Cabezas de turco

Mañana domingo tenía un dilema: debatirme entre ver la nueva entrega de Rocío, contar la verdad para seguir viva o la entrevista de Jordi Évole a Miguel Bosé. Me intrigaba cómo se resolvería este duelo mediático, esta nueva batalla naval entre Atresmedia y Mediaset. Tengo buenos amigos que me recuerdan que ya hubo un histórico enfrentamiento entre Rocío Jurado y Miguel Bosé durante las grabaciones de un especial dedicado a la cantante en Séptimo de Caballería, el programa que presentaba Bosé en TVE. Entonces la grabación se suspendió varias veces por los cambios de vestuario y peluquería de la más grande, hubo nervios. Jurado sobrevuela todo como una paloma brava, mientras su hija sigue desgranándose y Bosé responderá. Tenemos un prime time apasionante.

Pero la entrevista de Évole ha adelantado la emisión de la docuserie de Carrasco y por eso este miércoles volvimos a desvelarnos con nuevas revelaciones que a partir de ahora implican a otra grande de la canción, Massiel, icónica ganadora española de Eurovisión. Por falta de sueño resultó complicado resumírselo a mi marido y tuvimos un frugal desencuentro durante el desayuno porque, según él, no entendía casi nada de lo que le relataba, mientras saboreaba el complicado balance de frutas y verduras de su jugo matinal. A ver si lo consigo aquí: Carrasco “se vio obligada” a demandar a la cantante de La, La, La, amiga de su madre, después que esta se uniera a Antonio David Flores en una falsa acusación en la que ambos mantenían que Rocío Carrasco había dado una entrevista en defensa de su pareja Fidel Albiac, con un supuesto hematoma facial mal maquillado. En la docuserie, que también sirve a Telecinco para recuperar su propio archivo de imágenes, mostraron las intervenciones que le costaron a Massiel pagar una elevada suma por la sentencia, mientras que Antonio David se desentendió del asunto y Carrasco empezaba a ver cómo los programas televisivos contaban menos con sus servicios porque la consideraban “complicada, pone demandas y es mejor no darle trabajo”, como aseveró la propia Rocío. A mí me ha costado un desayuno desaprovechado, pero concluí que esta revisión por el pasado reciente de la prensa del corazón nos revela el nivel de engaño, manipulación y pasión que sostiene la industria del entretenimiento. Todos son culpables de algo, cómplices, falsos amigos y amistades peligrosas, que cuando hay que pagar dejan solo al más débil. Y a quien tiene razón, sin silla donde sentarse.

Un asunto de sillas en Turquía volvió a demostrar la inagotable solidez del machismo. El mandatario turco, Erdogan no sentó bien a la presidenta de la Comisión Europea, la eficiente y luterana Ursula von der Leyen. En vez de ubicarla en la silla que le correspondía, la relegaron en un sofá porque es mujer. El desconcierto de la presidenta se hizo viral así como la nula colaboración del jefe del Consejo Europeo, Charles Michel, que sí tiene silla al lado de Erdogan. Von der Leyen, siempre ejemplar y seria, atinó a musitar un “ehmmm” que debería convertirse en eslogan contra el machismo y todo lo que esa nefasta escena representa.

Asistimos a un momento en el que los derechos de las mujeres importan. Enseñan. Y cambian, por eso me entusiasmó la obra de Emma Riverola, Puertas Abiertas, en el Teatro Español en Madrid. Relata la noche que pasan una mujer madura, con una mala experiencia conyugal, que decide abrir las puertas de su vivienda para acoger posibles damnificados por los atentados en la sala Bataclan de París en el 2015, y un joven musulmán que cruza esas puertas. La peripecia de ese encuentro nos descubre una mirada femenina sobre las incongruencias no solo entre las religiones y las economías, sino entre el afecto, la mentira y el miedo. Tres esquinas que observamos desde el prisma femenino y que desvela lo poco empáticos que hemos sido con ellas.

Por tener cabezas de turco.


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