Seguidores de Bolsonaro, concentrados este jueves ante el cuartel general del Ejército en Brasilia reclamando una intervención militar.DIEGO VARA (REUTERS)
Comienza oficialmente la transición en Brasil lejos del ruido de las menguantes protestas bolsonaristas por la derrota electoral de su líder. El equipo del futuro presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, se ha reunido este jueves en Brasilia con dos ministros del Gobierno de Jair Bolsonaro, que perdió con un margen estrecho las elecciones más reñidas de la historia de Brasil. “Ha sido una conversación bastante provechosa. Muy objetiva”, ha declarado el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, al que Lula ha nombrado coordinador del equipo para el traspaso de poderes tras la reunión en el palacio de Planalto. Los representantes del Partido de los Trabajadores (PT) regresaban por primera vez a la sede del Gobierno desde la destitución de Dilma Rousseff, en 2016.
Uno de los ministros, el general en la reserva Luiz Eduardo Ramos, los felicitó por el triunfo, a diferencia de su jefe, que, tras un silencio de casi 48 horas, evitó reconocer de palabra su derrota y felicitar al vencedor, pero al mismo tiempo autorizó a su Gabinete a iniciar la transición. El ultraderechista hacía un ejercicio de equilibrismo para contentar a sus seguidores más ultras, motor del movimiento que encabeza, y cumplir la ley.
Las protestas de los bolsonaristas convencidos de que hubo fraude van poco a poco amainando después de que el presidente les pidiera el miércoles por la noche que levantaran los cortes de carretera porque “perjudican el derecho a ir y venir” de la ciudadanía y a la economía. Acto seguido, avaló las protestas pidiendo una intervención militar para evitar que Lula, un izquierdista que lidera una amplia coalición, asuma el poder al decir que “las otras protestas, las manifestaciones que está habiendo por todo Brasil, son bienvenidas, son parte del juego democrático”. El presidente prefiere fijarse en que son pacíficas y obviar su carácter golpista.
Unos cientos de personas se han concentrado de nuevo este jueves ante el cuartel general del Ejército en São Paulo en un ambiente de romería. Muchas menos que la víspera, festivo, cuando hubo concentraciones similares en muchas capitales. El himno nacional suena por los altavoces, hay una pancarta con el lema “SOS Fuerzas Armadas. Necesitamos vuestra ayuda”, y un grupo reza el Padre nuestro junto a un joven que sostiene una cruz. La mayoría de los presentes luce canas.
Mientras, el Tribunal Superior Electoral se apresura a cerrar, con ayuda de las grandes tecnológicas, los grupos en redes sociales que están convocando y coordinando las movilizaciones. El presidente del tribunal, Alexandre de Moraes, ha dicho este jueves que “quien conteste la elección en actos antidemocráticos será tratado como un delincuente”.
La estudiante de odontología Joyce Tamares, de 24 años, que lleva una bandera de Brasil a modo de capa, recalca que “manifestarse no es un delito” y avisa: “Si desgraciadamente Lula llega al poder, habrá un impeachment, como con Dilma (Rousseff, destituida en 2016)”. Explica que se moviliza porque considera que hubo fraude desde el momento en que Lula fue autorizado a concurrir a las elecciones.
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Eduardo Heleno, especialista Estudios Estratégicos y Defensa, recuerda que las manifestaciones ante los cuarteles, como las del miércoles por todo el país, no son novedad. Bolsonaro ya lideraba en los noventa en Río de Janeiro protestas de esposas de soldados reclamando salarios dignos.
Así interpreta este experto las señales emanadas de las Fuerzas Armadas y las policías militares desde que los brasileños votaron y decidieron que a partir del 1 de enero Lula asuma un tercer mandato. “Tenemos un silencio de los máximo jefes de las Fuerzas Armadas, lo cual significa más respetar las instituciones y el resultado electoral que apoyar a Bolsonaro. La iniciativa del vicepresidente, el general (Hamilton) Mourão, de iniciar la transición con Geraldo Alckmin aisló aún más a Bolsonaro. Y los coroneles de las Policías Militares han sido importantes para lograr la reducción de los bloqueos (de carreteras)”, detalla.
Entre la soldadesca, el humor es otro: “En las escalas inferiores existe un declarado apoyo a las protestas, más visible en la policía, pero presente en las Fuerzas Armadas, y eso es preocupante a corto, medio y largo plazo”.
Explica Heleno que los llamamientos a la intervención militar se basan en una interpretación equivocada del artículo 142 de la Constitución que, convertida en fake news, caló hace tiempo en las filas del bolsonarismo. Y apunta a una grave consecuencia: “Existe una generación de mandos medios (de las Fuerzas Armadas) influida por esa manipulación maniquea que entiende que la izquierda política es un enemigo, una fuerza política que debe ser limitada por los militares con apoyo popular”.
Prueba del alcance de la desinformación, el Ejército ha triplicado sus seguidores en Instagram (de dos a seis millones) desde el lunes porque circuló por redes que, si lograban 20 millones, intervendría.
Los organizadores de las protestas, que se esconden en el anonimato, pretenden mantener la presión al menos hasta el domingo. Pueden contar con el abogado Émerson Silva, de 49 años, que llega a las puertas del cuertel general del Ejército en São Paulo en moto directo del trabajo. Estuvo el miércoles, pretende regresar el viernes y no descarta plantarse con una tienda de campaña el fin de semana. Argumenta que las elecciones en urna electrónica violaron una serie de principios constitucionales como el de transparencia. Para Silva y buena parte de los seguidores de Bolsonaro la prueba del fraude son las multitudes que el candidato ultraderechista reunió a lo largo de la campaña, a diferencia de los mítines del izquierdista Lula, menos concurridos siempre, según ellos.
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