El Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (Ciudad Real) levantará este año el telón y las fronteras de la península Ibérica. Su 44ª edición, que se celebrará entre el 1 y el 25 de julio, recibe a Portugal como país invitado y lo hace con el estreno de La contienda de los labradores de Caldelas, una historia de peleas entre vecinos contada por artistas lusos y gallegos bien avenidos. La Companhia de Teatro de Braga y el Centro Dramático Galego se han unido para dar vida en el siglo XXI a una pieza de gran valor histórico que cumple 350 años rodeada de cierto misterio.
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Se trata del primer texto dramático escrito en lengua gallega que se conserva, pero ha sido poco representada. Lo firmó en 1671 Gabriel Feixóo de Araúxo, un hombre del que casi nada se sabe, ni siquiera si este apelativo es solo un seudónimo. La acción transcurre en el río Miño, linde natural y patio de vecinos de Galicia y Portugal. La pesca en este cauce se organiza desde tiempos inmemoriales a través de una regla no escrita de estrictos turnos para repartirse los recursos como buenos hermanos: los gallegos lanzan las redes una vez y los portugueses otra, y así sucesivamente. Pero cuando un hidalgo luso pretende saltarse el acuerdo y beneficiarse de dos lances, estalla una sangrienta contienda entre habitantes de ambas orillas. Para Fran Núñez, director y miembro del elenco, es un texto que “habla de fronteras, de estatus y de cómo compartir los recursos limitados”. “No hay nada más actual. Ese hidalgo sería hoy un cayetano al que no le dejan pescar… o cazar”, añade el también director del Centro Dramático Galego.
El único montaje de esta obra del que se tiene conocimiento lo escenificó el Teatro Circo de A Coruña en 1973, de la mano del emblemático dramaturgo y actor gallego Manuel Lourenzo. Es un texto breve, de poco más de una decena de páginas, y, según explica Núñez, aunque aparentemente “no tiene la importancia de otros textos clásicos, cuando rascas salen muchas cosas”. Con un elenco de 11 actores originarios de Portugal, Mozambique, Brasil, Galicia y Turquía, la comedia ofrece durante 80 minutos no solo la simbólica trama urdida por el misterioso Feixóo de Araúxo hace 350 años, sino también toda una reflexión “sobre cómo los clásicos traen algo al presente”. Alrededor de La contienda de los labradores de Caldelas se lanzan preguntas sobre las fronteras, las comunicaciones, los abusos de los poderosos y la lucha de clases y se le plantea al público un juego de espejos. Se recuerdan, por ejemplo, conflictos internacionales alrededor de la pesca como la guerra del fletán de 1995, cuando una patrullera canadiense disparó contra el pesquero gallego Estai acusándolo de realizar capturas ilegales en sus aguas. “¿Quiénes eran los hidalgos en aquella historia?”, inquiere Núñez. “En el espectáculo parece que los portugueses son los malos, pero siempre depende del momento de la historia y de la mirada con la que se aborde”.
Ampliar los límites del teatro clásico
La elección de Portugal como país invitado en esta edición del Festival de Almagro responde al objetivo declarado de su actual director, Ignacio García, de ampliar los límites en los que se suele encerrar el teatro clásico español. “El Siglo de Oro fueron Lope, Calderón o Tirso, pero en estos últimos años hemos querido indagar también en territorios menos evidentes: las mujeres escritoras, los autores de América Latina y, ahora, Portugal. Cuanto más indagas en esos márgenes, más te sorprendes. Por ejemplo, puedes descubrir que autores portugueses como el dramaturgo Gil Vicente o el poeta Luís de Camoes combinaron el español y el portugués en algunas de sus obras. Y al revés, que los españoles Tirso de Molina o Luis Vélez de Guevara usaron el portugués en algunas piezas. Y no hay que olvidar las temáticas portuguesas que aparecen en obras como Reinar después de morir [Vélez de Guevara] o El príncipe constante [Calderón]”, resume García.
La relación entre ambos territorios era en aquella época muy estrecha, pues en ellos regía la corona de los Austrias. Las compañías teatrales itineraban por todo el reino y daban a conocer a los autores de aquí y de allá. De manera que muchos especialistas hablan de un “Siglo de Oro ibérico” que abarcó toda la península. Un territorio híbrido y bilingüe que se alimentaba mutuamente. “Nuestra pretensión es ofrecer una mirada más plural del Siglo de Oro. Igual que ya no se puede hablar de ese periodo teatral sin tener en cuenta a escritoras como Ana Caro y María de Zayas o autores americanos como Juan Ruiz de Alarcón y sor Juana Inés de la Cruz, no debe obviarse tampoco esa naturaleza ibérica”, insiste el director del festival.
La contienda de los labradores de Caldelas es un ejemplo extraordinario de esa interrelación, ya que da cuenta a través de su temática de los vínculos y enfrentamientos fronterizos que existían entre los dos territorios. El montaje que se representará en Almagro incluye partes en castellano, en gallego y en portugués, a diferencia de la versión gallego-portuguesa que se podrá ver en Galicia (10 de julio en la Mostra de Teatro de Cangas). “Llevar este pedazo de nuestra historia teatral a Almagro y compartirlo con el resto de la Península es muy importante. Supone abrir una vía de trabajo que podría desembocar en la interpretación de textos dramáticos clásicos en gallego por parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Sé que ya están trabajando con otras lenguas como el valenciano y hay que celebrarlo. Es patrimonio de todos”, señala Núñez.
El Centro Dramático Galego colabora con la Companhia de Teatro de Braga desde la década de los noventa. Esta coproducción está liderada por el grupo portugués porque suyo es prácticamente todo el elenco. Núñez explica que las colaboraciones internacionales obligan a “salir de la zona de confort de cada uno y conllevan dificultades”, pero también aportan una incalculable “riqueza humana y profesional”. De hecho, las relaciones teatrales entre Galicia y Portugal estarán presentes en la versión de La contienda de los labradores de Caldelas que subirá al escenario de Almagro. En 1974 la obra iba a ser representada en territorio luso con Manuel Lourenzo interpretando a uno de los campesinos gallegos. El actor, sin embargo, había sido condenado por los tribunales de la dictadura y tenía prohibido atravesar la frontera. Él cuenta que se planteó cruzar el Miño buceando, pero su familia consiguió quitarle la idea. Finalmente, como en el teatro no hay fronteras, fue sustituido por un actor uruguayo.
La representación portuguesa en el festival de Almagro será más amplia. La compañía A Escola da Noite en coproducción con el Centro Dramático de Évora representarán la pieza más estudiada y emblemática de Gil Vicente, La barca del infierno (1516). El Teatro Nacional São João traerá Castro, escrita por António Ferreira en 1558, que recrea la historia de amor entre el infante portugués Don Pedro y la noble gallega doña Inés de Castro, la misma que reconstruirían después el gallego Jerónimo Bermúdez en Nise, la tragedia de Inés de Castro (1558) y el sevillano Vélez de Guevara en Reinar después de morir (1635). Precisamente de la versión de Bermúdez se podrá ver también en Almagro una adaptación dirigida por la vallisoletana Ana Zamora al frente de su compañía Nao d’Amores. Parece que los vínculos que un día unieron España y Portugal siguen vivos en la cultura.
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