El pasado verano, cuando faltaba medio año para terminar el primer mandato de Donald Trump, el legendario reportero Bob Woodward (Geneva, Illinois, 77 años) creía que “cualquier cosa”, al menos “casi cualquier cosa”, podía aún pasar en la presidencia del republicano. Es la conclusión a la que llegaba en su último libro, Rage (en español, Rabia, editado por Roca), segundo volumen sobre la era Trump. Pero también hacía este dictamen:
“Trump ha hablado con mucha dureza, a veces, de un modo que incomoda a sus propios seguidores. Pero no ha impuesto la ley marcial o suspendido la Constitución, a pesar de las predicciones de sus oponentes. Él y su fiscal general, William Barr, han desafiado varias veces el tradicional imperio de la ley. Innecesariamente, en mi opinión. Usar el sistema judicial para favorecer a amigos y castigar a enemigos es ruin y nixoniano. El sistema constitucional puede haber parecido tambaleante a veces, que podía cambiar de la noche a la mañana. Aun así, la democracia ha resistido. El liderazgo ha fallado”.
¿Qué pensará el famoso sabueso ahora? Una semana después del violento asalto al Congreso por una turba trumpista; un día después de aprobarse un nuevo juicio político (impeachment) contra el mandatario por “incitación a la insurrección”; casi tres meses después de una dura campaña de bulos sobre un supuesto fraude electoral para tratar de revertir la victoria del demócrata Joe Biden… ¿Cree Woodward que el sistema resiste? Este jueves por la mañana, al otro lado del teléfono, el dos veces premio Pulitzer se lo piensa un poco. “Es una gran pregunta. Yo creo que me reafirmo en lo que escribí. La democracia en Estados Unidos ha resistido, aunque ha sufrido sacudidas. El fracaso ha sido Trump, fracasó en entender la responsabilidad de su presidencia, fracasó en liderar”, dice a EL PAÍS.
Woodward, que saltó a la fama siendo aún muy joven tras destapar el caso Watergate junto a Carl Bernstein, escándalo que costó el cargo al presidente Richard Nixon en 1974, es uno de los grandes cronistas de las presidencias estadounidenses del último medio siglo. En el primer libro sobre Trump (Miedo), no logró entrevistar al republicano. Para el segundo, mantuvo cerca de una veintena de conversaciones con Trump —y decenas de colaboradores— a lo largo de 2020 de un total de nueve horas. En el libro dibuja un Gobierno febril y errático, parecido a su cuenta de Twitter, y no saca conclusiones muy diferentes de lo ocurrido la semana pasada en Washington.
“Trump actúa controlado por sus propios impulsos, no planea, no piensa las cosas, de un modo muy alarmante ha fallado a la hora de proteger a la gente de este país, tanto del virus como de la violencia que se produjo la semana pasada cuando el Capitolio fue atacado por sus seguidores”, opina. Pese a que la justicia ha tumbado todos los pleitos presentados por la campaña de Trump y las autoridades electorales han dado fe del rigor de los comicios, más de la mitad de los votantes republicanos siguen pensando que Biden ganó de forma fraudulenta. Los medios parecen haber fracasado a la hora de combatir los bulos.
Para Woodward, los medios viven una era en la que “la impaciencia, la velocidad y el resumen” lo dominan todo y Trump “es algo muy difícil de cubrir, porque los periodistas necesitan lidiar con hechos” y Trump es “un especialista en decir cosas que no son verdad”. Se distancia, no obstante, de la suspensión de la emisión de las ruedas de prensa del mandatario, medida que un día llegó a tomar también la cadena conservadora Fox, cuando lanzaba su ristra de acusaciones de fraude infundadas.
La Primera Enmienda
“Creo que deberíamos dejar que la gente diga lo que quiere decir, incluyendo los presidentes, el problema es Internet y las redes sociales, que están dirigidas por la impaciencia y la velocidad y creo que debemos ralentizar eso, por eso yo empleo mi tiempo escribiendo libros”, señala. También es escéptico, aun así, respecto a las decisiones tomadas en los últimos días por los poderosos jefes de las grandes tecnológicas, que han cerrado las cuentas de Trump en Facebook o Twitter, así como las de miles de sus seguidores ultras: “He sido periodista durante 50 años y creo en la Primera Enmienda, que permite la libertad de expresión. Mucha gente dice cosas falsas o indignantes, es muy difícil establecer una norma. Yo creo que el mercado de ideas y expresiones debería ser lo más libre posible”. Cree que el furor mediático por Trump empezará a remitir después del 20 de enero, cuando tome posesión Biden. “Hay indicaciones de que puede presentarse en 2024, pero el énfasis va a estar ahora en Biden, porque va a ser presidente, asumir un poder extraordinario y tener que lidiar con problemas extraordinariamente difíciles. Trump siempre será una historia, pero espero que esto remita y se convierta en una secundaria, no la principal historia de EE UU”. ¿Puede el asalto al Capitolio acabar con esas aspiraciones? “Puede que sí, o puede que simplemente se dé cuenta de que es una montaña demasiado alta para escalar con las cosas que ha dejado atrás, un sistema sanitario saturado, con más de 300.000 muertos”.
La pandemia
A Woodward no le interesan las clasificaciones sobre quién ha sido el peor presidente de la historia reciente y, aunque admite la gravedad del asalto, no deja de poner el foco en la gestión de la pandemia. “Las cosas por las que Trump ha sido sometido a impeachment, incitar una revuelta en el Capitolio, son horribles y murieron algunas personas allí. Pero el virus ha matado a más 300.000 personas. Yo no digo que él hubiese podido prevenirlo todo, pero muchas de ellas sí, simplemente pidiéndole a la gente que llevase mascarilla, que mantuviese la distancia de seguridad, que se lavase las manos. Si hubiese hecho eso en febrero, quizá el virus estaría bajo control en este país”, recalca.
El asunto conduce directo a la propia polémica que el libro del periodista generó. Rage revelaba que Trump sabía que el coronavirus era mortal y, durante meses, confundió al público deliberadamente sobre su letalidad. Mientras, en las ruedas de prensa, Trump decía al público “prácticamente lo hemos parado” (el 2 de febrero) o “un día desaparecerá, como un milagro” (27 de febrero), a Woodward le decía un 7 de febrero: “Simplemente respiras y se contagia”. “Y eso es muy complicado. Es muy delicado. Es más mortal incluso que una gripe intensa. Es algo mortal”. El 19 de marzo admitió en otra charla: “Siempre quise restarle importancia. Todavía me gusta restarle importancia porque no quiero crear pánico”.
Al salir el libro en septiembre, arreciaron las críticas contra Woodward por haber callado él mismo sobre semejantes discrepancias hasta la publicación de su libro, mientras moría gente. El periodista protesta: “Cualquiera que haya leído el libro se da cuenta de que eso no es cierto. Él me dijo en febrero que el virus se transmitía por el aire y que era peor que la gripe, y en febrero yo pensaba —y el mundo pensaba— que el virus estaba en China. No pensé que estuviese hablando de Estados Unidos. No fue hasta mayo cuando me enteré de esa reunión que mantuvo en enero y en la que le habían trasladado una alerta detallada, pero en mayo ya todo el mundo sabía del virus y el virus estaba diezmando a la gente, no iba a decir a la gente cosas que no sabía. Lo pude hacer en el libro, que salió antes de las elecciones”.
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