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Aves africanas buscan refugio en España para sobrevivir al cambio climático

El buitre moteado, el vencejo moro, el bulbul naranjero y el escribano sahariano son algunas de las especies que están cambiando sus hábitos.

Aves africanas como el bulbul naranjero, el vencejo moro o el buitre moteado colonizan el sur de España; las cigüeñas y las golondrinas migran cada vez menos a África; el ánsar campestre se queda en Europa y ya no llega a Andalucía, mientras que especies de montaña como la perdiz nival dejan las zonas más bajas. Son millones los pájaros que están modificando su área de distribución y costumbres a ritmo de cambio climático convirtiéndose de forma involuntaria en destacados centinelas del clima mientras se adaptan al nuevo escenario. “Es el grupo de animales mejor conocido y monitorizándolo podemos saber qué está ocurriendo y dónde, porque uno de los motores que las mueve es el clima y se asientan en lugares que se han transformado en hábitats favorables para vivir y criar”, explica Antonio-Román Muñoz, profesor del departamento de Biología Animal de la Universidad de Málaga.

Esas nuevas condiciones de vida impuestas por el calentamiento global aportan ventajas y desventajas. Como positivo, Juan Carlos del Moral, coordinador de ciencia ciudadana de la ONG de ornitología SEO/BirdLife, apunta a que en el sistema migratorio euro-africano, el que pasa por la península Ibérica, “las aves están empezando a invernar más al norte, lo que les evita atravesar la impresionante barrera que supone el Sáhara”. La parte negativa se centra en los desequilibrios que se producen cuando no son capaces de ajustar sus ciclos vitales (migración, reproducción…) al adelanto de la primavera lo que se traduce en declives poblacionales. Estas son algunas de las especies que están modificando sus hábitos.

Los nuevos colonizadores africanos: el buitre moteado y el vencejo moro

El vencejo moro, que se está extendiendo por toda la Península Ibérica.Stephen Daly

El buitre moteado es un recién llegado a Europa. “Desde hace 20 años llegan algunos ejemplares juveniles a pasar el verano y el otoño y luego se iban, pero ahora hay adultos en Málaga, aunque todavía no hemos comprobado que hayan criado”, relata Muñoz. Es una cuestión de tiempo que esta necrófaga de hasta 2,5 metros de envergadura ―similar al buitre leonado― se reproduzca en territorio español. “La especie vive en el Sahel y está fisiológicamente adaptada a temperaturas más cálidas, pero el aumento de un grado o grado y medio puede estar detrás de que varios individuos se hayan establecido y permanezcan todo el año entre nosotros”, añade.

El que sí se reproduce ya en la Península es el vencejo moro. El primer nido de esta especie se descubrió en el año 2000 en la sierra de la Plata (Cádiz) —curiosamente en una cueva homónima: la del Moro— y ya se extiende fuera de la provincia. Lo mismo ocurre con el bulbul naranjero, que nidificó en Tarifa por primera vez en 2012. A este le está costando dar el salto fuera de ese municipio, donde se ha convertido en una atracción para ornitólogos y aficionados de todo el mundo.

La próxima colonización, según Muñoz, será la de un ave mucho más pequeña, de unos 13 centímetros de longitud: el escribano sahariano. Hace 20 años, la especie no había llegado al norte de Rabat y ahora ya cría en Tánger y Ceuta; y este año se la ha visto en la península Ibérica, en el frente más cercano a África que abarca desde la costa de Cádiz a Málaga.

Las que ya no migran: cigüeñas y golondrinas

Especies como las cigüeñas y golondrinas llevan impreso en su ADN migrar desde Europa al Sahel (Mauritania, Senegal, Gambia, Malí, Burkina Faso, Níger y Nigeria, principalmente) para pasar el invierno. Pero si, gracias al calentamiento, gozan en los países de partida de un clima más suave “¿para qué enfrentarse a ese peligroso viaje a través del Sáhara?”, plantea el biólogo Del Moral. Sus datos corroboran esta tendencia. En los setenta, toda la población de cigüeñas europeas invernaba en África, pero ahora el 80% de los adultos de España y Centroeuropa no salen de la Península o, como mucho, llegan a Marruecos. Los únicos que siguen la tradición son los ejemplares jóvenes, hasta que al cumplir cuatro o cinco años alcanzan la madurez sexual y dejan de hacerlo.

Las oscuras golondrinas se muestran cada vez menos dispuestas a levantar el vuelo camino de África al acabar el verano para regresar a la Península en primavera. “Hay una fracción muy importante que ya no se marcha”, comenta Del Moral. Y las que todavía migran vuelven antes porque la primavera se adelanta, “lo que puede provocar que mueran debido a que no haya insectos o llegue otra vez frío y no les dé tiempo a partir a zonas más cálidas”, añade. Esta especie ha sufrido un declive de un 33% en la última década.

Las que escapan montaña arriba: la perdiz nival

Unas perdices nivales en los Pirineos. Su color blanco las delata si no hay nieve.

El futuro de la perdiz nival en los Pirineos, donde habita la población más meridional de Europa, no es nada halagüeño. De momento aguanta en las partes más altas y los censos que se realizan en Cataluña junto con Francia en unas 1.000 hectáreas y a alturas de entre 2.100 y 2.200 metros muestran que las poblaciones se mantienen estables. “Pero sabemos que ha desaparecido de los macizos periféricos tanto de la vertiente norte como sur”, comenta Diego Gacía, técnico del Servicio de Fauna y Flora de la Generalitat. Uno de los principales problemas a los que se enfrenta la especie es a la falta de nieve, porque la perdiz nival cambia su plumaje por uno totalmente blanco para camuflarse y si las nevadas se retrasan se convierte en un semáforo en medio de la montaña que llama a gritos a las rapaces y otros carnívoros. El cambio en las precipitaciones, cada vez más intensas y con granizo en primavera, se ha convertido en otro de sus grandes obstáculos al provocar una mayor mortandad de pollos.

En otros lugares de menor altura como el Parque Nacional de las Sierras de las Nieves (Málaga), el amenazado colirrojo real se encuentra en cotas cada vez más altas y la curruca cabecinegra nidifica a los 1.800 metros de altura, “algo que no ocurría hace 15 años”, explica Muñoz. El peligro en estas montañas con una cota máxima de 1.919 metros es que va a haber un momento en que estas especies alcancen la cima y cuando el hábitat allí ya no sea favorable “desaparecerán de esa zona y la población de colirrojo real de esta sierra es la más meridional del mundo”. En Sierra Nevada, por ejemplo, con una cota máxima de 3.479 metros, las especies cuentan con un margen mayor.

Los que ya no vienen y se quedan en Europa: el ánsar campestre

Un ejemplar de ánsar campestre.ullstein bild (ullstein bild via Getty Images)

Del ánsar campestre que pasaba el invierno en España no queda ni rastro. Hasta la década de los años cincuenta del siglo pasado, era bastante habitual observar a este ganso en invierno en algunos puntos del norte de España. Había incluso más que ánsares comunes, destaca SEO/BirdLife. Pero el declive fue implacable, hasta que la población quedó reducida a las lagunas de Villafáfila (Zamora) donde en la década de los setenta todavía pasaban los meses más fríos unos 5.000 ejemplares procedentes del norte de Europa: de Noruega, Suecia, Finlandia, norte de Alemania… Pero tampoco aguantaron. “Los inviernos cada vez más benignos en estos lugares propician que se queden en su casa donde encuentran comida y no tienen que volar kilómetros”, explica Del Moral. No son los únicos, la regresión de este tipo de aves se detecta por los humedales de España en invierno. “Se nota en especies como el ánade silbón, el porrón moñudo o las alondras que se esparcían por los campos de cultivo para alimentarse”, concreta el experto.

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