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Cuando el epidemiólogo Seth Berkley asumió la dirección de la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización (Gavi, por sus siglas en inglés) en 2011, el mundo desarrollado apenas había oído hablar del ébola y ni mucho de una vacuna contra esta enfermedad letal, el número de refugiados alcanzaba una cifra récord hasta entonces que no ha dejado de aumentar hasta los 68,5 millones el pasado año, según datos de Acnur, y el movimiento antivacunas apenas gozaba de resonancia. En sus años de mandato, el médico ha visto cómo estos problemas han surgido y aumentado, lo que ha forzado a la organización que dirige a repensar su estrategia y adaptarse para lograr su objetivo: que los países más pobres puedan vacunar a los niños que, sin su ayuda, no tendrían acceso a la inmunización y quedarían expuestos a la muerte y la discapacidad que provocan enfermedades que son prevenibles.

El último plan de acción que Gavi elaboró, siempre cambiante en función de las circunstancias, era para el período 2016-2020. Los fondos para lograr los objetivos que se marcó en ese programa los obtuvo en una conferencia de donantes celebrada en Berlín en 2015. Recaudó 6.625 millones de euros. Para rendir cuentas de cómo progresa en su tarea, antes del examen final, la organización ha organizado una reunión de control en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) esta semana. En este encuentro se ha anunciado, entre otros logros, que de continuar los progresos realizados hasta la fecha, la organización habrá contribuido a vacunar a 700 millones de niños y evitado 10 millones de muertes desde su creación en 2000 hasta finales de 2018. Berkley repite esta cifra con orgullo en cada una de las sesiones en las que interviene. Ese es el primer dato que destaca también en esta entrevista con PLANETA FUTURO.

Pregunta. Han venido para rendir cuentas de sus progresos, ¿cómo van?

Seth Berkley, director de Gavi.

Respuesta. Los grandes objetivos que nos hemos marcado, los estamos logrando. Planeamos inmunizar a 300 millones de niños más en este período y prevenir entre cinco y seis millones de muertes, así como generar entre 80 y 100 mil millones de dólares de beneficio económico en los países que apoyamos, reducir los precios de las vacunas, crear mercados de vacunas saludables… También revisamos los retos que tenemos. En un mundo con tantas personas desplazadas, la mayor cantidad de la historia que casi alcanza los 70 millones, con 1.000 millones moviéndose entre países, se producen brotes de enfermedades infecciosas. Además, 1,5 de cada 10 niños no recibe las vacunas de rutina y son difíciles de alcanzar porque están fuera del sistema por alguna razón. Si no acceden a ellas quiere decir que nos le llega nada: son los pequeños y las familias más vulnerables del mundo. Tratamos de trabajar con los países para enfocarnos en esos niños y hay mucho que debatir al respecto en esta reunión.

P. Otro de los objetivos de Gavi era que 20 países financiasen completamente, sin su ayuda, sus programas de vacunación. Pero hay algunos que están muy lejos de conseguirlo, ¿cuál es el problema?

R. Lo primero es mencionar que 16 lo han conseguido y están pagando sus vacunas. Pero nos hemos dado cuenta de que mientras que unos países van muy bien, otros no; algunos tienen problemas programáticos a pesar de que están pagando. Así que hemos cambiado un poco los criterios, no solo se trata de costearlas, sino también de lograr una buena cobertura. En este caso hemos identificado a cinco países: Angola, Congo, Nigeria, Papúa Nueva Guinea y Timor-Leste. Hay que trabajar específicamente en fortalecer el compromiso con esos países para ayudarles.

P. En este sentido, algunos países muestran preocupación por graduarse —superar un cierto nivel de ingresos— y por ello dejar de recibir ayuda. ¿Qué trabajo se realiza para reducir el precio de las vacunas y que puedan permitirse adquirirlas ellos mismos?

R. Los precios de Gavi son los más bajos en el mundo. Compramos vacunas para el 60% de los niños del mundo, lo que nos permite adquirirlas a precios muy reducidos. Cuando los países hacen la transición hacia la autofinanciación, nos preocupa que los precios suban mucho. Por eso hemos negociado con los fabricantes para que tengan entre cinco y diez años de acceso a ellas a precios similares a los que pagaban cuando eran aptos para recibir ayuda de Gavi.

P. Algunas organizaciones como Médicos sin Fronteras critican, no obstante, el poder de la industria farmacéutica en un mercado vital como el de las vacunas.

Nuestro trabajo es conseguir las vacunas al menor precio posible, pero tampoco demasiado bajo, porque también queremos que la industria siga desarrollando nuevas

R. Hay gente que opina que no deberían ser fabricadas por compañías con ánimo de lucro y que no debería haber un mercado privado. Pero desafortunadamente, o afortunadamente, el mundo tiene empresas que se lucran con las vacunas. Nuestro trabajo es conseguirlas al menor precio posible, pero tampoco demasiado bajo, porque también queremos que la industria siga desarrollando otras nuevas y mantenga la investigación. Si pagamos un precio tan bajo que no pueden permitirse continuar con esta labor, fallamos. Recientemente, un productor ha dejado de fabricar la pentavalente. Está bien porque tenemos otros cinco proveedores, pero muestra el riesgo si el precio cae demasiado.

P. ¿Les preocupa el movimiento antivacunas?

R. Por supuesto. En general, el movimiento antivacunas es un problema en países ricos, no en los pobres. La razón es que en los primeros se asume que, cuando nace un niño, sobrevivirá y estará bien. Y no se piensa en que ciertas enfermedades son malas porque ya no las ven gracias al éxito de las vacunas. Pero en los últimos años se han vuelto a registrar casos de sarampión porque algunos padres no están inmunizando a sus hijos. Es terrible. No solo es malo para los niños que caen enfermos, sino también para otros que no han tenido acceso a vacunas o que, aunque las hayan recibido, tienen su sistema inmunológico debilitado y dependen de la protección de los demás. En un brote pueden enfermar y morir. En los países en desarrollo conocen están enfermedades, tienen familiares o vecinos que han muerto por ellas. Entienden el riesgo. Pero en Internet se propagan rumores y si escribes “efectos secundarios” te aparece un montón de información falsa. Es un problema, porque es muy difícil contrarrestar tanta información en contra. Intentamos seguir educando, pero las campañas de sensibilización no siempre funcionan.

P. Otro de los retos es transportarlas, muchas requieren frío y allí donde son necesarias no siempre hay electricidad. ¿Qué avances se han conseguido en este sentido?

R. Hemos creado una nueva cadena de frío. Hemos trabajado para crear refrigeradores solares. En 2020 habremos desplegado más de 65.000 nuevas neveras, de las el 26% van a países y lugares que no tienen una en este momento. Esto mostrará en el futuro cómo disponer de una puede mejorar la cobertura de vacunación. También estamos llevando sangre y vacunas con drones en Ruanda. Es el primer país en usar esta tecnología de este modo, lo que les posibilita tener sangre disponible inmediatamente si una madre sufre una hemorragia durante el parto, por ejemplo.

P. A pesar de las innovaciones, todavía hay 19,5 millones de lactantes sin acceso a vacunas básicas, según la Organización Mundial de la Salud. ¿Cuál es el plan para llegar a ellos?

R. Nosotros no vacunamos, son los Gobiernos y organizaciones de la sociedad civil las que lo hacen. No obstante, intentamos que los países se centren en las zonas en las que hay una tasa de cobertura más baja, porque allí están los más vulnerables.

P. Una de las vacunas que menos están suministrando a los países menos adelantados es la del virus del papiloma humano, principal causante del cáncer de cuello de útero en las mujeres. ¿A qué se debe?

R. En los países a los que ayudamos, esta vacuna es muy popular. El reto ha sido, de hecho, que hay mucha demanda y los fabricantes no han sido capaces de producir suficiente. Enfrentamos una fuerte constricción del suministro. El año pasado, conseguimos solo 2,5 millones de dosis. En este tendremos entre cinco y seis millones, y el próximo, nos han prometido que tendremos 20 millones, pero no sabemos exactamente cuándo. Gavi se había propuesto inmunizar a 40 millones de chicas en 2020. Hasta ahora llevamos 1,5 millones. Cuando tengamos las vacunas, podremos decir si vamos a lograrlo o no.

P. ¿Qué nuevos retos plantean para la vacunación las migraciones?

No habremos acabado nuestro trabajo hasta llegar a todos los que no tienen acceso a vacunas

R. Tenemos una estrategia para emergencias. Esto nos permite, cuando hay un problema como el movimiento masivo de personas, reaccionar rápido. Por ejemplo, en Uganda, que acoge al mayor número de refugiados en África procedentes de Sudán del Sur, pudimos proporcionar fondos adicionales para vacunas. Tenemos flexibilidad, pero una de las cuestiones que tenemos que responder es que, si esto continúa, quizá deberíamos estructurarnos de forma distinta e idear formas diferentes de trabajar.

P. Normalmente, Gavi trabaja con los Gobiernos, que no en todos los casos quieren acoger a esa población refugiada, ¿encuentran problemas?

R. No quieren, pero si les ofreces dinero y vacunas, querrán. Aunque solemos trabajar con los Gobiernos, en estos casos muchas veces apoyamos a organizaciones de la sociedad civil o de la ONU, que son las que van a ayudar a vacunar. En Siria, por ejemplo, llevamos vacunas a zonas controladas por el Gobierno, pero también a otras donde trabajamos con otros socios para asegurarnos que todo el mundo tiene acceso.

P. En 2020 agotarán previsiblemente sus fondos, ¿harán un nuevo llamamiento para continuar su labor o ya no será necesaria?

R. El futuro más allá de 2020 es incierto porque efectivamente no tenemos dinero, tampoco una estrategia. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible hablan de no dejar a nadie atrás. Y en los próximos años, la mayoría de niños sin inmunizar estarán en países de renta media porque hemos hecho un buen trabajo en los más pobres. ¿Deberíamos ayudar a esos países (de renta media) a utilizar mejor sus propios recursos para vacunarlos? También nos planteamos si tenemos que ampliar nuestra labor a todo el ciclo vital de una persona porque hay vacunas como la mencionada, la del virus del papiloma humano, que son para adolescentes. En definitiva, no habremos acabado nuestro trabajo hasta llegar a todos los que no tienen acceso a vacunas.

P. ¿Cree que la polio será la siguiente enfermedad en ser erradicada?

R. Es difícil responder a esta pregunta, pero espero que la polio sea erradicada. Este año no ha sido nada bueno para este objetivo, casi se han doblado los casos del tipo salvaje, más los casos derivados de la vacuna que se han producido en algunos países. Estos últimos no tienen que ver con la enfermedad, sino con sistemas de inmunización débiles y una baja cobertura. Si fueran fuertes, no se daría este problema.

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