El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se enfrentó el martes a la ira bipartidista por el manejo de un campamento fronterizo improvisado, principalmente de haitianos, en Texas, con republicanos quejándose de que la seguridad fue laxa y los demócratas preocupados por la situación humanitaria.
Las demandas contradictorias subrayaron los desafíos políticos que enfrenta la administración de Biden mientras intenta manejar un número récord de arribos de migrantes a la frontera este año, lo que el senador republicano Mitt Romney calificó el martes como un “desastre”.
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Los políticos republicanos, con la vista puesta en las elecciones intermedias del 2022, se apresuraron a retratar el campamento en expansión de unas 10 mil personas a la sombra de un puente sobre el Río Grande como resultado del impulso de los demócratas para poner fin a algunas restricciones migratorias.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, dijo que un punto poco profundo al otro lado del río era un lugar obvio para reforzar la frontera con más guardias a fin de evitar que las personas lleguen a territorio estadounidense.
Además, el líder de la mayoría en el Senado de Estados Unidos, Chuck Schumer, también aumentó la presión el martes, diciendo que “desafía el sentido común” expulsar a los migrantes a Haití y mostrando su enojo por las tácticas utilizadas por los guardias fronterizos para controlar a las multitudes.
Varias agencias de Naciones Unidas (ONU) también externaron preocupación por la deportación de migrantes a Haití, citando la inestabilidad en la pobre nación caribeña, donde un asesinato presidencial, el aumento de la violencia de las pandillas y un gran terremoto han sembrado el caos en las últimas semanas.
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La agencia de la ONU para los refugiados dijo que las expulsiones sin hacer una evaluación de las necesidades de protección eran “sumarias”, “incompatibles con las normas internacionales y pueden constituir una devolución”.
La vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, dijo que la situación era compleja y que Estados Unidos necesitaba “hacer mucho más” para apoyar las necesidades básicas de la población de Haití.
“La gente quiere quedarse en casa, no quiere salir de casa, pero se va cuando no puede satisfacer sus necesidades básicas”, dijo a periodistas.
Varios centenares de personas fueron enviadas a Haití desde el campamento en Del Río, Texas, desde el domingo. Miles más fueron trasladadas a un centro de detención estadounidense para su procesamiento y se han programado más vuelos. Uno llegó a Haití el martes.
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La población del campamento alcanzó un máximo de 14 mil migrantes durante el fin de semana, pero desde entonces ha disminuido.
En Texas, tres haitianos escaparon momentáneamente de un autobús que viajaba hacia Brownsville el lunes, según Jaime Garza, subjefe de la Oficina del Alguacil del condado de Kleberg. El autobús era uno de los dos que transportaban inmigrantes haitianos desde la frontera, dijo. Los tres escaparon y corrieron, pero fueron detenidos de inmediato, añadió.
Autoridades mexicanas también detuvieron a algunos haitianos, que cruzaron regularmente desde Del Río de regreso a México para conseguir comida.
Un equipo de Reuters presenció un incidente, donde varios migrantes gritaron y protestaron cuando agentes mexicanos los subieron a una camioneta del Instituto Nacional de Migración (INM), que no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios sobre lo sucedido.
Un nuevo campamento ha ido creciendo en el lado mexicano, donde los migrantes recibieron ayuda de grupos como la Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras, así como por la agencia de migración de la ONU. Residentes de Ciudad Acuña llevaron comida a los migrantes.
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Surreane Petit, quien sostenía a su hijo de 3 años a su lado, dijo que quedarse en México fue una gran mejora con respecto al campamento de Estados Unidos. “Aquí el pueblo mexicano está ayudando mucho”. “Allí teníamos hambre”, dijo Petit. “Debajo del puente no hubo ayuda, no hubo ayuda”, lamentó.
Relató que había vivido los últimos cinco años en Chile, donde nació su hijo, pero decidió irse después de que los cierres por la pandemia de coronavirus le dificultaron salir de su casa para buscar trabajo.
Luego de una oleada de críticas por un incidente en el que agentes fronterizos estadounidenses con sombreros vaqueros montados a caballos con sombreros usaron riendas como látigos para intimidar a los migrantes, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, enfatizó que los oficiales estaban brindando atención médica.
Mayorkas dijo que estaba horrorizado por las imágenes del maltrato, haciendo eco de las críticas cada vez más estridentes de la Casa Blanca, que declaró que “no representan lo que somos como país”. A pesar del riesgo de ser devueltos a Haití, muchos migrantes permanecieron en el campamento de Del Río.
Carly Pierre, de 40 años, relató que se estaba quedando ahí porque vio la oportunidad de llegar a Estados Unidos con su esposa y sus dos hijos, de 3 y 5 años, después de varios años viviendo en Brasil.
“Hay deportados y hay gente que va a entrar”, manifestó, con los pantalones cortos todavía mojados por haber cruzado el río para comprar hielo y refrescos en una tienda del lado mexicano.
(Reuters)
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