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Boris Johnson sufre su mayor derrota electoral desde que llegó al Gobierno


La magia electoral del primer ministro británico Boris Johnson se ha agotado. Los votantes de la circunscripción de North Shropshire, que este jueves han acudido a las urnas para renovar su escaño en la Cámara de los Comunes, han asestado a la credibilidad del primer ministro un golpe del que le costará levantarse. La semana en la que casi 100 diputados conservadores se rebelaron contra el Gobierno y votaron en contra de sus medidas contra la variante ómicron termina con la peor pesadilla de todas las posibles para Johnson: que los electores, cansados de sus gracias y sus chistes y hartos por los recientes escándalos, le hayan dado la espalda. “Hoy, los ciudadanos de North Shropshire han hablado en nombre de todos los ciudadanos británicos”, anunciaba esta madrugada, cuando ya se había confirmado su victoria, la candidata liberal-demócrata, Helen Morgan, de 46 años. “Lo han dicho de un modo alto y claro: Boris Johnson, se acabó la fiesta. Tu Gobierno se ha basado en mentiras y fanfarroneo, y se le exigirán responsabilidades. Será escrutado y desafiado y puede ser derrotado”, decía Morgan.

North Shropshire convocó la llamada by-election (elecciones parciales) después de que el diputado conservador que había representado a esta circunscripción durante más de dos décadas, Owen Paterson dimitiera y abandonara su escaño el pasado 5 de noviembre. Su caso fue precisamente el inicio de una cuesta abajo catastrófica para Johnson, que ha visto cómo se hundía su popularidad entre los votantes y se venían abajo las expectativas de voto del Partido Conservador. Ante el castigo decidido contra Paterson por la Comisión de Ética Parlamentaria, después de que quedara demostrado que había cobrado decenas de miles de euros de dos empresas cuyos intereses defendió en la Cámara de los Comunes —una de ellas los laboratorios Randox, enriquecidos con los test de la pandemia—, Johnson cometió el error de forzar a sus diputados a votar una enmienda que cambiaba las reglas de investigación ética y salvaba el cuello a su amigo Paterson.

Fue tal la ola de indignación desatada que, en menos de 24 horas, el primer ministro se arrepintió, se echó atrás y forzó la dimisión de Paterson. Decenas de diputados conservadores, muchos de ellos recién incorporados a sus escaños después de la victoria electoral de 2019, expresaron su rabia por haber dilapidado parte de su prestigio en respaldar una torpe maniobra del Gobierno.

Lo peor estaba por llegar. North Shropshire es una circunscripción rural de voto profundamente conservador, que ha respaldado al candidato de los tories en los últimos 200 años. En las últimas elecciones generales, Paterson había obtenido una ventaja de 23.000 votos respecto a su directo rival, el candidato laborista. Los liberal-demócratas habían quedado en una modesta tercera posición.

En la votación de este jueves, Morgan, una contable que vive con su familia en Harmer Hill, en el corazón de la circunscripción —se la ha pateado a conciencia estos meses— ha sacado a los conservadores una ventaja de 18.000 votos aproximadamente, con lo que su vuelco electoral ha supuesto un espectacular 34% respecto a los resultados de las elecciones generales de 2019. El candidato conservador, Neil Shastri Hurst, un médico militar de 38 años, ha logrado apenas 12.000 votos. El principal partido de la oposición, el laborista, ha quedado relegado de la competición con un respaldo de apenas 3.000 votos. Ha quedado claro que los electores han votado de modo táctico a la candidata que más daño podía infligir al Gobierno de Johnson.

Roger Gale, un veterano diputado conservador, era de los primeros en lanzar a Johnson una seria advertencia en Twitter: “Estas elecciones han mostrado la verdadera rabia de los votantes contra Downing Street. El primer ministro dispone ahora del receso navideño para reagrupar fuerzas. Nadie desea un cambio de liderazgo en medio de una pandemia, pero un golpe más como este, y [Johnson] está fuera”, ha escrito Gale.

El Comité 1922, el grupo parlamentario que concentra a los diputados conservadores sin cartera en el Gobierno, ha comenzado ya a recibir cartas que solicitan una moción interna de confianza contra Johnson. Según las costumbres de la Cámara, cuando la dirección del comité recibe 54 textos en esa línea está obligada automáticamente a convocar la moción. Ya ocurrió con la ex primera ministra, Theresa May, o con Margaret Thatcher. Ambas superaron el desafío, pero aquel golpe fue el principio del fin de sus carreras políticas. El número de cartas que se va acumulando es anónimo, y no se sabe hasta que el mecanismo de la moción se activa. Varios medios británicos cifran en un par de decenas las enviadas contra Johnson, muy lejos aún del número que activaría la votación.

La línea argumental del Partido Conservador, para responder a un duro golpe electoral como el sufrido, ha sido la de señalar que este tipo de elecciones siempre se utilizan para castigar al Gobierno, y que el electorado de North Shropshire, profundamente conservador, volverá al redil en los próximos comicios generales. “Es obvio que los votantes de North Shropshire están hartos y nos han dado una seria patada”, ha admitido en la BBC Oliver Dowden, presidente del Partido Conservador. “Pero este resultado no supone aún un cambio de tendencia general drástico”, ha añadido. A nadie se le escapa que el desafío ha sido de una dimensión poco habitual, y que ha servido para poner en cuestión la principal baza por la que los conservadores han respaldado siempre a Johnson: su habilidad para ganar elecciones.

Quedan por delante análisis sociológicos más profundos sobre el resultado de estas elecciones, pero algunos conocedores del terreno han señalado un detalle paradójico: North Shropshire era territorio Brexit, con un amplio respaldo a la salida del Reino Unido de la UE. Los nuevos acuerdos comerciales negociados por el Gobierno de Johnson con Australia o Nueva Zelanda, para sustituir la pérdida del mercado interior comunitario, han irritado a la comunidad ganadera inglesa, que considera amenazados sus intereses por productos como el cordero australiano.

Downing Street confía en que el receso navideño logre rebajar la tensión vivida estas semanas en los cenáculos políticos de Londres, y que Johnson sea capaz de reconducir la situación. Pero la amenaza de la variante ómicron sigue apuntando a un invierno duro, y los escándalos de los últimos días —fiestas prohibidas en la sede del Gobierno, durante el confinamiento; o dinero dilapidado en decorar el apartamento oficial de Johnson― siguen pesando sobre la credibilidad de un primer ministro que está en estos momentos por los suelos.

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