La reelección de Emmanuel Macron como presidente de la república francesa da un balón de oxígeno a los partidarios de nuevos avances en la integración europea y facilitará que la UE mantenga su unidad frente a la guerra del presidente ruso, Vladímir Putin, contra Ucrania. Bruselas, no obstante, esperará hasta las legislativas francesas de junio para calibrar el impulso político que puede esperar de París. La fragmentación del electorado en la primera vuelta de las presidenciales francesas, con más del 50% del electorado apoyando opciones que cuestionan el modelo de la UE, y el ascenso de la líder euroescéptica Marine Le Pen hasta el mejor resultado de la extrema derecha en segunda vuelta, hace temer que Macron disponga en su segundo mandato de menos margen para llevar a cabo su agenda europeísta.
Bruselas ha seguido las dos rondas de votación (el 10 de abril y el 24 de abril) sin la angustia que vivió en 2017, cuando las elecciones francesas coincidieron con una oleada populista que se impuso en el referéndum del Brexit en Reino Unido y en las presidenciales de EE UU con la victoria de Donald Trump. Macron surgió entonces de la nada con un movimiento y un discurso abiertamente europeísta y logró arrasar con un 66% de los votos frente a una Le Pen que se quedó con menos de la mitad de votos que su rival.
En esta ocasión, ni los mercados europeos (más pendientes de la inflación y de la alza de tipos) ni las instituciones comunitarias han mostrado el más mínimo nerviosismo en las horas previas a los comicios, dado que todos sondeos apuntaban a una clara victoria del presidente saliente.
Aun así, la victoria de Macron ha sido acogida por las fuerzas proeuropeas con entusiasmo y alivio, entre otras cosas, porque Le Pen es vista como una potencial aliada de Putin. La propia candidata había indicado su intención de forjar una nueva alianza con Moscú cuando acabe la guerra en Ucrania. Y con romper todos los lazos de defensa con Alemania para volcarse en una entente militar con Reino Unido, país que abandonó la UE tras la victoria del Brexit.
“Un caluroso bravo por Macron”, ha proclamado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, de la misma familia liberal que el presidente francés. Michel ha celebrado: “Podemos contar con Francia otros cinco años más”. Y ha subrayado, haciéndose eco del término más frecuente en el discurso europeo de Macron, la soberanía estratégica: “En este periodo tormentoso, necesitamos una Europa sólida y una Francia totalmente comprometida con una Unión Europea más soberana y más estratégica”.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también se apresuró a felicitar a Macron tan pronto como las estimaciones de las televisiones francesas le otorgaron el 58,8% de los votos nada más cerrarse los colegios electorales a las 20.00. “Me alegra poder continuar con nuestra excelente cooperación”, señaló Von der Leyen. “Juntos haremos avanzar a Francia y a Europa”, prosiguió.
Tanto el liberal Michel como la popular Von der Leyen o la presidenta del BCE, Christine Lagarde, llegaron a sus cargos en 2019 gracias, en gran parte, al apoyo y la habilidad negociadora de Macron. El entendimiento del francés con la entonces canciller alemana, Angela Merkel, allanó numerosos acuerdos en Bruselas, desde los citados nombramientos hasta la aprobación en 2020 del fondo de recuperación para la pandemia, un hito en la historia de integración presupuestaria y fiscal de la UE.
Motor de la UE
Macron ha sido durante los cinco años de su primer mandato una de las fuerzas motrices del club comunitario, aunque en cumbres europeas, algunas delegaciones le han acusado de defender intereses franceses camuflados bajo la bandera europea. El francés ha perdido en el Elíseo el lirismo europeísta de sus primeros discursos, cuando abogaba por catapultar hacia adelante la integración comunitaria. Por el camino también se quedaron sus proyectos para completar la unión bancaria, bloqueada por Berlín, o para lanzar un presupuesto propio de la zona euro.
Pero su pragmatismo le ha consolidado como un apoyo esencial para la agenda de la Comisión Europea de Von der Leyen, un aliado útil para Merkel y para su sucesor, el socialista Olaf Scholz, y un representante esencial de Europea en la escena global.
La agenda europea de Macron durante el segundo mandato parece llamada a estar marcada por el desenlace de la invasión rusa en Ucrania. Francia, la mayor potencia militar de la UE y el único socio comunitario con armamento nuclear y derecho de veto en el Consejo de seguridad de la ONU, será clave para establecer un nuevo marco de seguridad en el Viejo Continente, después de que Putin haya hecho añicos el anterior.
Macron también intentará una transformación del marco económico de la UE y, en particular, de la zona euro, para adaptarlo a la realidad que han dejado la pandemia, con una deuda pública disparada en casi todos los socios, y la guerra de Putin, con una crisis energética que obliga a buscar alternativas al petróleo y al gas ruso. La presencia de Macron en el Elíseo también reforzará a los países partidarios de prolongar o ampliar el fondo de recuperación de la pandemia (dotado con 800.000 millones de euros) para hacer frente a los nuevos embates económicos.
El presidente francés intentó en la recta final de su primer mandato impulsar la reforma del Pacto de Estabilidad, para flexibilizar su aplicación y dar más holgura a la inversión pública. Pero la falta de sintonía en esa área con Berlín obligó a aplazar el proyecto y, previsiblemente, no se retomará hasta que Francia complete en junio su ciclo electoral (con las dos vueltas de las legislativas) y se compruebe el respaldo que la opción europeísta de Macron tiene en la Asamblea Nacional.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.