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Auge y caída de Xu Jiayin, el fundador de Evergrande

Xu Jiayin, en una foto de 2017 en la ciudad de Wuhan.
Xu Jiayin, en una foto de 2017 en la ciudad de Wuhan.STR / AFP

El fundador de la endeudada inmobiliaria Evergrande, Xu Jiayin o Hui Ka Yan —la versión en cantonés de su nombre, por la que también se le conoce—, de 62 años, llegó a ser el hombre más rico de toda China. En 2017, el auge de su grupo hizo que este amante de los yates y las marcas de lujo desplazara al hasta entonces casi intocable Jack Ma, el creador del gigante del comercio electrónico Alibaba, al frente de las listas de los multimillonarios del país. Forbes calculaba su fortuna en 45.000 millones de dólares (más de 38.000 millones de euros).

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Pero ahora, tras haber alcanzado la cumbre, se encuentra al borde del abismo. Evergrande es la promotora inmobiliaria con más deudas del mundo, con unas obligaciones que superan los 300.000 millones de dólares: una cantidad mayor que el PIB de Finlandia. Aunque su problema, en estos momentos, no es tanto la vasta cantidad de deuda como la crisis de liquidez que padece y que le genera enormes dificultades para pagarla. El temor a una quiebra que pueda arrastrar a todo el sector inmobiliario, y con él a la economía de la segunda potencia del mundo, mantiene en vilo a los inversores de todo el mundo.

Y su fortuna personal se ha visto reducida. Hoy día, después de que este año la promotora inmobiliaria haya perdido un 84% de su valor, Xu solo cuenta con 10.700 millones de dólares, según Forbes. La revista Hurun le sitúa en el quinto puesto entre los mayores magnates de China.

La suya es una historia similar a la de muchos otros multimillonarios chinos hechos a sí mismos, y corre paralela a la del propio país en los últimos setenta años: tras comenzar en una pobreza extrema, se impusieron en su sector gracias a su ambición y las conexiones personales que fueron trazando. Y acabaron alcanzando unas riquezas y un poderío impensables en sus inicios.

Inicios humildes

En el caso de Xu, su historia comenzó en 1958, cuando echaba a andar la desastrosa campaña del Gran Salto Adelante (1958-1962) para industrializar China y que causó una hambruna que mató a millones de personas. El que después se convertiría en multimillonario nació en una pequeña aldea de Henan, una de las provincias más afectadas por aquel desastre. Perdió a su madre a los pocos meses de nacer. Su padre, antiguo soldado, había encontrado empleo en un almacén y confió sus cuidados a la abuela paterna del bebé.

Años más tarde, el fundador de Evergrande evocaría su infancia como una época en la que su ropa y sus sábanas “estaban completamente llenas de remiendos por todas partes” y su dieta consistía en batata y masa de pan hervida. “Quería marcharme del campo en cuanto fuera posible, encontrar trabajo en la ciudad y poder comer mejor”, dijo.

Abandonó los estudios temporalmente tras terminar la escuela secundaria, durante la Revolución Cultural (1966-1976) y los retomó después de que en 1978 se reabrieran las universidades. Estudió Metalurgia, y trabajaría en empresas relacionadas con este sector durante una década, durante los años del post-maoísmo y el inicio de la reforma y apertura.

En 1992, y tras haber escalado puestos en su empresa, renunció a su trabajo para mudarse a Shenzhen. Aquel pueblo de pescadores vecino a Hong Kong había sido el elegido para transformarse en la primera zona económica especial (ZEE) de China, un área donde se probarían fórmulas capitalistas para fomentar el crecimiento. Fueron todo un éxito. Para 1992, la que acabaría siendo la capital tecnológica de una China en alza ya se estaba convirtiendo en una ciudad boyante y llena de energía.

Creación de Evergrande

En 1996, Xu fundó Evergrande en Cantón, capital de la provincia del mismo nombre y vecina a Shenzhen. Al principio apostó por promociones modestas en áreas de precios accesibles. Pero pronto quedó claro que podía subir su apuesta. La vivienda era uno de los sectores donde se acumulaba una gigantesca demanda insatisfecha, y las promociones se vendían como rosquillas en el país más poblado del mundo y donde ser propietario de un apartamento era condición indispensable para que un varón pudiera pensar en casarse. La continua subida de los precios, sin techo aparente en las principales ciudades, hizo que centenares de millones de chinos apostaran por la compra de segundas, terceras o cuartas viviendas como inversión segura. Evergrande se expandió por toda China. Hoy está presente en más de 240 ciudades de todo el país.

Xu ha sabido manejar con habilidad sus conexiones políticas y alabar al Partido Comunista muy públicamente. Según la consultora canadiense Cercius, citada por el periódico Financial Times, el promotor se benefició en su camino ascendente de una estrecha relación con el vicepresidente de China en los primeros años del siglo, Zheng Qinghong, y su familia. En 2018 era uno de los participantes en el Congreso del Partido en el que el presidente chino, Xi Jinping, consiguió que se abolieran los límites formales a su mandato, abriendo las puertas a mantenerse en el poder durante todo el tiempo que desee. Entonces, el promotor inmobiliario alababa que, bajo el mando de esta formación, “a lo largo de los últimos treinta años las empresas privadas en China han podido empezar desde lo más bajo” y transformarse “de pequeñas en grandes, de débiles en fuertes”.

Para entonces, Evergrande ya era todo un imperio. En 2009 había comenzado a cotizar en la Bolsa de Hong Kong. Un año más tarde, Xu se hacía con el control del equipo de fútbol de Cantón, que durante años se llamaría Guangzhou Evergrande y dominaría ese deporte en China, con ocho campeonatos de Liga bajo el brazo; el club firmó acuerdos de colaboración con la fundación del Real Madrid. Le siguieron otras inversiones en otros sectores, desde el agua mineral al turismo, pasando una fabricante de vehículos eléctricos que aún no ha comercializado ni un solo modelo.

Problemas de liquidez

Pero todo ese imperio se basaba en lo que ha acabado siendo su gran talón de Aquiles: el endeudamiento. La compañía acudía al crédito, fácil de conseguir, para financiar sus promociones. Con la venta de inmuebles antes de que estuvieran terminados sufragaba otros proyectos, en una fórmula que replicaría en otros sectores, como el de los productos de gestión de riqueza.

Hasta que la particular burbuja de Evergrande ha estallado. Si el imperio se expandió ayudado por las conexiones políticas de su creador, también ha sido la política la que ha provocado su caída. La China de Xi Jinping ha comenzado a arremeter contra los supermillonarios y los sectores que considera demasiado poderosos, en nombre de la “prosperidad común”. Los reguladores chinos han impuesto una serie de normas para limitar el alto nivel de endeudamiento en el sector inmobiliario. Como resultado, el grupo ya no puede vender promociones antes de terminarlas. La crisis de liquidez que ello ha desencadenado amenaza con derrumbarlo. Este verano, cuando ya se acumulaban los nubarrones sobre las perspectivas del grupo, el fundador dimitía como presidente de Henda, la principal inmobiliaria de la compañía.

“Creo que gracias al trabajo colectivo de nuestro equipo dirigente, y de todos nuestros empleados —si continuamos peleando, y persistimos a través de esta lucha— saldremos pronto de esta oscuridad”, ha prometido Xu en la carta dirigida este martes a sus cerca de 200.000 empleados. De momento, los mercados aguardan acontecimientos con el aliento contenido.


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