Cada día, el 72% de las personas LGBTI+ (lesbiana, gay, bisexual y transexual) vuelve al armario en su trabajo, según una investigación realizada en colaboración entre el Ministerio de Igualdad de España, la Comisión para la Ciudadanía y la Igualdad de Género de Portugal y la Universidad Complutense de Madrid. Un dato que responde a distintos temores: chistes hirientes, burlas, comentarios negativos o el miedo a perder oportunidades de promoción o subidas salariales. En la investigación, financiada por la Unión Europea en el marco del Proyecto Europeo Avanzando en la gestión de la diversidad LGBT en el sector público y privado (ADIM), han participado 16 empresas y 8 universidades públicas de España y Portugal. Constituye, además, una de las mayores muestras a nivel mundial sobre las experiencias de este colectivo en el ambiente laboral. En concreto, ha consistido en un diagnóstico interno de las políticas de diversidad e inclusión dirigidas a personas LGBT+ y en la elaboración de un cuestionario administrado a 53.667 empleados, respondido por 8.557, de los que 1.147 eran personas LGBT+.
“Esto demuestra que las cosas no están tan superadas como la gente piensa”, explica Marina Echebarria, catedrática de Derecho en la Universidad de Valladolid. Echebarria transicionó hace unos años y, aunque su experiencia en su entorno laboral ha sido positiva, recuerda cómo una compañera al conocer la noticia le explicó lo difícil que iba a ser para ella empezar a llamarle Marina porque “en 800 años no se había visto nada igual en la universidad”. “Pues ya era hora de que pasara algo interesante”, dice Echebarria cuando recuerda el episodio. “Los cambios, si son para avanzar, siempre son buenos”, comenta esta activista desde hace casi 20 años para quien la solución al problema de los armarios en el trabajo pasa por movilizar a la mayoría silenciosa que no se posiciona en estas cuestiones.
Sin embargo, no todos los espacios avanzan igual, y aún quedan muchas empresas donde el estigma se perpetúa. Jesús (nombre ficticio) aceptó un trabajo en una multinacional que le ofrecía expectativas de promoción y un buen salario. A los pocos meses, se dio cuenta de cuál era el precio: ocultar su identidad sexual. “Es muy incómodo cuando estás en una conversación distendida de trabajo, y al hablar de tu novio de repente todo el mundo se calla y vuelve a trabajar”, explica este hombre. “Cuando me di cuenta de que no podía ser yo mismo y de que varios cargos superiores, tanto gays como lesbianas, ocultaban su condición decidí dejar la empresa”, añade Jesús que, a día de hoy, sigue trabajando para dicha compañía aunque ya no como empleado sino como proveedor desde otra distinta.
José Ignacio Pichardo, profesor de la Universidad Complutense y uno de los directores de este estudio, también explica cómo ha sufrido en primera persona las consecuencias de mostrar su orientación sexual de forma pública: “Una compañera le dijo a un profesor de mi facultad que conocía a alguien de su departamento, y al decir mi nombre este le respondió ‘Uy, vaya, el maricón’. Deje de ser el vicedecano, el jefe de un equipo de investigación, un profesor, para ser solo ‘el maricón’”. Situaciones bastante frecuentes pero que tienden a pasar inadvertidas, según el estudio. “Hay un 20% de la sociedad que es abiertamente homófoba y tránsfoba. Cuando acudes a tu entorno laboral no sabes si tu compañera de mesa, tu jefe o la persona que te atiende en la recepción pertenece a ese porcentaje, y el miedo a que tu condición sexual pueda afectar a tu carrera se impone en la gran mayoría de los casos”, añade Pichardo.
Para erradicar estas situaciones de discriminación este proyecto propone también varias soluciones que pasan por luchar contra la invisibilización de las mismas con talleres y formaciones. Este otoño, a través de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Rey Juan Carlos, se lanzará un curso en línea, abierto y gratuito en formato MOOC (Massive Open Online Course) sobre “Gestión de la diversidad lgbt+ en ámbitos laborales”.
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