Beatriz Neila, una española a toda pastilla

Franco Morbidelli celebra la victoria en el podio del circuito de Misano.
Franco Morbidelli celebra la victoria en el podio del circuito de Misano.MASSIMO PINCA / Reuters

No solo tiene buen pulso y buena muñeca Valentino Rossi. El arte de pilotar y de competir, que no son la misma cosa, elevado a la categoría máxima. También tiene sensibilidad y buen ojo. Habla de ello y de sus ganas de seguir corriendo y ganando la VR46 Academy, una escuela de pilotos en la que hace años que recluta a jóvenes promesas para darles las oportunidades que se les niegan por otros caminos. Para guiarles. Ayudarles. Uno de sus pupilos fue y es, todavía, Franco Morbidelli, de 25 años, que ayer ganó su primera carrera de MotoGP.

Lo hizo en Misano, casi al ladito de casa, tan cerca del Ranch, la pista de tierra que se ha convertido en centro de operaciones para Rossi y sus chicos en Tavullia. Lo hizo en el gran premio de San Marino, después de tomar la delantera frente al profesor Valentino. Con una exhibición de pilotaje. Delicado y dulce su fluir por las numerosas curvas del circuito Marco Simoncelli, ideal para exprimir la M1, igual da que sea la versión más nueva, como si es la del 2019, la que él pilota. Qué más da si al final le permite sacar más y más ventaja a cada paso por meta, como hizo ayer. Con una exhibición, también, de clase y buen humor. La lucía en su casco. Al más puro estilo Spike Lee, Franky gritaba al mundo con su siempre agradable y humilde discurso ¡Time out! Tiempo muerto. Y lanzaba un mensaje de igualdad, contra el racismo. Como hizo hace más de 30 años el director estadounidense en la película Do the Right Thing, que lamentablemente no ha perdido el hilo de la actualidad salvo por los estilismos que se gastaban los personajes.

Tiempo muerto. Vuelvan a Misano. Y deténganse a aplaudir un momento a este chico de sangre brasileña e italiana, a quien empezó a sonreírle la vida cuando un día se tropezó con Valentino. “Si estoy aquí es gracias a él”, concedió cuando se subió al podio en la tercera prueba del curso en Brno. “Hace solo siete años estaba compitiendo en este mismo circuito, pero en el campeonato italiano de Superstock. Mi carrera ha sido tan corta y meteórica”, decía. En eso pensaba en las últimas vueltas antes de ganar.

Porque llegó tarde al Mundial y debutó directamente en Moto2. Pero ganó el campeonato. Su estreno con el Petronas Yamaha el curso pasado y su constancia este año con la única M1 satélite de la parrilla, cuyas piezas son todavía del año pasado, sigue demostrando que a sus noches todavía les queda mucha bossa nova y en Recife, donde vive parte de su familia materna, aguardan muchas celebraciones en diferido.

Este domingo Morbidelli cumplió el plan que tenía en mente a la perfección. Se había visto durante el fin de semana que la Yamaha era la referencia en este trazado revirado, de múltiples curvas y rectas cortas. El 21 aspiraba a imponer su ritmo si podía dibujar su trazada sin nadie que le molestara camino de la victoria. Eso pasaba por una buena salida. Y la bordó. Segundo en parrilla, salió maravillosamente bien y se colocó por delante de Rossi, que no le perdió de vista en toda la carrera. Claro que, cada vez lo veía más lejos, más pequeño. Constante, Franco bailó en soledad, cada vez más solo, y más feliz, hasta que cruzó la meta el primero 27 giros más tarde.

Rossi, fuera del podio

En el podio no pudo acompañarle Rossi, a quien tras un ejercicio de resistencia majestuoso, terminaron atrapando a seis vueltas del final dos imberbes irreverentes, ambos de 23 años, y de delicioso pilotaje. Tan atrevidos en sus adelantamientos que merecieron como nadie el premio. Primero, Pecco Bagnaia, otro de los alumnos de la academia del 46, otro de los colegas de Morbidelli, que subió al podio acompañado de una muleta tras tres grandes premios ausente por fractura de la meseta tibial, afectada también la rodilla derecha. No pareció echarla de menos cuando encadenó en carrera una vuelta rápida tras otra, el machete entre los dientes al atacar en pleno curvone –la curva 11, a la que se llega tras alcanzar la velocidad máxima de la pista, unos 300km/h–, a su amigo y maestro Rossi. También Mir, brillantes sus cambios de dirección con la coqueta Suzuki para deshacerse de la Ducati de Miller, a quien difícilmente podía batir en ninguna recta; de locos el sorpaso final al 46 en la curva 10.

Apenas se tuvo noticias de Maverick Viñales, el hombre que un día antes había conseguido la pole position y que sigue desaprovechando oportunidades carrera tras carrera para asaltar el cetro que ya no llevará este año el nombre de Márquez, lesionado de larga duración tras un accidente en la primera carrera. El de Yamaha, el único que optó por el neumático duro trasero, cuarto en los primeros giros, fue perdiendo posiciones falto de agarre y nunca fue lo suficientemente competitivo. Terminó sexto. Lo mismo ocurre con Dovizioso, que aunque líder accidental tras la caída de Quartararo —se cayó no una, sino dos veces en la misma carrera— no pudo más que ser séptimo en un circuito que nunca les vino bien a las Ducati.

Morbidelli fue este domingo el quinto ganador distinto en seis carreras, el cuarto piloto que se estrena con una victoria en MotoGP este año. Tal es el vacío que ha dejado Márquez.


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