Brigitte Macron, el elegido papel en la sombra de la primera dama de Francia


Si no llega a ser porque fue de la mano de Emmanuel Macron a celebrar a los pies de la torre Eiffel la victoria de su marido como presidente reelecto de Francia, algunos podrían haber tenido la tentación de olvidar que Brigitte Macron sigue ahí. Al contrario que en 2017, la primera dama francesa ha hecho gala en esta última campaña electoral de una extremada discreción. Se la ha visto poco y se ha hablado de ella menos aún. Algo que sorprende en vista de la gran atención que concentró hace cinco años, pero que, en el fondo, es coherente con el papel muy en la sombra que ha ejercido durante el primer mandato de su marido.

En segundo plano, pero ni apagada, ni desenfocada. Porque si se mira bien, Brigitte Macron siempre está allí, sigue siendo el faro de Emmanuel. Ella es la persona a quien primero se dirige el presidente con sus dudas —”le doy mi opinión y luego él hace lo que quiere”, ha contado ella— y sus convicciones, a quien miró y besó nada más conocer su nueva victoria electoral el domingo pasado. Esa victoria que los llevará a vivir otros cinco años más en el Elíseo, a la vista de todos pero, al mismo tiempo, guardando celosamente su intimidad.

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Si de algo han hecho gala los Macron durante el primer quinquenio, es de discreción. Hasta el aburrimiento. Los Macron llegaron tras dos presidencias salpicadas de escándalos personales: el conservador Nicolas Sarkozy (2007-2012) se divorció y se volvió a casar, con la modelo y cantante Carla Bruni, durante su mandato, y el socialista François Hollande (2012-17) dejó a su pareja, la periodista Valérie Trierweiler, cuando fue pillado saliendo en moto del Elíseo a ver a la que hasta hoy sigue siendo su compañera, la actriz Julie Gayet. A su lado, los inquilinos actuales del Elíseo dan ganas de bostezar.

Y eso que en su momento provocaron jugosos titulares. Empezando por su nada ortodoxa relación: ella, 24 años mayor que él, era su profesora de teatro cuando se conocieron y enamoraron, cuando él tenía 16 años y era compañero de clase de Laurence, la mediana de los tres hijos de Brigitte. Ella estaba en la época casada con un banquero de Amiens de quien se acabaría divorciando para seguir hasta París a Emmanuel, con quien se casó en 2007. Una década después, eran conscientes de que, lo quisieran o no, e independientemente de que llevan juntos toda la vida (en el caso de él, casi literalmente), su relación iba a ser pasto de la prensa de todos los colores si él se presentaba a las elecciones. Así que optaron por dar ellos el primer paso: asesorados por la otrora todopoderosa jefa de paparazis Mimi Marchand, ofrecieron portadas destinadas a saciar esa curiosidad que provocaban, como una de ella en bañador paseando por la playa en Paris Match.

Pero el Emmanuel Macron que se postulaba a un nuevo mandato no es ya el Emmanuel Macron de hace cinco años, cuando se presentaba como una joven promesa de frescura con ganas de cambiarlo todo. Ahora es el primer presidente que ha logrado por primera vez en 20 años ser reelegido —tras una campaña muy breve y con muy pocos mítines, otro de los motivos de que se haya visto tan poco a su mujer— y que llega con todo el lastre de su primer gobierno. No habrá mudanza, porque llevan ya cinco años viviendo en el Elíseo, y no habrá, en ese sentido, cambio nuevo previsible. Y su mujer ya sabe lo que le espera.

“Los franceses no me han elegido a mí”

“He aprendido a no hablar abiertamente de cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier momento, lo que para mí constituye un esfuerzo colosal, porque hablo mucho. Todo lo que digo, o lo que no digo, puede ser recogido e interpretado”, contaba en una entrevista con Madame Figaro a finales de enero, cuando aún no había despegado la campaña presidencial.

La clave de su discreción la daba, sin embargo, en una reflexión posterior: “Soy la mujer del presidente de la República, que es el presidente de todos los franceses. Los franceses no me han elegido a mí, y soy perfectamente consciente de ello. Es mi tarea encontrar mi sitio y ayudar ahí donde puedo, en el campo de la salud, de la cultura, la educación, especialmente”, explicaba esta profesora retirada de literatura, que celebró su 69 cumpleaños el 13 de abril, en plena segunda vuelta de las presidenciales.

Quizás las cosas —y el papel de Brigitte Macron— hubieran sido diferentes si su marido hubiera logrado su objetivo de proporcionarle al puesto de primera dama de Francia un estatus y presupuesto propios. Pero tuvo que dar marcha atrás en vista del rechazo popular que generó la propuesta, a pesar del interés que suscitaba esa mujer menuda, siempre vestida a la última moda y desafiando cualquier comentario sobre su edad (y fueron muchos).

Así que la primera dama se tuvo que hacer un hueco donde le dejaron y como le dejaron, que tampoco es anodino: dispone de un ala propia del Elíseo y de un reducido equipo que la acompaña a todas partes, incluso a esas salidas “a la calle” que a ella tanto le gustan para tomarle, dice, el pulso a la gente y que luego le cuenta a su marido.

Más allá de sus tareas de acompañante del presidente —ha recibido a 71 esposas (y esposos) de jefes de Estado y de Gobierno—, en estos cinco años, contaba su equipo a la Agencia France Presse, ha recibido 100.000 cartas y correos electrónicos de toda Francia. Ha visitado 63 hospitales y 55 colegios (y bautizado un panda), no siempre rodeada de prensa. Desde 2019, está al frente de la Fundación Hospitales, que presidía hasta entonces otra antigua primera dama, Bernadette Chirac. Ese mismo año, creó, con el grupo de lujo LVMH —que suele vestirla, como la noche de la victoria de su marido— una escuela para adultos donde acostumbra a dar cursos de literatura. Según reveló otra primera dama, la ucrania Olena Zelenska, Brigitte Macron también fue clave en los esfuerzos para evacuar cuando estalló la guerra de Ucrania a niños enfermos a otros países. Eso sí, como siempre, de forma discreta.


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