Boris Johnson clásico hasta el último minuto. A primera hora de la mañana de este martes, el político británico conservador más popular de las últimas décadas se ha rodeado de fieles y amigos ante el número 10 de Downing Street, sede y residencia del primer ministro del Reino Unido, para despedirse de la nación, en un discurso como todos los suyos, plagado de bromas y citas clásicas, pero sin la menor señal de contrición. Un espectador ajeno a la realidad de los últimos meses hubiera pensado al escucharlo que Johnson ponía fin, con broche de oro, a un mandato brillante, en vez de haber tenido que dimitir abruptamente cuando la ola de escándalos en su Gobierno acabó abochornando a su partido y a los ciudadanos. “Eso es todo, amigos”, ha dicho ante decenas de medios.
“El testigo acaba de ser entregado, en lo que nadie esperaba que acabara siendo una carrera de relevos. Decidieron cambiar las reglas a mitad de recorrido, pero eso ya no importa ahora”, ha reprochado Johnson a todos los diputados conservadores que concluyeron finalmente, a mediados de julio, que había llegado el momento de pulsar el botón nuclear y provocar la dimisión del primer ministro. Hasta el final, Johnson se ha mostrado convencido de que gozaba de un firme mandato —su victoria fue arrolladora en las elecciones generales de 2019—, y de que su caída fue el movimiento irresponsable y frívolo de un conjunto de conspiradores.
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Aun así, Johnson, que partía de inmediato al castillo de Balmoral, en las Tierras Altas escocesas, para comunicar a Isabel II su dimisión, ha querido tener palabras de apoyo a su sucesora, Liz Truss, a la que prometía su “más ferviente apoyo”. Será ella, poco después, la que también celebre audiencia con la reina, para recibir el encargo de formar un nuevo Gobierno en su nombre. A las cinco de la tarde, hora peninsular española, la nueva primera ministra dará su propio discurso a la nación, también a las puertas de la residencia de Downing Street.
“Es un momento duro para la economía, y para las familias de todo el país, pero podemos y lograremos salir de esto más fuertes. Pero debo decir a mis colegas conservadores que ha llegado el momento de acabar con las maniobras políticas. Debemos respaldar todos a Liz Truss, a su equipo y a su programa de Gobierno, y responder ante los ciudadanos”, decía el primer ministro saliente.
Boris Johnson y su esposa, Carrie Johnson, abandonan Downing Street, este martes.
TOLGA AKMEN (EFE)
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Ante su esposa, Carrie, y sus aliados más fieles en tres años de Gobierno, Johnson ha repasado los que considera logros incuestionables de su mandato: la victoria en las urnas de 2019, la conquista definitiva del Brexit, la nueva firmeza del Reino Unido en la escena internacional o la lucha contra la pandemia. Las palabras del primer ministro saliente, sus bromas y sus citas eruditas, dejaban, como siempre, un mensaje abierto a interpretaciones varias. “En lo que se refiere a la carrera futura, o a la posibilidad de un regreso, dejadme decir que soy como uno de esos cohetes espaciales que, cumplida su misión, volverá a adentrarse suavemente en la atmósfera para acabar cayendo en alguna oscura y remota esquina del Pacífico”, decía. Pero a continuación recurría a un personaje al que ya citó en varias ocasiones, al final de su carrera como alcalde de Londres. “Como Cincinato, vuelvo a mis tareas de campo”, decía, en recuerdo de aquel patricio romano, ejemplo de rectitud y honradez, que volvió a ser reclamado por el Senado para ejercer por segunda vez de dictador de Roma. Ha sido esta segunda derivada, no la de la retirada tranquila a sus dominios rurales, la que ha inquietado a los rivales de Johnson, que nunca se acaban de creer que salga definitivamente de la escena política, después de haber ocupado un lugar privilegiado durante las últimas décadas.
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