Washington y Bruselas han cerrado filas este lunes sobre el nivel de riesgo que entraña la presión militar de Rusia sobre Ucrania, pese a la diferencia de tono habitual entre ambos aliados, y han salido al paso de las críticas al alarmismo que las advertencias de Estados Unidos sobre un ataque ruso inminente pueden provocar. El alto representante de la UE para Política Exterior, Josep Borrell, declaró a la prensa, tras reunirse con el secretario de Estado, Antony Blinken, que estos son “los momentos más peligrosos para la seguridad en Europa desde el final de la Guerra Fría”. El jefe de la diplomacia estadounidense, por su parte, defendió: “Esto no es alarmismo, son los hechos”.
Blinken y Borrell se reunieron en la sede del Departamento de Estado en un momento en el que las conversaciones con el Kremlin parecen haber entrado en vía muerta y se redoblan las alertas de Estados Unidos sobre las agresiones que, según información de sus servicios de espionaje, planea Moscú. Este domingo, el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, insistió en que la invasión rusa de la antigua república soviética podría ocurrir “en cualquier momento”. El jueves, la Administración aseguró que el Gobierno de Vladímir Putin estaba preparando un vídeo con un ataque ficticio sobre sus tropas para justificar la intervención. Durante el fin de semana, trascendieron las proyecciones del Pentágono sobre la factura humana de una guerra a gran escala: 50.000 víctimas y cinco millones de refugiados.
Al otro lado del Atlántico, la Unión Europea ha sido mucho más cauta en todas sus comunicaciones, pero Borrell evitó este lunes mostrar diferencias con Blinken. En su comparecencia conjunta ante los medios, el jefe de la diplomacia europea recalcó: “Nadie concentra 140.000 soldados fuertemente armados en la frontera de un país” sin que esto “represente una fuerte amenaza”. “140.000 soldados en la frontera no están para tomar el té”, remachó. Así, defendió la coordinación que ha habido en todo momento con Washington, desde el principio de la crisis, y aseguró que este conflicto ha reforzado incluso los lazos.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se ha llegado quejar públicamente de los mensajes de “pánico” transmitidos por la Administración estadounidense. Dos semanas atrás, Borrell se distanció de la medida tomada por Estados Unidos de reducir su personal diplomático en Ucrania.
Blinken negó tremendismo alguno por parte de Estados Unidos. “Esto no es alarmismo, son simplemente hechos y debemos enfrentarnos a los hechos en el contexto de la historia”, dijo. “Hemos visto cómo en los últimos meses se han acumulado fuerzas rusas en la frontera con Ucrania y esto es algo que no ocurre porque sí”, agregó, para recordar la anexión ilegal de la península de Crimea en 2014. El secretario de Estado reiteró que su Gobierno no cree que Putin haya tomado una decisión sobre el ataque, pero destacó que “ha puesto los medios hacerlo muy rápidamente de una manera que tendría terribles consecuencias para Ucrania, Rusia y para todos nosotros”.
Ambos altos cargos coincidieron, pese a todo, en no dar por perdida la solución diplomática, si bien Putin sigue enrocado en unas demandas que han sido rechazadas de plano por los aliados de la OTAN. Entre otras, figura frenar la expansión de la Alianza hacia el Este y negar la incorporación de Ucrania a ella. Dentro de las medidas de respuesta que preparan los aliados si se confirma la agresión rusa a Ucrania, como las sanciones, prima también un plan para evitar problemas energéticos, ya que Rusia es uno de los grandes suministradores de Europa. El encuentro se celebró, de hecho, en el marco del Consejo de Energía EE UU-UE que se desarrolla en Washington y que ha abordado este asunto.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.