Benjamin Ferencz: “Se sigue matando al adversario pase lo que pase”


Al otro lado del teléfono, desde su casa en Florida, Estados Unidos, la voz de Benjamin Ferencz, (Transilvania, 102 años), uno de los principales fiscales (y entonces el más joven) en los juicios de Núremberg, en los que se ocupó del proceso por la muerte de un millón de judíos a manos de las SS, suena con la decisión con la que señaló las barbaridades cometidas por Hitler y los suyos contra los judíos y otros colectivos durante la Segunda Guerra Mundial solo porque eran diferentes en ideas, religión o raza. En un libro en el que se muestra jovial, pero todavía aterrado por aquella experiencia que vivió en persona, Ferencz alerta de lo que hoy siguen siendo crímenes contra la humanidad. La publicación es Hay cosas más importantes que salvar el mundo (Plataforma Editorial) y en ella se pronuncia sobre ese drama inacabable, el odio, pero también tiene humor y ganas de revivir el amor y la alegría con la que ha combinado una vida que cuenta con pasión y con convencimiento.

Pregunta. El odio y la xenofobia que alentó aquella barbaridad se prolonga ahora en Europa y en el mundo.

Respuesta. Por desgracia. Ante aquel tribunal pedí que nunca más ocurriera aquello, que los seres humanos deberían ser tratados como tales y no perseguidos o asesinados porque sus adversarios no compartieran raza o ideología. Esta sigue siendo mi posición hoy en día. Hay crímenes contra la humanidad y deberían ser juzgados. La Corte Penal Internacional [que él contribuyó a impulsar] tiene jurisdicción sobre ello, pero todavía no hemos impuesto la costumbre de ser más humanos: se sigue matando al adversario pase lo que pase. Todos los seres humanos tienen derecho a vivir en paz y con dignidad, y espero que EL PAÍS y todo el mundo se sumen a la exigencia de esos derechos universales para la dignidad humana. Es lo que dije en Núremberg y es lo que llevó a los [miembros de las] SS a ser declarados culpables de matar a millones de personas. Pero se tarda un tiempo en cambiar los corazones y las mentes de gente acostumbrada al asesinato y al odio.

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P. Políticos modernos, que conocen tribunales entonces inexistentes, y que han sido elegidos, permiten persecuciones como las que usted deplora…

R. Lamento mucho que haya políticos así, y en todas partes, y que los haya habido hasta tiempo reciente en mi propio país, Estados Unidos. Son políticos que usan la fuerza en vez de la persuasión y están dispuestos a tolerar el tipo de crímenes que se perseguían en Núremberg. Siempre habrá personas así. Le corresponde a la mayoría intentar persuadirlas de que es mejor lo contrario y crear instituciones como la que está en marcha en La Haya. Todavía hay quien piensa que puede seguir matando a gente porque no le gusta su punto de vista político, su religión o su color. Se tardará un tiempo, pero cuando seamos conscientes de que son objetivos consagrados también en la Carta de las Naciones Unidas, ojalá que la cantidad de crímenes disminuya en vez de aumentar.

P. En su libro denuncia el abandono de EE UU del tribunal de La Haya, la presencia de [Barack] Obama en el seguimiento y ejecución de Bin Laden, la decisión de Trump de matar a un militar de un país [Irán] con el que no había guerra… Y usted recuerda que eso lo hicieron representantes de un país democrático.

R. Estados Unidos es una gran democracia, y es inevitable que haya gente con puntos de vista distintos. La cuestión es si los que creen en la violencia y en la fuerza prevalecerán sobre los que prefieren el Estado de derecho. Estoy entre los que dicen sí a la ley y no a la guerra, y afortunadamente estamos haciendo progresos. El Tribunal de La Haya funciona a pesar de la oposición de Estados Unidos, que viene y va. Es imposible ver en peligro una vida y no actuar como seres humanos. No estoy muy desanimado, pero espero que prevalezcamos los que estamos por la ley y no por la venganza.

P. Precisamente en su libro usted se dirige a los jóvenes para recordarles lo que fue su máxima como fiscal en Núremberg: “El objetivo [del juicio] no es la venganza, es la justicia”.

R. Sí, no creo que la venganza sea un buen instrumento. La venganza trae consigo más venganza. Tienes que cambiar la mente y los corazones de la gente para que esté dispuesta a cambiar los sistemas que usa. Simplemente matar a otras personas no es la solución al problema, hace que el problema sea mayor.

P. Se le ha visto llorar en televisión rememorando los horrores que vivió en la guerra, que le llevaron a impulsar el juicio contra los nazis. ¿Qué le preocupa más de la crueldad de la sociedad hoy?

R. Es difícil responder a eso. Hay opiniones diferentes en zonas diferentes y en países diferentes. Pero, básicamente, hoy en día hay un reconocimiento mayor que el que hubo después de aquella guerra acerca de que la ley es la respuesta a los problemas. A medida que se creen instituciones para perseguir la crueldad y para juzgar a la gente según el Estado de derecho, en vez de enviar al Ejército, la situación mejorará. Ha mejorado demasiado despacio, pero ha mejorado. Nunca debemos darnos por vencidos.

P. Usted fue de niño desde Transilvania a la que luego fue su patria. Es un inmigrante, como los que buscan cobijo desde África en Europa o como los que desde México quieren entrar por la frontera del sur de Estados Unidos. Los rechazos que sufren esas personas son también situaciones de crueldad.

R. Llegué siendo un niño pobre emigrante cuyos padres no sabían inglés, iban con dos niños pequeños, no tenían empleo, no tenían dinero. Vivíamos en una pobreza mayor, pero tuvimos una buena educación. Salí de los estudios predicando a favor de un mundo más humano, y lo sigo haciendo también en circunstancias como las que usted cita. Debemos crear un mundo más humano y pacífico, pero hay que esperar más tiempo para que mejore.

P. El odio está presente en todas partes, y se concentra metafóricamente en las redes sociales. ¿Cree que este siglo empezó como aquel desastre que luego usted contribuyó a juzgar?

R. No, la ley prevalecerá sobre el odio a largo plazo. Hay que vivir con el hecho de que haya personas que no estén contentas y hay que tratar de evitar que lleguen al poder y esperar que, a largo plazo, y sobre todo los jóvenes, se den cuenta de que son más los que no están por un mundo de odios, porque en un mundo de odios no podemos sobrevivir… En el mundo de hoy la gente se mata en todas partes. Me disgusta, claro. Intento cambiarlo. Y me gustaría que su diario estuviera entre las instituciones que ayuden a que gane la paz contra el odio. Vi los horrores de la guerra. Nuestro primer objetivo tendría que ser crear un mundo pacífico y no uno militarizado.


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