CaixaBank ha consumado este viernes la absorción de Bankia y ha alumbrado de forma definitiva el nuevo gigante bancario en España. Superará en capital, plantilla, oficinas y clientes en territorio nacional a los que han sido sus principales competidores durante años, Santander y BBVA. Quien será su presidente a partir del martes, José Ignacio Goirigolzarri, defendió el nuevo gigante como un instrumento para “apoyar a familias y empresas”, aunque hay otro interés: la necesidad de ganar masa crítica para reducir costes y aflorar recursos que permitan afrontar una etapa de baja rentabilidad y cuantiosas inversiones en transformación digital.
“El final de ese comienzo” con el que ayer quiso describir el momento Goirigolzarri llegó con la inscripción de la nueva entidad en un registro mercantil de Valencia. Han pasado seis meses desde que en septiembre las cúpulas de ambas entidades hicieran públicas las negociaciones para unirse. Desde entonces más de 1.500 empleados de ambas entidades han trabajado en una operación culminada tras más de 10.000 tareas. Las acciones de la nueva CaixaBank empezarán a cotizar el lunes, desaparecidas ya del mapa las de la sociedad extinta Bankia, y los miembros del nuevo consejo de administración se reunirán previsiblemente el martes, cuando auparán ya a Goirigolzarri a la presidencia oficial del banco. Entre tanto habrá toques simbólicos, como la colocación hoy de la estrella de CaixaBank en las torres Kio para sustituir el nombre de Bankia.
La sustitución de rótulos y la desaparición del logo de Bankia se llevará a cabo durante los próximos cinco meses. En poco tiempo se abordará también la destrucción de empleo necesaria para evitar las redundancias derivadas de la fusión y la integración en la misma plataforma tecnológica de las dos entidades. “En ningún caso creo que esta operación sea un fracaso para Bankia. Es el proyecto más potente que hay en España. Si en 2012 nos dicen que íbamos a llegar a este sueño, no nos lo hubiéramos creído”, dijo Goirigolzarri sobre el fin de la marca Bankia.
Los equilibrios de poder han hecho que el nuevo banco tenga tres sedes. El domicilio social estará en Valencia, mientras que las bases operativas se repartirán entre Barcelona y Madrid. En ellas no estarán ni el hasta ahora presidente de CaixaBank, Jordi Gual —que ha vuelto a la docencia en la escuela de negocios IESE—, ni José Sevilla, sacrificado tras ser el consejero delegado de Bankia. Goirigolzarri y Gonzalo Gortázar, que se mantiene también como consejero delegado, se repartirán las funciones ejecutivas del nuevo banco, si bien este último no reportará al presidente sino directamente al comité de dirección.
Pero no todo el reparto de poder irá a mitades. CaixaBank ha hecho valer su peso en el capital (tendrá en torno al 30% de las acciones) con un gran control en el comité ejecutivo de la entidad, que controlará sobradamente al haber situado a 12 de los 14 consejeros, si bien en enero Bankia ocupará un tercer sillón en detrimento de la entidad catalana. Las primeras líneas ejecutivas, con 400 directivos, están asignadas.
El punto final marcado ayer llega después de que esta misma semana la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) diera el visto bueno condicionado a la operación. Con 19,6 millones de clientes y 6.000 oficinas en España, la nueva entidad nace con el control de una cuarta parte de los negocios de depósitos y créditos. En su análisis, la CNMC detectó que el nuevo gigante bancario tendría una posición de monopolio en 86 códigos territoriales de toda la geografía española (en 21 se quedará solo, sin rivales, por lo que tendrá que mantener a sus clientes las mismas condiciones que ya tenían en Bankia), especialmente en Baleares, Madrid, Valencia y Granada.
Las dudas sobre la destrucción de competencia que implicaba la operación fueron una de las críticas que recibió la fusión, contestada también por el hecho de que Bankia fue una de las instituciones rescatadas por el Gobierno en la pasada crisis económica. Hasta 24.000 millones de euros procedentes de los contribuyentes fueron a parar al banco, por lo que hubo demandas de que hubiera compensación mientras que, desde el Ministerio de Economía —accionista del banco a través del FROB—, se defendía que la fusión y la creación de valor en la acción eran la mejor fórmula para recuperar los recursos públicos inyectados.
Romper la alianza con Mapfre
El FROB, que controlaba casi el 62% del capital de Bankia, pasará a ser el segundo mayor accionista del banco, con un 16%. En febrero el Consejo de Ministros decidió ampliar dos años el plazo para vender su participación, lo que le permite no tener que tomar una nueva decisión (tras tres aplazamientos) al respecto hasta finales de 2023. CriteriaCaixa, el holding gestor de la cartera de inversiones de la Fundación La Caixa, será el primer accionista con más del 30% de los títulos.
El banco se librará así de los vaivenes bursátiles que podría generar la opción inminente de venta de un paquete sustancial de acciones. La nueva dirección quiere calma para gestionar la nueva sociedad y ayer Gortázar ya dejó de manifiesto que, en un periodo de dos o tres años, quedaba descartada la opción de nuevas operaciones. Lo que no podrá evitar es romper el contrato que unía a Bankia con Mapfre para proveerse del negocio asegurador. CaixaBank, que tiene su propio operador de bancaseguros en VidaCaixa, deberá pagar el valor de todo el negocio de Mapfre que generaba en Bankia más una prima del 20%. Tras el laboral es el mayor coste que tendrá que afrontar la entidad por la fusión.
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