Según datos de la OCDE, en México, la brecha salarial es de 13%, es decir, por cada 100 pesos que recibe un hombre en promedio por su trabajo al mes, una mujer recibe 87. Por otro lado, las mexicanas participan con 44% en la actividad económica, cifra por debajo del promedio de los países de la OCDE (56%).
Bajo ese contexto, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) creó la Comisión de Inclusión y Diversidad, que tiene el objetivo de sumar esfuerzos con autoridades, sociedad civil y academia. Se trata de promover una agenda integral y transversal en las empresas, para incluir a grupos tradicionalmente excluidos (mujeres, adultos mayores, personas con discapacidad y comunidad LGBT+), pero sobre todo para romper con la brecha salarial que existe entre hombres y mujeres.
“Gran parte del trabajo inicial de la comisión fue poner el suelo parejo; empezamos por formar comisiones y representantes de inclusión y diversidad en cada uno de los organismos con los que trabaja el CCE”, explica Laura Tamayo, coordinadora de la Comisión de Inclusión y Diversidad del CCE.
Una de las principales causas de la brecha salarial reside en los roles de género tradicionales: las mujeres invierten 2.6 veces más tiempo que los hombres en tareas de cuidado no remuneradas.
“El primer paso para enfrentar la desigualdad dentro de las empresas es reconocer que existe un problema y analizar en dónde se está parado dentro de la paridad salarial y temas de inclusión y diversidad”, asegura Tamayo.
A pesar de que algunos organismos empresariales como COPARMEX sí cuentan con una agenda de inclusión y diversidad, aún falta generar una cultura de trabajo que identifique a los empleados y los motive a alcanzar el máximo de su potencial, sin importar las diferencias de género, raza o edad.
Con el fin de cumplir con la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030, el CCE y el Pacto Mundial México publicaron una serie de guías de implementación en diversidad e inclusión con el objetivo de impulsar a los organismos empresariales a buscar dentro de sus empresas la igualdad de género en 5 ejes de trabajo: brecha salarial, participación económica de la mujer, violencia de género, equilibrio personal y laboral, y programas inclusivos.
Así, que una empresa haga o no un cambio depende en gran medida, “casi en un 70%”, de la voluntad de la dirección, asegura Tamayo. Si los presidentes o directores generales creen en la necesidad de atacar este problema de manera integral, es muy probable que se vea la implementación de estos protocolos.
Asimismo, aclara que los temas de inclusión y diversidad no son ningún tipo de filantropía o responsabilidad social pues atañen directamente a la productividad y al desarrollo de una empresa. “Son estrategias de negocios, una inversión que genera valor y mayores ganancias a futuro”, complementa.
“Las empresas internacionales entienden esto, ven el problema de inclusión y diversidad como algo positivo, algo que a las empresas mexicanas les falta aprender”, dice la Coordinadora. “En la medida en que los empresarios y las empresarias vean esto como parte del ADN del negocio, es en la medida en la que vamos a poder cambiar las cosas.”
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) estima que, para 2030, el PIB podría ser 15% mayor si el gobierno y el sector privado implementaran acciones para sumar a 8.2 millones de mujeres a la economía, y, si se cerraran las brechas laborales, el PIB podría tener un aumento de hasta 35%.
En 2022, la comisión del CCE quiere poner el tema de la brecha salarial en la mesa; ofrecer guías, planes y programas, para entender el problema e identificar las acciones a seguir para que las empresas puedan resolver este tipo de discriminación.
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