La Neta Neta

Bolsonaro agita el fantasma del fraude en las próximas elecciones con videos viejos y teorías desmentidas

Jair Bolsonaro en São Paulo, el pasado 18 de julio.
Jair Bolsonaro en São Paulo, el pasado 18 de julio.AMANDA PEROBELLI / Reuters

Sembrar dudas sobre la credibilidad del sistema electoral brasileño se perfila como uno de los ejes de la campaña del presidente Jair Bolsonaro. El mandatario, que reclama cambios hace tiempo, este jueves intensificó su ofensiva al dedicar su comparecencia semanal para airear como indicios de fraude viejos videos que circulan por la red y teorías ya desmentidas por las autoridades. Para darle empaque, se acompañó del ministro de Justicia, un policía militar. Este empeño del ultraderechista por cambiar las reglas de voto es considerado una estrategia para cuestionar el recuento si pierde las elecciones convocadas para dentro de 14 meses, siguiendo el ejemplo del estadounidense Donald Trump.

El político de extrema derecha ya amenazó en la campaña de 2018 con no reconocer el resultado si no ganaba. Desde que arrancó su mandato como presidente, Bolsonaro comparece cada jueves por la noche en su canal de YouTube para presumir de logros y atacar a sus enemigos sin que nadie le cuestione. Últimamente, el objetivo preferido de sus ataques es el juez que preside el máximo órgano electoral, Luís Roberto Barroso, como antes fueron los magistrados del Tribunal Supremo o los gobernadores que impusieron restricciones ante la pandemia.

El Brasil de Bolsonaro

Esta semana, la intervención del presidente Bolsonaro también fue retransmitida por el canal de televisión gubernamental porque prometía “presentar pruebas” de fraude electoral. A la hora de la verdad, él mismo los calificó como meros indicios entre durísimos ataques contra el Tribunal Superior Electoral. Este respondió inmediatamente desmintiendo punto por punto las acusaciones, basadas en rudimentarios videos caseros grabados en elecciones pasadas, el testimonio de un supuesto programador informático y un coronel en la reserva presentado como asesor del Gobierno.

Empeñado en jugar esa carta con la mirada puesta en los comicios de 2022, el presidente ha convocado a sus seguidores a manifestarse este fin de semana a favor del voto impreso en este país que vota en urna electrónica.

Bolsonaro es muy aficionado a las provocaciones, a abrir debates infundados, con tal de desviar la atención cuando las noticias que le perjudican empiezan a acumularse. Es un patrón que sigue desde que llegó al poder, un método con el que también va erosionando las instituciones, debilitando la democracia.

Únete ahora a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites

Suscríbete aquí

Continúa perdiendo popularidad en unas encuestas que en este momento lidera Lula da Silva, el paro se sitúa en cifras récord y el Senado se prepara para retomar la comisión de investigación sobre la actuación del Gobierno Bolsonaro durante la pandemia. Con 550.000 fallecidos, Brasil es el segundo país más afectado por detrás de Estados Unidos.

La del jueves fue una presentación de dos horas en directo plagada de teorías de la conspiración, desinformación, mentiras flagrantes y medias verdades con las que el bolsonarismo siembra la confusión en la ciudadanía, crea una realidad paralela y dispara la desconfianza en las instituciones, en nombre de la transparencia, la libertad y los intereses del pueblo. Es la política nacionalpopulista 2.0.

Un editorial del diario Estadão, de derechas, sostiene este viernes que “el presidente no miente de forma casual, sino sistemática. La reacción a esto debe ser institucional, con estricta economía de improperios y exclamaciones”.

Aquí un ejemplo de cómo funciona la estrategia Bolsonaro: “¿Es justo que quien sacó a Lula de la cárcel, que rehabilitó, sea el mismo que cuente los votos en una sala secreta del Tribunal Superior Electoral? ¿Dónde está el recuento de votos públicos?”, proclamó indignado el presidente, obviando que fue el Tribunal Supremo, y no el tribunal electoral, el que juzgó al expresidente Lula da Silva y que Brasil no ha confirmado en los últimos años ningún fraude electoral relevante. Pero la duda está sembrada.

Los brasileños votan desde hace 25 años con un sistema de urna electrónica que se somete a la supervisión de los partidos e incluso a ataques de piratas informáticos antes de cada cita electoral. Pero Bolsonaro insiste desde hace años en que la urna debería generar un comprobante impreso del voto para que el elector tenga la garantía de a quién ha votado. Es un debate recurrente que en Brasil nunca ha tenido el apoyo necesario para traducirse en cambios. El Congreso debate por impulso de Bolsonaro la enésima iniciativa al respeto.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región


Source link
Salir de la versión móvil