Hicieron falta 100 años para que un presidente de Estados Unidos conmemorara la masacre de Tulsa que le costó la vida a 300 afroamericanos. Joe Biden visitó este martes el barrio que una turba de supremacistas blancos destruyeron el 31 de mayo de 1921 y se reunió con los tres únicos supervivientes. “Compatriotas, esto no fue un disturbio, fue una masacre”, aseguró el demócrata. Tras un crudo discurso en el que repasó el racismo sistemático del que han sido víctimas los afroamericanos, el mandatario anunció una serie de medidas para que la comunidad tenga mayor acceso a la vivienda y reciba ayudas para hacer crecer sus pequeños negocios.
Por décadas, la masacre de Tulsa fue ignorada. Una de las matanzas racistas más mortíferas de Estados Unidos desde el fin de la esclavitud no aparecía en los libros de historia ni en los discursos de las autoridades. Hasta el día de hoy ningún blanco fue procesado y ningún negro compensado. “Durante demasiado tiempo, la historia de lo que sucedió aquí se contó en silencio, oculta en la oscuridad. Pero que sea silenciada, no significa que no sucedió. Y aunque la oscuridad puede ocultar mucho, no borra nada. No borra nada”, sostuvo el presidente apuntando que por mucho que haya gente que intente enterrar las injusticias, algunas de ellas “son tan atroces, tan horribles, tan dolorosas” que no se pueden esconder.
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La noche del 31 de mayo, cientos de hombres blancos armados atacaron el barrio de Greenwood, conocido como el Wall Street Negro. Lo llamaban así porque profesionales y artesanos afroamericanos, muchos de ellos descendientes de esclavos, habían logrado levantar un segregado pero próspero distrito. Los disparos, los saqueos y los incendios duraron todo un día. Unas 300 personas murieron y cientos resultaron heridos. Las llamas destruyeron 35 manzanas y 8.000 residentes, el 80% del barrio, se quedaron sin hogar. La comisión oficial de Oklahoma confirmó en 2001 que las autoridades de aquella época conspiraron e instigaron a los blancos a arrasar el barrio negro. La comisión instó a compensar económicamente a las víctimas, algo que todavía no ocurre.
Esta tarde Biden se reunió con los tres supervivientes de la masacre que claman justicia: Lessie Benningfield Randle, de 105 años, Viola Fletcher, de 107, y su hermano Hughes Van Ellis, de 100, quienes han descrito lo sucedido como una guerra cuyo trauma aún los acecha día a día. “Vengo aquí para ayudar a llenar el silencio. Porque en el silencio, las heridas se profundizan. Por doloroso que sea, solo en el recuerdo se curan las heridas”, sostuvo el mandatario en su discurso. “No podemos elegir aprender lo que queremos saber, y no lo que deberíamos saber. Deberíamos saber lo bueno, lo malo, todo. Eso es lo que hacen las grandes naciones. Llegan a un acuerdo con sus lados oscuros”, continúo, aunque remarcó que la mayor amenaza terrorista que enfrenta EE UU en día es doméstica y protagonizada por los supremacistas blancos.
Biden anunció que la Administración llevará a cabo una iniciativa interinstitucional para abordar la desigualdad en las tasaciones de viviendas y que el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano publicará dos nuevas reglas para combatir la desigualdad sistémica. Está previsto que el 7 de junio la Casa Blanca de a conocer las nuevas normativas de la Ley de Vivienda Justa. El mandatario también dio a conocer el proyecto de inversión en vecindarios marginales y una inyección de 31.000 millones de dólares a programas para apoyar a las pequeñas empresas regentadas por minorías raciales. El presidente estadounidense también aprovechó de nombrar a la vicepresidenta Kamala Harris como la encargada de liderar los esfuerzos sobre el derecho al voto, en medio de la ofensiva de los republicanos para aprobar leyes restrictivas que tienden a dificultar la participación de las minorías.
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