En medio del desasosiego energético que sacude el continente, Bruselas estudia conceder una etiqueta propia, similar a la verde que reconoce a la eólica o la solar, a las inversiones realizadas en energía nuclear y gas. La postura, ampliamente criticada por organizaciones ecologistas, ha ido ganando terreno a medida que iban subiendo los precios de la luz y se enardecía el debate sobre el funcionamiento del mercado eléctrico. Se prevé que la Comisión Europea toque con su varita a estas dos fuentes energéticas antes de final de año, cuando concluya la llamada taxonomía, una clasificación que distingue qué es un bono verde y qué no, y cuyo objetivo es teledirigir a las finanzas hacia la transición ecológica emprendida por la UE.
Desde la Comisión, que lanzó en julio el ambicioso pacto verde, un conjunto de medidas destinadas a lograr el objetivo de reducir las emisiones de CO₂ un 55% en 2030 en toda la UE, hay quienes ven con “frustración” los últimos giros de guion, y creen que se corre el riesgo de que se acabe aprobando algo “absurdo”.
“El objetivo de la taxonomía era hacer un catálogo de tecnologías verdes”, dice una alta fuente del Ejecutivo comunitario, que apunta con ironía que, al final, entre las inversiones tocadas con la varita de lo “limpio” seguirían todas las fuentes de generación menos el carbón. Aunque asume que la inclusión del gas y la nuclear es ya una decisión “políticamente inevitable”, cree que el Ejecutivo comunitario tendrá que inventar alguna fórmula, una etiqueta distinta o una segunda taxonomía, para no tratarlas igual que las renovables, como la eólica o la solar.
Tras la última cumbre de líderes europeos, donde los Veintisiete debatieron durante horas sobre mercado energético, la presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula Von der Leyen, abrió de forma clara la puerta a la incorporación de la nuclear y el gas en la taxonomía: “Es obvio que necesitamos más renovables y energías limpias”, afirmó en una comparecencia en la que anunció la propuesta. “Junto a esto, necesitamos una fuente estable: la nuclear. Y durante la transición, por supuesto, el gas natural”.
La inclusión de la nuclear sería una victoria de Francia, la gran potencia atómica de la UE, que obtiene en torno al 75% de su electricidad de esta fuente y lidera a un grupo de diez países a favor de la medida, que incluye a Finlandia, Polonia y otros siete socios del Este. Emmanuel Macron, aprovechando la escalada de los precios del gas en el continente, forzó el debate en la última cumbre europea, y abandonó Bruselas con buen sabor de boca: “Dependemos hoy demasiado de las importaciones de determinadas fuentes de energía, por lo que el precio aumenta en función de la tensión sobre el mercado”, dijo el presidente galo ante los medios, reclamando una mayor “diversificación”. “En este contexto, la nuclear ha de formar parte de las opciones”, dijo sobre la taxonomía.
La decena atómica de países lleva meses presionando a la Comisión. Ya en marzo, el grupo capitaneado por París escribió al Ejecutivo comunitario una carta recordando incluso los cimientos nucleares sobre los que está fundada la UE. “Estamos convencidos de que todas las tecnologías disponibles de bajas emisiones o cero emisiones que contribuyan a la neutralidad climática”, reclamaron, “no solo deben ser reconocidas sino también apoyadas activamente por la Unión Europea. Esto es especialmente válido para la energía nuclear, cuyo desarrollo es uno de los principales objetivos del Tratado constitutivo de la Comunidad Euratom, que obliga a las instituciones de la UE a promoverla”.
Entre sus grandes defensores se encuentra también el comisario de Mercado Interior e Industria, el galo Thierry Breton: “Europa necesitará la energía nuclear para garantizar, junto a la hidroeléctrica, una producción de electricidad estable y descarbonizada”, escribió en octubre en uno de sus habituales artículos de Linkedin.
Pero frente a ellos se encuentra Alemania, que se ha comprometido a cerrar todos sus reactores atómicos en 2022 y lidera el bloque antinuclear junto a España, Austria, Dinamarca y Luxemburgo. La próxima formación de un Gobierno con presencia verde en Berlín podría complicar aún más las cosas. Y la Comisión, que se ha comprometido a adoptar una postura antes de diciembre, podría necesitar aún más tiempo, retrasando la decisión a 2022, lo que aún lo enrarecería todo más: en enero Francia asume la presidencia rotatoria de la UE y además el país celebrará elecciones en abril.
“Es una gran decepción que [la canciller saliente de Alemania, Angela] Merkel haya renunciado efectivamente a su oposición a la política nuclear de Francia en la taxonomía de la UE en la última cumbre”, censuraba esta semana el eurodiputado verde alemán Sven Giegold. “Con el lavado de cara de la energía nuclear, Merkel le hizo el mayor regalo de despedida posible al presidente francés. La iniciativa francesa es un clavo en el ataúd de la taxonomía y entierra el mercado único de las finanzas sostenibles. Con la clasificación de la energía nuclear y el gas como sostenibles, la taxonomía pierde su credibilidad”.
Una propuesta oficiosa que ha circulado por Bruselas estos días, filtrada por la organización WWF, detalla negro sobre blanco algunos criterios para la inclusión del gas y la energía nuclear en la taxonomía. El documento reclama, por ejemplo, que se reconozca la “contribución sustancial a la mitigación del cambio climático” de las centrales de gas y de ciclo combinado que emitan menos de 100 gramos de CO₂ por kilovatio hora.
“La mitad de las centrales de gas existentes en la UE serían clasificadas como ‘verdes’ según la taxonomía de la UE si estos criterios salen adelante”, ha protestado Sébastien Godinot, economista de la Oficina de Política Europea de WWF, que denuncia que una medida “incoherente” de este tipo iría contra lo estipulado por organismos como la Agencia Internacional de la Energía para hacer frente al incremento de temperaturas derivado del cambio climático. “Si la Comisión de la UE acepta los criterios, se derrumbará la credibilidad científica de la taxonomía y se fragmentará el mercado financiero de la UE: la Comisión tiene que rechazar firmemente esto”, ha censurado.
Bruselas aprobó en abril el grueso de medidas sobre la taxonomía, con la intención de crear “un lenguaje común que los inversores podrán utilizar cuando inviertan en proyectos y actividades económicas que tengan un impacto positivo sustancial en el clima y el medio ambiente”, según aseguró entonces. Pero no entró en el debate sobre el gas y la nuclear, que dejó para más adelante, a la espera de informes técnicos.
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