Escribió Shakespeare que “hay hombres que nacen grandes, otros alcanzan la grandeza, y a otros simplemente se les viene encima”. Boris Johnson (Nueva York, 57 años) lleva toda su vida persiguiendo la gloria política. Intentó tocarla con el Brexit, pero dejó tras de sí una estela de división ciudadana. La pandemia le arrolló, como a otros muchos dirigentes. Su momento churchilliano ha podido llegar con la invasión de Ucrania. “Nunca había visto de un modo tan nítido en política internacional la diferencia entre lo justo y lo injusto, entre el bien y el mal”, admite a los corresponsales del diario alemán Die Welt, el italiano La Repubblica y EL PAÍS, todos ellos miembros de la alianza de medios europeos LENA. Johnson y sus ministros han estado en la primera línea de respuesta al desafío de Vladímir Putin. Los servicios de inteligencia británicos anticiparon claramente las intenciones del Kremlin, y Downing Street envió mucho antes que otros países armamento ofensivo al Gobierno de Ucrania. “Putin ha decidido redoblar su apuesta, y ve que no hay forma de salir del callejón sin salida en que se encuentra más que con la destrucción y aniquilación de población inocente”, advierte el primer ministro antes de responder a las preguntas.
Pregunta. Recibió usted la llamada del presidente Zelenski esta madrugada [del jueves al viernes] y le expresó su gran preocupación por el incidente en la central nuclear de Zaporiyia. ¿Estamos más cerca de una guerra nuclear o de un incidente nuclear?
Respuesta. Creo que debemos distinguir muy claramente entre dos cosas. Toda la cuestión sobre un posible intercambio nuclear, por así decirlo, el uso de armas nucleares, es una distracción de lo que está sucediendo en Ucrania, que es, me temo, un ataque brutal y bárbaro contra personas inocentes. Y no creo que debamos dejarnos despistar por parte de la retórica que estamos escuchando. El asunto en cuestión tiene que ver con la seguridad de las centrales nucleares y los residuos nucleares. Me preocupa que trabajemos juntos para pensar en formas con las que podamos evitar un desastre así, porque como dije, creo que sería un desastre paneuropeo. Y creo que es algo que preocupa legítimamente a todos los países.
P. ¿Y cómo podemos proteger las plantas nucleares?
R. Tenemos que dejarle claro al Kremlin que un desastre nuclear civil en Ucrania, otro Chernóbil, es un desastre para Rusia y para todo el mundo. Y por lo tanto, creo que algún sistema para proteger esas plantas, algún sistema para garantizar que los niveles de radiactividad sean monitoreados por las autoridades internacionales, como la ONU y la Agencia Internacional para la Energía Atómica, sería algo extremadamente importante.
P. Su secretario de Defensa, Ben Wallace, ha dicho que Putin se ha vuelto “completamente loco” [”full tonto”, en la expresión coloquial inglesa]. ¿Está de acuerdo con esa afirmación? ¿Es esta una estrategia calculada a sangre fría o, como acaba de decir, Putin está en un callejón sin salida, y su estado mental es de nervios y desesperación?
R. Creo que es muy difícil hacer esa lectura, abrir una ventana de su alma y tratar de imaginar lo que está pensando realmente. Recibo todo tipo de información sobre la forma en que funciona su Gobierno, su sistema, o sobre la falta de controles y equilibrios de ese sistema, o sobre la forma arbitraria en que puede tomar decisiones, y todo eso es extremadamente preocupante. Pero creo que la clave está en que claramente cometió errores de cálculo. Creo que probablemente tiene una carencia de percepción real, a pie de calle, de lo que es realmente la vida para la gente en Ucrania y de lo que la gente de Ucrania siente sobre su propio país. Es posible que no haya estado allí desde hace mucho tiempo. Era un problema de pura lógica. Porque yo sabía que los ucranios lucharían, y cualquiera que haya estado lo habría pensado por pura intuición. Tal vez ha ido perdiendo el contacto real con esta situación. Y ha cometido un error. Tiene que haber una salida, tiene que haber una solución que no implique la destrucción total, o que él continúe en este camino de destrucción total. Pero me temo que, lógicamente, es muy, muy difícil ver cuál es esa solución. Por eso he llegado a la conclusión de que debemos lograr que fracase.
P. El presidente francés, Emmanuel Macron, es el único líder que todavía está hablando con Putin. ¿Cree que esto es algo conveniente? Lo que le cuenta, ¿le preocupa?
R. Creo que la unidad de Occidente ha sido una de las cosas más importantes que han ocurrido. Antes de que comenzara la invasión, estábamos trabajando junto con Emmanuel para comprender cuáles serían las implicaciones. Es muy importante que sigamos trabajando, particularmente con los estadounidenses, para compartir presunciones y prioridades sobre el conflicto. La lección de la historia desde 1914, hasta Bosnia y más allá, es que, lamentablemente, los conflictos europeos más espantosos no se resuelven sin cierta medida de interés y liderazgo estadounidenses. Eso va a ser muy importante también en estos momentos.
P. Entonces, ¿es bueno que Macron todavía esté hablando con Putin?
R. Creo que es importante que se preserve la unidad de Occidente. Estoy seguro de que Emmanuel no se está desviando de esa posición de unidad.
P. Usted dijo que Putin debía fracasar. ¿Pero no debería también caer, quiero decir, perder el poder, para acabar con todo esto? ¿Cómo puede Occidente hacer que suceda? ¿Debería animar a la oposición rusa a rebelarse?
R. Hay dos cosas que debemos delimitar de modo estricto. No debemos caer en la trampa de enmarcar esto como un conflicto entre el pueblo ruso, o Rusia, y Occidente, o incluso entre Putin y la OTAN, o Putin y Occidente. No se trata de eso. Esa es una categoría en la que no debemos caer. Se trata de ayudar al pueblo ucranio a protegerse a sí mismo, a proteger sus vidas, sus familias y su independencia. Número dos: creo que es muy importante que la gente vea que este es el objetivo delimitado y completo de nuestra agenda. No hay más agenda. No podemos pensar así. Los acontecimientos en Moscú o en la política rusa son simplemente imprevisibles. De hecho, eso sería una distracción total. Permítanme ser muy claro: no se trata de intentar hacer nada para acortar la carrera política de nadie en Moscú. Por el contrario, se trata simplemente de tratar de proteger a la gente de Ucrania y brindarles la ayuda que necesitan.
P. Usted dijo en la Cámara de los Comunes que Putin es un criminal de guerra. ¿Debería Occidente aspirar a poner a este criminal de guerra ante un tribunal internacional, como Milosevic ante el Tribunal de La Haya, o los nazis en el juicio de Nuremberg?
R. Ciertamente creo que existe una estrecha analogía entre el comportamiento de Putin y los últimos años de Slobodan Milosevic. Es muy interesante que ambos líderes estuvieron en el poder durante mucho tiempo, ambos cada vez más autócratas, ambos buscando apuntalar su posición interna, y para ello fundaron una gran causa nacionalista. Slobodan Milosevic identificó el lugar de nacimiento del nacionalismo serbio, de hecho de la nación serbia, en Kosovo Polje, y convenció a su pueblo con esta idea descabellada de que necesitaba ser rescatado y liberado. Hay una especie de analogía muy estrecha entre ese error catastrófico y lo que el presidente de Rusia ha estado diciendo sobre Kiev y los orígenes de la religión, la cultura y la civilización rusas y sus objetivos en Ucrania. Pero cuando se trata del Tribunal Penal Internacional, es un asunto que le compete a ella. Tendrá que haber una recopilación de pruebas. Si hay evidencia del uso de municiones ilegales, bombas de racimo, armas de largo alcance…, esto claramente tendrá que ser trasladado a Holanda.
P. ¿Y a quién corresponde hacer eso?
R. Creo que debemos ser bastante limitados en lo que nos proponemos hacer. Porque nunca he visto en mucho tiempo una diferencia tan clara entre lo justo y lo injusto en la política internacional, o una diferencia tan clara entre el bien y el mal. En el momento en que comenzamos a introducir otro tipo de consideraciones políticas en Moscú, o cualquier consideración geoestratégica, perdemos la nitidez y el enfoque.
P. Usted descartó una zona de exclusión aérea el otro día en la frontera de Polonia con Ucrania, porque sería una confrontación directa muy peligrosa entre Occidente y Rusia. Pero, ¿cuántas muertes y brutalidades de Putin podemos permitir? ¿Cuál es la línea roja para que Occidente intervenga?
R. Si pensamos en unas pocas semanas atrás, nadie se hubiera imaginado que tantos países europeos ahora estarían haciendo lo que hizo el Reino Unido y enviando armas. No creo que nadie hubiera imaginado que el canciller alemán hiciera un discurso como el que ha hecho. Y que Alemania estuviera en la posición que ahora está. Las cosas están cambiando. Y eso se debe a la indignación y el disgusto de la gente por lo que está sucediendo en Ucrania. Lo que trato de decir es que Occidente ya ha avanzado mucho. Y está muy unido. Pero queda un larguísimo camino por delante para la idea de cualquier tipo de confrontación directa entre las fuerzas occidentales… entre las Fuerzas Armadas del Reino Unido, Italia, Alemania o España, y las fuerzas rusas. Las consecuencias de una decisión así serían muy difíciles de controlar y gestionar. No sabríamos dónde terminaría. Y los riesgos de error de cálculo son enormes. Tenemos que mantener un límite, tenemos que mantener un límite conceptual en lo que estamos haciendo. Eso no significa que no nos importe apasionadamente, o que no haremos todo lo posible dentro de los parámetros que hemos establecido para tratar de cambiar las probabilidades a favor de las víctimas. Y lo haremos. Pero creo que no hay ningún país occidental, que yo sepa, que actualmente esté considerando enviar combatientes a ese teatro del conflicto. Esa es la realidad. No está en la agenda.
P. Así que una zona de exclusión aérea sigue siendo una idea…
R. El problema con la zona de exclusión aérea es precisamente ese. Lógicamente, implica el derribo de aviones rusos. Y, de nuevo, estaríamos atrapados en una lógica de confrontación.
P. La crisis de Ucrania, en cierto sentido, ha reparado muchas heridas y muchas relaciones rotas entre el Reino Unido y la Unión Europea. ¿Diría usted eso? Sobre todo, después de todo lo que pasó a partir del Brexit…
R. Creo que lo que hacen todas las crisis es revelar las verdaderas relaciones. A veces, si una familia atraviesa un gran trauma, la verdadera fuerza del afecto entre los miembros de la familia y la forma en que trabajan juntos puede volver a revelarse repentinamente. Y creo que eso es probablemente lo que está sucediendo ahora.
P. ¿Debería el Reino Unido aumentar la cooperación en proyectos militares con la UE, como han anunciado EE UU, Canadá o Noruega?
R. Las últimas semanas han demostrado que la OTAN es más fuerte que nunca y más relevante que nunca. Putin no solo calculó mal con respecto al pueblo de Ucrania, sino que calculó mal al pensar que iba a debilitar a la OTAN al invadir Ucrania. La está fortaleciendo. El gasto en defensa está aumentando. Y la OTAN es el formato para eso, porque tiene una estructura de comando y las tropas del Reino Unido pueden colocarse bajo su mando. El Reino Unido no desea explorar una alternativa a algo que ya existe, que funciona, que tiene líneas claras.
P. ¿Cree que todos los países de la UE deberían dejar de comprar gas y petróleo a Rusia?
R. Eso sí que es increíblemente difícil. Y es importante que nosotros en el Reino Unido no parezca que sermoneamos a países que claramente tienen una dependencia masiva de los hidrocarburos rusos. No es solo en Alemania o Italia. Todos los países europeos tienen cierta dependencia. Nosotros también les compramos algo, pero es mucho menos de lo que solíamos. Creo que necesitamos una estrategia colectiva en Europa y en Occidente. Una estrategia para diversificar esta dependencia. Y creo que escuchando al canciller alemán está claro que está de acuerdo con eso. Y creo que habrá un programa. Y habrá un calendario. Pero no será fácil. Hay otras fuentes energéticas, en América del Norte y Canadá. En el Golfo. Hay maneras de hacer esto. Y hay formas en las que podemos trabajar juntos para producir más energías renovables. No es fácil, y para nuestros votantes será difícil.
P. Su Gobierno ha anunciado ya duras medidas contra entidades y oligarcas rusos, pero Roman Abramóvich sigue conservando su patrimonio. ¿Por qué no actúan contra él como ha exigido la oposición laborista?
R. Nadie quiere vivir en un país donde el Gobierno pueda quitarte la casa sin acumular indicios sólidos en tu contra y sin el proceso debido. No tiene sentido lanzarse a por alguien para darse de bruces con un batallón de abogados. Así que tenemos que hacerlo bien. Y estamos tratando de no hacer esto solo contra un individuo. Una de las medidas principales del paquete legal que vamos a aprobar el próximo lunes es que podremos utilizar las disposiciones aprobadas en la UE contra los oligarcas para detenerlos aquí también.
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