Tarcisio de Freitas, exministro de Bolsonaro, durante un acto de campaña.MIGUEL SCHINCARIOL (AFP)
Lula da Silva, próximo presidente de Brasil, tendrá un fuerte contrapeso regional. De los 27 estados del país, la mayoría estarán en manos de gobernadores conservadores, aunque no necesariamente bolsonaristas. El Estado de São Paulo, motor económico del país y hogar de más de 46 millones de brasileños, estará gobernado por el exministro de Infraestructuras de Bolsonaro Tarcísio de Freitas. La región más poblada de Brasil siempre estuvo en manos de la derecha moderada, pero ahora da una vuelta de tuerca más y se lanza en brazos del bolsonarismo. El exministro Fernando Haddad, sustituto de última hora de Lula en las elecciones de hace cuatro años y exalcalde de São Paulo, consiguió el mejor resultado histórico del Partido de los Trabajadores (PT) en esta región hostil, pero no bastó.
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En su primera aparición pública tras su triunfo, Tarcísio Gomes de Freitas, puso, sin embargo, paños fríos a un posible enfrentamiento con Lula. “Vamos a mirar por el interés del estado de São Paulo. Entiendan que, para que podamos traer políticas públicas es fundamental aliarnos con el Gobierno federal”, dijo. “Entiendo que el resultado de las urnas es soberano. Fueron unas elecciones duras, apretadas. Y nos muestra que tenemos pensamientos que dividen el país, una más progresista y otra más conservadora. Pero el resultado es soberano”, advirtió, incluso cuando su jefe político, Bolsonaro, demoraba el reconocimiento de su derrota.
A pesar del éxito en São Paulo, la estrategia de Bolsonaro de repartir nombres fuertes de su Gobierno para consolidar el poder regional ha funcionado solo en parte. La derecha predomina, pero no es necesariamente bolsonarista. En otro estado importante, Rio Grande do Sul, el exministro Onyx Lorenzoni, que partía como favorito, fue derrotado por el actual gobernador Eduardo Leite, un joven político gay que el año pasado incluso intentó una candidatura presidencial. Leite pertenece al PSDB, que durante buena parte de la historia reciente de Brasil fue el principal partido del centro-derecha. Aunque ya no es lo que era, el partido no está muerto del todo y gobernará tres Estados: Rio Grande do Sul, Mato Grosso do Sul y Pernambuco. Es una derecha con la que Lula no tendrá tantas dificultades en dialogar.
La victoria en Pernambuco es especialmente curiosa. Raquel Lyra será una gobernadora conservadora en el Estado natal de Lula y en medio de la región más progresista del país, el noreste. La futura mandataria pasó la campaña negándose a contar a quién votaría en la segunda vuelta por miedo a perder votos, lo que sus adversarios identificaron como un apoyo a Bolsonaro. Su rival era otra mujer, Marilia Arraes, una rareza en unas elecciones marcadamente masculinas. En lo personal, Lyra tuvo que afrontar una campaña muy difícil: el día de la votación del primer turno, su marido, de 44 años, murió súbitamente.
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Para el PT, uno de los pocos triunfos sin matices llegó desde el estado de Bahía. El conocido alcalde de Salvador, ACM Neto, de centro-derecha, estuvo a punto de lograr el hito histórico de arrebatarle a la izquierda uno de sus bastiones, pero al final se impuso el candidato apoyado por Lula, Jerônimo Rodrigues. El futuro gobernador baiano empezó la campaña electoral siendo un absoluto desconocido, pero creció gracias al respaldo de Lula y a algunos tropiezos verbales de ACM Neto, un hombre de piel clara que se autodefinió como mestizo en el Estado más negro de Brasil.
De los 12 Estados que se decidían en esta segunda vuelta, cinco quedaron en manos de gobernadores abiertamente bolsonaristas (São Paulo, Mato Grosso do Sul, Rondônia, Santa Catarina y Amazonas); cuatro fueron para el PT o más afines a Lula (Bahía, Alagoas, Espírito Santo y Paraíba) y tres estarán gobernados por un centro-derecha moderado (Rio Grande do Sul, Pernambuco, Sergipe).
De los 15 gobernadores elegidos el 2 de octubre, nueve declararon apoyo a Bolsonaro y seis a Lula. En esa primera ronda, el líder de la extrema derecha ya consiguió hacerse con bastiones importantes, sobre todo Río de Janeiro, donde inició su carrera política, y Minas Gerais, el segundo Estado más poblado del país y que es clave para decantar el resultado electoral.
En Minas, se esperaba que el triunfo del gobernador Romeu Zema, un liberal que aparentaba ser neutral pero que acabó jurando fidelidad a la ultraderecha, fuera clave para conseguir votos para el presidente para decantar la balanza a nivel nacional, pero la estrategia no funcionó. Aunque Minas votó a un gobernador conservador, para presidente la mayoría de sus habitantes optaron por Lula.
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