Blanca Huergo: 18 años y dando lecciones de inteligencia artificial a la policía

Blanca Huergo, de 18 años, estudia matemáticas y ciencias de la computación en la Universidad de Oxford.
Blanca Huergo, de 18 años, estudia matemáticas y ciencias de la computación en la Universidad de Oxford.©PACO PAREDES

Blanca Huergo, de 18 años, es este año la madrina del curso anual de ciberseguridad C1b3rWall de la Academia de Policía de Ávila. Su charla virtual inaugural, pronunciada a finales del pasado septiembre, fue sobre sesgos algorítmicos. La conferencia de Huergo es un paso más en una carrera extraordinaria: estudia segundo de matemáticas y ciencias de la computación en la Universidad de Oxford después de haber dedicado la adolescencia a cursos por internet sobre lenguajes informáticos, y haber competido en olimpiadas de matemáticas internacionales: “Mis padres me dieron la contraseña del ordenador de pequeña y me iba buscando la vida para encontrar las cosas que me gustaban”, dice por videollamada a EL PAÍS desde Oviedo, su ciudad natal, donde termina las vacaciones antes de viajar al Reino Unido.

“Blanca representa de manera perfecta el perfil ideal del profesional digital, domina las materias científicas y técnicas y tiene un alto componente de motivación por la autoformación y la educación continua desde muy pequeña”, dice el inspector Casimiro Nevado, coordinador de C1b3rWall. “Es el perfil preciso del ciberpolicía del futuro”, añade.

El interés de Huergo por las matemáticas empezó temprano y de manera poco tecnológica: “Aprendí a multiplicar porque oí el concepto con tres años”, dice. “Lo busqué en el diccionario, uno de papel tradicional, sin ejemplos”, explica. Con tres años ya leía diccionarios. Aunque ya había hecho sus pinitos en la guardería, donde llamó la atención de la encargada: “Me sabía siempre la fecha, nombre y apellidos de todos los alumnos y el nombre de los abuelos”, explica.

Huergo viene de familia de profesores de Derecho. Sus padres dan clase en la Universidad de Oviedo. Pero supo desde pequeña que lo suyo eran las matemáticas: “No me interesan por tener un tío ingeniero. Desde que empecé el colegio las mates eran la asignatura que más me llamaba. Al llegar a casa encendía el ordenador y en internet empezaba a buscar más sobre los temas que habíamos dado o hacía cuadernos de verano de cursos más avanzados”, explica.

El colegio inglés donde estudiaba le quedaba pequeño. A los 11 años, en 2014, su padre leyó una publicación en un blog de otro profesor de Derecho donde hablaba de cursos por internet gratuitos que colgaban profesores de universidades estadounidenses. “Me lo mandó por si me interesaba y yo fui buscando y di con dos página, edX y Coursera”, dice. En estos siete años, Huergo ha hecho más de 50 de esos cursos de cientos de horas en todo lo imaginable: machine learning (el aprendizaje automático de las máquinas), lenguajes informáticos como Python o R, tensor flow, ciencia de datos, algoritmia. “Son cursos largos pero muchas veces me ponía los vídeos al doble de velocidad o tardaba menos de lo que preveían en los deberes”, dice.

En parte por su formación, Huergo sabe que la aleatoriedad juega un papel clave en nuestras vidas. “Siempre que necesitaba un 10, iba a por el 12. Porque siempre hay factores aleatorios que pueden hacer que algo salga mal e intentaba buscar más de la cuenta para que no me pillaran”, dice. Un día, en sus ratos libres, espera aplicar sus conocimientos al fútbol, uno de sus deportes favoritos junto al tenis. “No soy para nada asocial. Siempre he salido bastante con amigos. Tengo Instagram y lo uso con frecuencia. TikTok no, porque no es mi estilo. Los videojuegos no me llaman la atención. Quizá alguno de fútbol pero nunca he sido de Fortnite [uno de los títulos más populares] o de estar viciada”, dice. Tampoco le ocurre con la televisión ni con las series largas. Prefiere películas.

No es la primera vez que le preguntan qué hacer para tener un hijo como Huergo. “Para que un hijo aprenda a programar o a cualquier cosa, hacen falta, uno, curiosidad por aprender y, dos, esfuerzo. Me llegan con frecuencia mensajes de padres de niños de 10 o 12 años diciendo que quieren que vayan a Oxford. Y eso es empezar la casa por el tejado. Lo primero es dejar que tu hijo explore hasta encontrar algo que le guste. Forzar más allá de eso puede ser peligroso”, dice.

Blanca Huergo, en el centro de Oviedo.
Blanca Huergo, en el centro de Oviedo.©PACO PAREDES

“Por lo que leo en muchos mensajes, hay padres que buscan que su hijo sea un retrato robot de algo que han visto porque creen que puede ser bueno para él: que sea programador, ya que está de moda; que vaya a una universidad determinada, que tendrá más salidas y tiene prestigio”, dice. Pero es un camino equivocado y que puede acabar mal. “Muchas veces es la forma de ser del niño lo que hace que estos deseos se cumplan o no y, sobre todo, deben volverse deseos del niño y no que el deseo del niño sea alcanzar las expectativas de sus padres”, añade.

Huergo tiene aún más recomendaciones para padres preocupados por el futuro intelectual de sus hijos: “Me parece mucho más práctico que tu hijo te vea leyendo en tu tiempo libre, ya que siendo alguien a quien admira lo verá como algo positivo, que el decirle por activa y por pasiva que lea”.

A Huergo no solo se le daban mejor estas materias. También otras. En el colegio se saltó el equivalente de 1º de ESO, pero no era algo que le emocionara. “No he sido de querer que me adelantaran, esa idea de niños de 7 años que se gradúa en Física, nunca me han gustado”, dice. Pero la realidad era que el colegio le era fácil: “El acuerdo al que llegué con profes fue que cuando acababa lo que hacía en clase me dejaban sacar el ordenador. Tampoco me gusta incordiar y no buscaba que el profe me pusiera otra cosa”, dice.

Así pasó la adolescencia y llegó el momento de decidir universidad. Descartó EE UU porque quería especializarse desde el principio en matemáticas y ciencias de la computación. Las pruebas que le hicieron son con tribunal y tan específicas que no puede revelar el contenido de las preguntas. Básicamente, los tutores miran si el estudiante será capaz de reaccionar y buscar las mejores soluciones para los problemas que le plantean.

Le dieron plaza en Oxford (Reino Unido) y desde 2020 estudia con un grupo de estudiantes de todo el mundo que representan la elite del futuro. “En Oxford buscan a alumnos que destaquen mucho en lo que van a estudiar y, si es un doble grado, entonces tienes que destacar en ambas, lo que lo complica mucho”, dice. Ahora ya no puede estar pendiente de otras cosas en clase. “Es muy difícil”, admite. Pero de momento le va bien: está en el grupo con mejor nota de la clase. En su universidad, por muy buenos que sean, el número de sobresalientes se mantiene estable. “Somos unos 30 o 40, de todo el mundo. Todos son multimedallistas olímpicos [de matemáticas o informática]. Cada uno tiene una historia especial, con perfiles diferentes pero todos muy buenos en sus asignaturas”, explica.

Huergo también participó en olimpiadas. Tiene una medalla de oro española y una de plata iberoamericana. Aunque lamenta haber llegado tarde: solo se puede participar hasta los 20 años si no te has graduado. Quizá para compensar, desde al año pasado fundó junto a otros colegas de olimpiadas la Olimpiada Informática Española, una asociación sin ánimo de lucro que enseña programación competitiva a adolescentes de toda España. La formación para este tipo de competiciones es muy específica: “No es algo que se explican en los institutos. Necesitas haber ido a una academia, o mucha gente tiene un padre programador. Es raro un caso como el mío de alguien que se lo haya buscado sola”, dice.

Para rellenar ese hueco, montó en dos semanas un plan de clases con patrocinadores. “Tenemos ahora más de 120 [estudiantes], de 12 a 20 años”, dice. “Nos encuentran normalmente a través de entrevistas mías en prensa, redes sociales y gracias a sus profesores motivados que les comentan la iniciativa”, añade. El año pasado ya consiguieron un bronce.

Este verano Huergo ha querido ofrecer un curso similar en Udemy, una plataforma de educación en línea. La primera semana fue gratis, ahora es de pago y ya tiene más de 7.000 estudiantes. Es solo uno de sus primeros trabajos. En Oxford no paran de marearla: “Me llegan ofertas a diario de todo el mundo y de empresas grandes”, dice.

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