En un cambio de Gobierno tan excepcional como el que ha vivido Estados Unidos, la era de Donald Trump ha sido despedida media docena de veces y la de Joe Biden empieza continuamente. Pero la conclusión del juicio por el segundo impeachment al republicano ha marcado probablemente el cambio de ciclo definitivo: Trump desaparece del diario de sesiones y el demócrata puede ocupar el centro de atención con su agenda política. Este martes emprende el primer viaje presidencial, con destino Wisconsin. Su primer reto consiste en lograr la aprobación del último rescate económico y acelerar el plan de vacunación masiva contra la covid-19, pero cunden los desafíos de medio plazo, las expectativas creadas en torno a la inmigración y la justicia social. Ahora ya no se mide con Trump, sino con sus promesas.
El primer mes de Joe Biden en la Casa Blanca, que se cumple este sábado, ha sido huracanado, marcado por la convulsión política, la sombra del expresidente y por el medio centenar de órdenes ejecutivas adoptadas a toda prisa para desmantelar importantes símbolos del Gobierno de Trump: Washington ha vuelto a los organismos multilaterales, ha detenido en seco cualquier proyecto de muro en la frontera con México y ha hecho obligatorio el uso de mascarillas en edificios federales y el transporte para frenar los contagios, entre otras medidas.
Ahora llega la parte más difícil, esa en la que los cambios no salen adelante con decretos rápidos y emblemáticos, sino que necesitan leyes y, por tanto, negociación, tanto con la oposición republicana como con los propios demócratas.
El Senado ha resuelto un impeachment en cinco días, pero ahora queda un Partido Republicano que, pese a la fractura causada por el juicio político -siete de sus senadores votaron para condenar al expresidente-, está decidido a dar la batalla contra el Gobierno demócrata y lo que pretende retratar como un programa de extrema izquierda. “Mi objetivo es ganar 2022 para parar la agenda más radical que yo he visto nunca”, afirmó el senador republicano Lindsey Graham el domingo en la cadena conservadora Fox.
El primer asunto sobre la mesa para Biden es el paquete de estímulos económicos por valor de 1,9 billones de dólares (1,6 billones de euros) que diseñó y sigue pendiente de aprobación en el Congreso. El presidente aspiraba a un respaldo bipartito -como el logrado con los dos planes anteriores- pese al control del que ahora disponen los demócratas en el Senado y la Cámara de Representantes, pero las votaciones de los proyectos de ley preliminares sobre este programa han evidenciado las fisuras.
Los republicanos –y algunos demócratas centristas– rechazan, por ejemplo, la elevación del sueldo federal desde los 7,5 dólares por hora actuales hasta los 15 dólares. Biden, un veterano del Capitolio, que fue senador durante 36 años, admitió hace unos días en la cadena CBS que este punto tendrá dificultades para salir adelante en el Congreso: “No creo que vaya a sobrevivir”, dijo. La Cámara baja prevé recomponer una nueva pieza legislativa con algunas modificaciones para tratar de lograr la aprobación a finales de este mes.
Biden ha anunciado también previsiones algo más esperanzadoras respecto a la vacunación masiva en Estados Unidos. El jueves, durante una visita al Laboratorio de Patogénesis Vírica donde se creó la vacuna de la farmacéutica Moderna, el mandatario informó de que la Administración se había asegurado la provisión de suficientes dosis para tener inmunizados a 300 millones de estadounidenses al final del verano (cerca de la totalidad de la población, de 330 millones). Al llegar a la Casa Blanca se comprometió a alcanzar 100 millones de dosis en sus 100 primeros días de Gobierno y su objetivo es superar esa meta.
El jueves visitará una planta de Pfizer en Michigan, donde la compañía está produciendo la vacuna. Antes, este martes, participará en un encuentro televisivo con ciudadanos organizado por la cadena CNN en Wisconsin para hablar largo y tendido sobre los próximos pasos, sobre todas esas promesas electorales que inundaron la campaña. Al intentar llevarlas a la realidad, empieza el camino de piedras. El programa de Biden es muy ambicioso en asuntos como el medio ambiente o la justicia social, con un prometido aumento de los impuestos a los ricos del que no se ha oído hablar aún y un gran plan de regularización para los 11 millones de inmigrantes sin papeles que se calcula que viven en Estados Unidos.
Pero una reforma migratoria profunda debe pasar por el Capitolio, al igual que el programa de inversión en infraestructuras o una reforma de la justicia, asuntos sobre los que Biden se ha propuesto conseguir el consenso con los republicanos después de años de hostilidad. Los miembros del nuevo Gabinete han sido confirmados en el Senado con un amplio apoyo bipartito, pero las leyes son otro cantar y los republicanos necesitan demostrar fortaleza ante sus bases tras el crispado final de la era de Trump. La figura del expresidente seguirá planeando sobre Washington.
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