revelar información sobre rutas para el paso de la droga, testaferros o más involucrados en busca de menos años de cárcel.
Mientras esto ocurría, otra persona, también expresidente, también dormirá mal esta noche. Se trata de Porfirio ‘Pepe’ Lobo Sosa (2010-2014). Las 14 páginas enviadas por Estados Unidos detallando los cargos que enfrentará Hernández también mencionan a su antecesor en el cargo. El escrito detalla que Hernández y Porfirio Lobo recibieron una fuerte suma de dinero de Amílcar Alexander Ardón Soriano, alias ‘Chande’, para protegerlo. “En 2009 o alrededor de esa fecha, el aliado político de Hernández, Porfirio Lobo Sosa, alias “Pepe Lobo”, comenzó a hacer campaña para convertirse en presidente de Honduras. Alrededor de esa época, Hernández y Lobo Sosa trabajaron juntos para obtener aproximadamente dos millones de dólares de ganancias del narcotráfico de Ardón Soriano, alias ‘Chande’, un antiguo narcotraficante hondureño y el entonces alcalde de El Paraíso, un pueblo ganadero en el departamento de Copán, detalla la acusación de 14 páginas de Estados Unidos.
Precisamente Ardón terminó siendo una pieza clave en la detención del expresidente de Honduras, ya que contó al jurado en el juicio contra su hermano ‘Tony’ Hernández que asistió a una reunión donde Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán entregó un millón de dólares en efectivo para la campaña electoral de Hernández en 2013. Ardón detalló distintos pagos a políticos incluyendo a Lobo, lo que ha servido para poner punto final a una narcodinastía política que implica a los más altos cargos del Partido Nacional, que ha gobernado Honduras durante las últimas décadas. Cuando Sabillón se presentó en la casa de Juan Orlando Hernández, no era difícil intuir que se trataba de uno de los hombres más felices del mundo.
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