El vicepresidente brasileño, el general Hamilton Mourão, se ha llevado a los embajadores de una decena de países de viaje a la Amazonia dos meses después de que siete países europeos advirtieran públicamente a su Gobierno de que la deforestación ahuyenta a los inversores de sus países, presión que se suma a la de fondos de inversión y de las ONG. El recorrido, que ha durado tres días y en el que han participado también los ministros de Medio Ambiente y Agricultura, ha dejado fuera las zonas afectadas por la creciente tala de árboles y los incendios.
Brasil es consciente del enorme peso que el dosier ambiental tiene en sus relaciones exteriores y comerciales para disgusto de su presidente, Jair Bolsonaro. El tour de los embajadores terminó horas antes de que en Estados Unidos Joe Biden ganara las elecciones, lo que añade presión a Brasil porque el demócrata ya ha dejado claro que reserva un lugar importante en su agenda como presidente para la lucha contra el cambio climático y la preservación de la Amazonia.
Para el embajador de la UE en Brasil, el español Ignacio Ybañez, el viaje es una buena iniciativa que contribuye “a reforzar el diálogo” en un asunto capital para los europeos. Pero recalca en declaraciones a este diario que ahora es necesario que “la voluntad política se traduzca en resultados, en hechos, para dar respuesta a la preocupación grande que existe en Europa”. Ybañez considera que “el vicepresidente es consciente de que las cifras de deforestación son altas y que tienen que tomar medidas”.
Además del representante de los Veintisiete, participaron en el viaje diplomáticos de Alemania, Francia, Suecia, Reino Unido, España, Portugal, Canadá, Perú, Colombia y Sudáfrica.
Los embajadores lamentan no haber visitado zonas deforestadas ni haberse podido reunir con representantes de la sociedad civil —apartados por el Gobierno de los órganos de supervisión de la política medioambiental—. La encargada de negocios británica, Liz Davidson, escribió en Twitter tras el viaje que espera que Mourão y los ministros implicados detallen “un plan transparente con metas cuantitativas” para afrontar el problema, “incluido reducir a cero la deforestación neta para 2030”.
Los datos anuales oficiales de bosque tropical destruido deben ser publicados en las próximas semanas. Por primera vez abarcarán un año completo de gestión de Jair Bolsonaro y las cifras preliminares indican que serán aún peores que el último balance, cuando el territorio deforestado aumento en un 30% hasta los 9.700 kilómetros cuadrados, la peor cifra en una década. Todo ello añade dificultades evidentes al proceso de ratificación del acuerdo comercial entre la UE y Mercosur alcanzado el año pasado.
El viaje de los embajadores fue criticado por varias ONG medioambientales porque se concentró en torno a Manaos y São Gabriel da Cachoeira, y no se adentró en zonas destruidas. Greenpeace incluso envió a las Embajadas una ruta alternativa a la diseñada por el vicepresidente Mourão, que desde la crisis diplomática que causaron los incendios de 2019 encabeza el denominado Consejo Amazonia, que coordina las acciones de los diferentes ministerios y organismos. La ONG, que hubiera llevado a los diplomáticos al los estados de Pará, Mato Grosso y al sur de Amazonas, sostiene que “una ruta que no incluye los desafíos y los graves daños ambientales que la región afronta es un viaje incompleto y una oportunidad perdida”.
El tour por una parte de esta región que es mayor que el territorio de la Unión Europea incluyó la visita a un zoológico, a un pelotón de frontera, al Centro de Monitoreo de la Amazonia (un organismo militar que observa con radares la región), y a un laboratorio policial que investiga delitos ambientales. El representante de la UE en Brasil alaba el compromiso con impulsar el desarrollo sostenible en esta región tan empobrecida pero añade que además “hay que imponer multas y hay que cobrarlas”, en referencia al debilitamiento de los organismos de inspección gubernamental en este vasto territorio donde la presencia del Estado es escasa. Los diplomáticos también estuvieron en la parada imprescindible para cualquier turista que visita Manaos, el punto en el que se encuentran los ríos Amazonas (que allí llaman Solimões) y Negro. Sus aguas de distinto color no se mezclan por la diferente temperatura y densidad.
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