Luis Arce y Evo Morales durante una reunión del partido Movimiento Hacia el Sindicalismo, en Buenos Aires, en febrero de 2020.AGUSTIN MARCARIAN (Reuters)
Más de 1.600 cuentas de Facebook e Instagram fueron suspendidas esta semana en Bolivia. La dueña de ambas compañías, Meta, tomó la decisión por haber detectado una supuesta “actividad coordinada” para difundir mensajes afines al Gobierno y silenciar cuentas opositoras. Entre la lluvia de críticas que cayó sobre el Gobierno de Luis Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS), la más sonada llegó desde el presidente de su partido. Evo Morales, presidente del país entre 2006 y 2019, acusó al Gobierno que hoy dirige su antiguo ministro de Economía de mantener esas cuentas para atacarlo. Según Morales, el Gobierno que él mismo aupó tras su derrocamiento en 2018 no solo busca desprestigiarlo, también lo hace de manera ilícita con triangulaciones de fondos con compañías que se suponían aliada suyas.
Bolivia vive una lucha de facciones en el partido gobernante que solo continúa profundizándose. El equilibrio es complicado: hay elecciones presidenciales en 2025 y el partido más popular del país debe definir a su candidato entre las peleas de los seguidores de Morales, hoy el jefe del partido, y los seguidores del presidente Luis Arce, que ocupan mayoritariamente el Gobierno. La pelea recrudece con amenazas y acusaciones mutuas, y los parlamentarios fieles a Evo Morales han llegado a bloquear leyes solicitadas por el presidente para enfrentar los efectos de la crisis económica global, que en este momento preocupan a los bolivianos. La pelea “es un suicidio político”, según definió Álvaro García Linera, que fue vicepresidente de Morales durante 13 años y hoy está alejado de la política.
La disputa se remonta a las elecciones de 2020. Entonces, Morales estaba exiliado en Argentina y, perseguido por la Justicia boliviana, no podía ser candidato. Él mismo eligió como delfín a su antiguo ministro de Economía, Luis Arce, un profesional de clase media, pasando por encima de la decisión “orgánica” del partido.
Las bases del MAS preferían al líder indígena David Choquehuanca, declarado rival de Morales, que terminó siendo candidato a la vicepresidencia. La campaña presidencial mostró que Arce y Choquehuanca compatibilizaban: ganaron las elecciones con más del 55% de los votos acogiendo la extendida demanda de los militantes del MAS por una “renovación”, que en los hechos significaba el alejamiento de la “vieja guardia” que acompañó a Morales por más de una década. Hoy se los conoce, justamente, como los “renovadores”: en el Gabinete de Arce no hay ninguna figura importante del entorno que acompañó a Morales durante sus tres gobiernos, entre 2006 y 2019.
Para los incondicionales de Morales, que se han hecho fuertes en las estructuras partidarias, los renovadores son “traidores” por cuestionar el “liderazgo histórico” del fundador y “presidente vitalicio” del MAS.
Morales ha pasado de organizar una multitudinaria “marcha por la patria” en apoyo a Arce –que para algunos observadores fue un intento de influir sobre este, mostrándole quién poseía la “fuerza de masas”– a sumarse a la oposición con denuncias contra los ministros y críticas constantes a todas las áreas de la gestión gubernamental. Incluso ha apañado el ataque de uno de los diputados de su grupo en contra del hijo del presidente por supuestamente haber hecho lobby a favor de empresas extranjeras interesadas en las concesiones del litio boliviano.
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En un punto de este proceso de progresivo alejamiento de ambos sectores, los seguidores del expresidente comenzaron a llamarse a sí mismos “radicales”. Hoy denuncian presuntas conspiraciones gubernamentales para inhabilitar a Morales como candidato en 2025 y marcan diferencias ideológicas respecto a Arce, al que acusan de estar “derechizado” e lejos del “proceso de cambio” dirigido por el MAS.
A diferencia de Evo Morales, que tuitea y da entrevistas continuamente, Arce intenta referirse lo menos posible a este tema. Solo habló públicamente para reivindicarse como un militante convencido del MAS y para negar que quiera formar otro partido político. También ha dicho que los problemas se deben a una “ambición personal de poder”. Se supone que habla de Morales.
División en las bases
Un importante dirigente campesino, Omar Ramírez, reconoció que la división se extiende hasta las bases de la red de sindicatos que conforma el esqueleto organizativo del MAS. “Seguimos insistiendo para que los líderes se sienten y hablen estos temas porque cuando las bases se enfrenten va a ser difícil juntarlas de nuevo más adelante y eso es lo que quiere la derecha”, declaró a la prensa local.
En estos días, hubo un escándalo que muestra la generalización del cisma. Martín Choque, un funcionario municipal del pueblo minero de Uncía, lanzó una silla lejos de un escenario para evitar que se siente en ella el expresidente Morales, mientras le decía: “Usted no puede sentarse a mi lado, porque usted ha dividido”. Posteriormente, este funcionario y su esposa fueron golpeados por miembros afines a Morales. Choque tuvo que renunciar a su cargo municipal y ella perdió el bebé que estaba esperando.
Aunque en Bolivia debe haber elecciones primarias para que los partidos definan sus candidaturas, es incierto que el MAS recurra a ellas. Al mismo tiempo que el control por parte de Morales del aparato partidario es férreo, ya cursan denuncias legales contra los estatutos que le dan tal control. Se han suspendido además los aportes de los funcionarios públicos a la organización política, que antes eran, en la práctica, obligatorios. También se ha denunciado el despido de funcionarios que simpatizan con Evo Morales de las reparticiones estatales. Estas denuncias no han sido desmentidas oficialmente.
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