Cada vez es más frecuente escuchar a famosas arrepentirse de las operaciones de cirugía estética o los retoques a los que se han sometido. Así ha ocurrido con Courtney Cox y Nicole Kidman, quienes admitieron que habían recurrido al bótox, pero que lo habían dejado porque se dieron cuenta de que habían perdido expresividad. O la actriz Ashley Tisdale, conocida por su papel en High School Musical, que decidió retirarse los implantes de pecho. Ahora ha sido la supermodelo Bella Hadid la que se ha sumado a ese grupo, asegurando en una entrevista concedida a la revista Vogue que, si volviera atrás, no se operaría la nariz, tal y como hizo a los 14 años. “Desearía haber conservado la nariz de mis antepasados”, ha afirmado.
Hadid, que ahora tiene 25 años, ha sido acusada en numerosas ocasiones de haber recurrido a la cirugía plástica para levantarse los ojos o rellenarse los labios. Aunque niega que nada de eso sea cierto. “La gente piensa que jodí completamente mi cara por una foto mía de cuando era adolescente y donde se me veía hinchada. Estoy bastante segura de que no te ves igual ahora que cuando tenías 13, ¿verdad? Nunca he usado relleno. Pongamos fin a eso. No tengo ningún problema con ello, pero no es para mí. Quien piense que me he levantado los ojos o como se llame, ¡es cinta facial! El truco más antiguo”, sostiene la estadounidense al respecto en la conversación.
Hija de una exmodelo holandesa y un magnate inmobiliario del sector del lujo nacido en Palestina, Hadid, que ha sido imagen de campaña para Michael Kors, Fendi, Versace o Jean Paul Gaultier, no esconde tampoco que en algún momento se sintió a la sombra de su hermana Gigi, también supermodelo y cuya carrera despegó unos años antes, y que padeció las constantes comparaciones entre ambas. “Yo era la hermana más fea. Era la morena. No era tan genial como Gigi, ni tan extrovertida”, recuerda. “Eso es realmente lo que la gente decía de mí. Y desafortunadamente cuando te dicen las cosas tantas veces, simplemente las crees” reflexiona. Ella misma se pregunta cómo alguien de su perfil —se define entonces como insegura, con problemas de ansiedad y depresión y que “odia que la toquen”, acabó entrando en el negocio de la moda. Si lo consiguió, afirma, es porque se consiguió en una “buena actriz” y que siempre sintió que tebía “algo que demostrar”. “En siete años nunca perdí, cancelé o llegué tarde a un trabajo”, defiende. “Nadie puede decir que no trabajo duro”.
Pero además de los problemas ya citados, Bella, que se mudó a Nueva York para estudiar fotografía, pero ya había firmado con la agencia IMG, sufrió anorexia, según ella misma, empujada por el tratamiento médico que le había sido preescrito contra su déficit de atención y que le suprimía el apetito. “Utilizaba una aplicación que contaba las calorías y que era como el demonio para mí”, dice, mientras detalla que su desayuno consistía en tres frambuesas y una rama de apio. “Ahora me doy cuenta de que solo trataba de tomar el control de mí misma cuando sentía que todo lo demás estaba fuera de control”, añade. Y aunque ahora cree que tiene una relación saludable con la comida, no oculta que los problemas de dismorfia corporal persisten y que apenas puede aún mirarse al espejo debido al trastorno alimentario que sufrió en el pasado.
En la actualidad y desde hace un par de años, Hadid mantiene una relación discreta con el director de arte Marc Kalman. Un noviazgo que se esfuerza por mantener al margen de la esfera pública, al contrario de lo que ocurriera con el que mantuvo con el cantante The Weeknd y que apenas duró unos meses. “Cuando le das espacio a otras personas para que tengan opiniones sobre cosas que son tan personales para ti, eso lo envenena”, comenta al respecto.
No hace mucho, a comienzos de 2021, la modelo sufrió tal agotamiento que tocó fondo y durante dos semanas y media recibió tratamiento médico y psicoterapuético en Tennessee para recuperarse. La terapia, asegura, es el mayor regalo que se ha hecho a sí misma. “Durante mucho tiempo, no sabía por qué lloraba. Siempre me sentí afortunada y eso me deprimía aún más. Había gente que decía: ‘Vives esta vida increíble’. Entonces, ¿cómo podía quejarme? Siempre sentí que no tenía derecho a hacerlo, lo que significaba que no tenía derecho a recibir ayuda, que fue mi primer problema”.
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