Cambio político sí, pero no contra la Constitución | Artículo de Rogelio Muñiz

Mi principal objetivo era, pese a todas las dificultades, continuar por la ruta de la reforma, y por muy penoso que pudiera ser, mantener el proceso en movimiento por vías políticas y constitucionales: Mijaíl Gorbachov *

En las elecciones de 2018 la oferta política de las dos coaliciones opositoras iba más allá de la simple alternancia en el poder -proponían el cambio del régimen político- y en la jornada electoral cuatro de cada cinco votos fueron por la transformación del régimen.

Una transformación por vías políticas y constitucionales en la que la Constitución no es un obstáculo para el cambio, sino el cauce dentro del cual puede lograrse; incluida la posibilidad de aprobar una nueva Constitución que dé paso a un nuevo régimen. **

Para impulsar con éxito el cambio del régimen se requiere legitimidad y respeto al principio de legalidad. Para lograrlo, capacidad de negociación, construcción de consensos y darle cauce por vías constitucionales.

La legitimidad con la que Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia de la República le dio el capital político suficiente para impulsar el cambio, pero esto de ningún modo justifica que en el ejercicio del poder se aparte del principio de legalidad. Lo cual, además de erosionar su legitimidad, afectará su capacidad para lograr la transformación del régimen político. Recordemos lo que dice Norberto Bobbio: “Un poder es legítimo en cuanto y en la medida en que es legal” y “lo contrario del poder legal es el poder arbitrario”.

Si el presidente López Obrador apuesta por transformar el régimen preservando los principios de la democracia constitucional, no puede caer en la tentación de pretender “gobernar por decreto” -lo que reflejaría una clara tendencia al autoritarismo- ni recurrir a decisiones jurídicas o políticas que muestren desconocimiento o desapego a la Constitución.

Ni lo complejo del proceso de cambio político ni las resistencias al cambio ni la búsqueda de la justicia son argumentos válidos para que el Presidente de la República tome decisiones o realice actos al margen de la Constitución. En una democracia constitucional no hay excepciones al principio de legalidad.

Tampoco polarizar es la mejor vía para lograr el cambio. Romper inercias y vencer las resistencias al cambio requiere paciencia para debatir y negociar, temple para evitar la tentación autoritaria cuando una reforma no avanza, disposición para asumir los disensos y hacer públicos los acuerdos cuando se logran los cambios propuestos y la convicción de que la disidencia y la crítica son parte de la democracia deliberativa.

Decía Manuel Camacho que existe una regla de oro en la política: “Entre mayor es la polarización, más necesario es el diálogo; pero cuando el diálogo es más necesario, se vuelve más riesgoso y difícil”.

El Presidente de la República y su mayoría parlamentaria no deben olvidar que el cambio genera resistencias, pero que no en todos los casos estas responden a fines ilegítimos. No obstante estos obstáculos, deben mantener la disposición a conducir el proceso de cambio político por vías políticas y constitucionales -con la Constitución y no a pesar o en contra de ella- y en el marco de una democracia deliberativa, en la que el diálogo y la crítica son los mejores antídotos contra cualquier forma de radicalismo, provenga este de quienes impulsan el cambio o de quienes se oponen a él.

El cambio de régimen requiere una agenda política explícita y consistente y una agenda legislativa basada en consensos sólidos y estables, así como asumir que los procesos legislativos -sobre todo cuando se trata de reformas constitucionales- suelen ser complejos, por lo que no basta la voluntad de cambio del Presidente de la República para que la reforma avance en el Congreso; pero en una democracia, la vía constitucional es la única válida para transformar al régimen.

Para que el proceso de cambio político permita consolidar la democracia y para evitar el riesgo de regresiones autoritarias, recordemos las palabras del expresidente español Felipe González: “… en las democracias pluralistas, cuando las instituciones son frágiles y no sirven para compensar el poder del liderazgo, la tendencia al autoritarismo y la arbitrariedad se desarrollan con facilidad, Cada vez con más frecuencia observamos liderazgos personales y personalistas que, sin respeto a las instituciones, hacen apelaciones directas y demagógicas al pueblo para tomar decisiones”.

* Último Presidente de la URSS y Premio Nobel de la Paz 1990.

** El artículo 39 constitucional establece que “… el pueblo tiene en todo tiempel inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

Rogelio Muñiz Toledo

Licenciado en derecho por la UNAM, donde recibió la Medalla Gabino Barreda al mérito universitario. Abogado y consultor en derecho constitucional y electoral. Socio de la empresa de consultoría Consultores en Gobierno y Asuntos Públicos, S.C. Ha sido asesor en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México; integrante de la comisión ejecutiva y secretario ejecutivo del Grupo redactor del proyecto de Constitución Política de la Ciudad de México; asesor externo ad honorem del Jefe de Gobierno del Distrito Federal en materia de Reforma Política de la Ciudad de México; asesor en el Senado de la República, asesor del presidente de la Comisión de Fiscalización del IEDF e integrante del Servicio Profesional Electoral en el IFE.

*La opinión aquí vertida es responsabilidad de quien firma y no necesariamente representa la postura editorial de Aristegui Noticias.




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