Ucrania, uno de los mayores graneros del mundo, lleva meses sin poder exportar cereales al ritmo que lo hacía antes de la guerra y la situación mantiene en alerta máxima a la Unión Europea, cuyo Alto Representante para la Política Exterior, Josep Borrell, ha acusado este lunes al régimen de Vladímir Putin de utilizar el hambre “como un arma” contra el resto del mundo. “Esto es un verdadero crimen de guerra”, ha denunciado el jefe de la diplomacia europea.
El cerrojazo en torno al país provocado por la invasión de Rusia contribuye a formar en el horizonte una tormenta alimentaria de efectos impredecibles en otras latitudes y con capacidad de volver a territorio europeo recrudecida como un bumerán: las capas de esta tempestad van desde posibles hambrunas en los países del sur global a las revueltas sociales por el precio del pan y las consiguientes olas migratorias o incluso conflictos a medio plazo.
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“Es inconcebible, no se puede imaginar que millones de toneladas de trigo sigan bloqueadas en Ucrania mientras en el resto del mundo la gente sufre de hambre”, ha añadido Borrell durante una comparecencia justo antes de un encuentro de ministros de Asuntos Exteriores de la UE en Luxemburgo.
La invasión rusa ha provocado que cerca de 20 millones de toneladas permanezcan en los silos y puertos del país, bloqueados y sin posibilidad de viajar al exterior a través del Mar Negro, la vía tradicional, la más rápida e inmediata, a los mercados de alimentos mundiales. Y con la cosecha de este verano a la vuelta de la esquina, la UE teme que en los próximos meses ya no haya hueco para almacenar la nueva recolecta o que incluso los agricultores ucranios decidan dejar de sembrar los terrenos por falta de perspectiva económica.
Hasta que Rusia plantó sus botas en Ucrania, este país representaba el 10% del mercado mundial de trigo, el 13% del de cebada, el 15% del de maíz, además de producir más del 50% del aceite de girasol del mundo, según datos de la Comisión Europea.
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Desde Bruselas se han barajado en las últimas semanas todo tipo de soluciones para reabrir las compuertas comerciales del grano ucranio, incluida la puesta en marcha de una misión naval que escolte el paso de buques graneleros desde Ucrania a través de un Mar Negro sembrado de minas y vigilado de cerca por la Armada de Rusia. El bloque comunitario confía de momento en que la solución llegue con el aval de Naciones Unidas y la ayuda de Turquía, un actor regional clave para atravesar el paso del Bósforo.
Pero la situación, en estos momentos, plantea un bloqueo estratégico propio del dilema del prisionero: Rusia aceptaría abrir una vía para el paso de cereales en el Mar Negro siempre y cuando Ucrania acepte desminar los puertos; pero resulta difícil que Kiev acepte dar este paso, pues teme que Rusia aproveche para adentrarse con sus buques de guerra hasta los territorios costeros del país que aún no domina.
La crisis alimentaria, además, se ha convertido en el centro de una batalla de narrativas entre Rusia y los Veintisiete, que la UE ve con preocupación: algunos países en vías de desarrollo, afectados por la carestía de cereales y el zarpazo de los precios, han asumido a pies juntillas el relato ruso, según el cual las sanciones de la UE son el origen de la crisis y el cerrojo al flujo de alimentos. “Rusia está bloqueando los puertos ucranios, no nosotros”, ha replicado Borrell tras el encuentro. “Rusia está destruyendo puertos y almacenes de alimentos e infraestructuras de transporte, no nosotros”.
Catherine Colonna, ministra de exteriores de Francia, país que ejerce este semestre la presidencia del Consejo Europeo, se ha pronunciado en la misma línea antes del encuentro con sus homólogos. Ha asegurado que Francia apoya los “esfuerzos” del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, que lidera los cauces diplomáticos para abrir una vía de tránsito. Y ha asegurado que sería “útil” que el acuerdo fuera rubricado con una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. “Hay demasiados riesgos al dejar el grano ucraniano bloqueado. Esto es peligroso no solo para la región de Oriente Medio, sino también para la estabilidad del mundo en general”, ha zanjado Colonna. “Rusia debe dejar de jugar con el hambre en el mundo”.
La crisis alimentaria y la búsqueda de vías para exportar el grano han sido este lunes dos de los temas candentes sobre la mesa de los 27 ministros. El encuentro ha servido, además, de calentamiento para la cumbre europea del próximo jueves y viernes, la última en la que se verán los jefes de Estado y de Gobierno antes del parón del verano, y en la que tendrá lugar el esperadísimo ―y divisivo― debate sobre la concesión a Ucrania del estatus como país candidato a la UE, después de que la Comisión Europea recomendara el pasado viernes dar el paso, aunque con matices y condiciones.
La ministra francesa ha asegurado que París apoya también esta posición, y la hace extensible a Moldavia, que también recibió el viernes pasado el aval del Ejecutivo comunitario. “El dictamen de la Comisión considera que Ucrania y Moldavia, sobre la base de los progresos realizados por ellos y acompañados de una futura hoja de ruta, pueden ser reconocidos como candidatos. Es también la posición de Francia”, ha asegurado. “Es un imperativo político y estratégico, pero también moral”.
Por su parte, Borrell no ha querido dar pistas sobre ese debate: hay un buen puñado de países en contra de la candidatura (como Suecia, Dinamarca, Países Bajos o Portugal) y varias voces escépticas, como Austria. “Los líderes tendrán que discutirlo”, ha despejado el Alto Representante. “No puedo anticipar los resultados, pero no he oído a nadie oponerse”.
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