Camilo Escalona, político chileno miembro del Partido Socialista (PS) posa para un retrato en Santiago de Chile el día 23 de noviembre de 2021.

Camilo Escalona: “Parte del electorado popular en Chile se ha trasladado a la ultraderecha”

Camilo Escalona, político chileno miembro del Partido Socialista (PS) posa para un retrato en Santiago de Chile el día 23 de noviembre de 2021.
Camilo Escalona, político chileno miembro del Partido Socialista (PS) posa para un retrato en Santiago de Chile el día 23 de noviembre de 2021. Sofía Yanjarí

Dirigente histórico de la izquierda chilena desde el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, cuando fue un destacado líder secundario, Camilo Escalona (Santiago de Chile, 66 años) ha sido por décadas uno de los principales rostros del Partido Socialista. Dirigente en el exilio, en la lucha clandestina contra la dictadura —junto con Michelle Bachelet­—, y en la transición, donde fue diputado, senador y presidente de su formación.

Junto a la Democracia Cristiana, su partido formó la columna vertebral de la Concertación de centroizquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010, luego de la dictadura de militar. Es una época que la nueva izquierda chilena —liderada por el Frente Amplio en alianza con el Partido Comunista— critica con fuerza, en un fenómeno que tiene un fuerte componente de reemplazo generacional.

En esta disyuntiva política, sin embargo, buena parte de los partidos y dirigentes de la extinguida Concertación, cuya candidata propia (Yasna Provoste) no pasó a segunda vuelta, desde el mismo domingo por la noche han respaldado a Gabriel Boric, que se medirá el 19 de diciembre con la derecha ultraconservadora de José Antonio Kast. Ricardo Lagos, presidente entre 2000 y 2006, cuya gestión ha sido un principal blanco de la nueva izquierda, apoyó públicamente este miércoles a Boric, que pasó en segundo lugar al balotaje con el 25,83%, frente al 27,91% del líder del Partido Republicano.

“Lagos ha mostrado una enorme estatura política”, asegura Escalona en esta conversación telemática, en la que cuenta que solo dos veces ha conversado con Boric: cuando se toparon casualmente en un programa de televisión y cuando hablaron por teléfono hace unos meses. Es una muestra de la distancia que ha existido entre las distintas izquierdas en el país sudamericano.

Pregunta. ¿Qué ocurrió el domingo en Chile?

Respuesta. Hay tres candidaturas que se vinculan a la derecha y la centroderecha: Kast, [Sebastián] Sichel y [Franco] Parisi. La suma de las tres dan un apoyo superior al 50%. Su discurso no es de transformaciones estructurales, sino de cambios en la vida inmediata y cotidiana, que apuntan a conservar el modelo y no a cambiarlo. Básicamente, su discurso se enfoca en los temas de orden y seguridad, especialmente el de Kast. Y tuvieron éxito con ello.

P. ¿Por qué?

R. Porque no puede haber un estado de inestabilidad permanente. Desde el estallido de octubre de 2019 han pasado ya dos años y la sociedad por su propia naturaleza necesita una propuesta de Gobierno en que los cambios estén insertos en la recuperación de la estabilidad. Es el desafío principal de la segunda vuelta. Y se trata de una exigencia en particular para la candidatura de Boric, porque es en este punto en que se encuentra en desventaja en relación al discurso de orden público —liso, llano, bruto, duro­­— que tiene la candidatura de Kast.

P. En su discurso del domingo, Boric intentó dar señales: “Seremos implacables contra el narcotráfico”. ¿Hay conciencia ya de este asunto?

R. No puedo hablar por la campaña de Boric, aunque como lo dijo el presidente socialista el domingo por la noche, ante la disyuntiva de una fuerza ultraconservadora que representa Kast y una fuerza situada a nuestra izquierda, respaldamos esa segunda opción de Boric.

P. Es la izquierda que ha discrepado en asuntos de fondo con ustedes…

R. Muchas veces ha discrepado fuertemente con nosotros, pero comparte con el socialismo los ideales de libertad, democracia y justicia social. El Partido Socialista no forma parte de ningún tipo de vínculo político, es decir, no se ha hecho ninguna negociación, lo que no quita que podamos tener una opinión: tenemos un déficit tremendo en nuestro discurso ante el país.

P. ¿A qué se refiere?

R. En las comunas de Arauco, donde fui diputado entre 2001-2006, donde las fuerzas de la antigua Concertación tenían mayoría de más del 60%, donde se ha desestabilizado la situación [por el conflicto mapuche], Kast tuvo el 60% de los votos. Entonces, es evidente que una franja importante del electorado popular en Chile se ha trasladado a posiciones de ultraderecha. Y sería una omisión grave que podría conducir a la derrota, que la candidatura de Boric no tenga la capacidad de responder a ese desafío.

P. ¿Este déficit explica la ola restauradora, a apenas dos años del estallido social?

R. Hay un grave problema de comprensión de la situación nacional. Tenemos la necesidad de integrar en nuestra visión de país una propuesta que permita a los sectores populares recuperar la normalidad de sus condiciones de vida. La gente tiene que comer y para comer tiene que trabajar y está sometida a un nivel de deterioro de sus condiciones, porque confunde negativamente la actividad de la protesta social legítima —como la demanda del pueblo mapuche por un Estado plurinacional— con la proliferación de grupos delincuenciales tanto en el mundo rural como urbano que afectan decisivamente la vida de la ciudadanía. Es un problema del Estado de primer orden y las fuerzas progresistas de izquierda y de centroizquierda no han tenido una respuesta ante este fenómeno. La responsabilidad del orden público es del actual Gobierno, pero la ausencia de un discurso coherente en torno al orden público finalmente trasladó la responsabilidad hacia las fuerzas progresistas que no están en el Gobierno, paradojalmente.

P. ¿Es posible corregir este asunto en la candidatura de Boric, cuando parte sustancial del relato de este sector se basa en el espíritu de la revuelta social?

R. Se debe corregir, aunque sea en parte. Una omisión de este desafío con respecto a la conducción del Estado puede ser completamente determinante en el resultado.

P. ¿Sería creíble a estas alturas?

R. El candidato en este asunto ha tenido posiciones que se han modificado: se inició a favor de la ley antibarricadas y luego en contra de la ley antibarricadas, por ejemplo. Por eso resulta más indispensable que Boric pueda establecer ante el país un criterio, un juicio, una respuesta categórica respecto de lo que va a ser el Estado de Chile cuando él asuma, en el caso de ganar. Tiene que tener una respuesta. ¿Si será creíble o no? Lo dirá la naturaleza de esa respuesta. Lo que no puede ser es una omisión.

P. ¿La demanda de Chile era por un cambio de modelo?

R. Existe un problema estructural: la desigualdad. Es lo esencial. Las condiciones de desigualdad en Chile socavan el régimen democrático, que acepta y tolera y promueve condiciones de vida completamente diferentes entre el 90% de la población y el 10% de la población, lo que exige modificaciones de fondo. Pero no es un estado de inestabilidad permanente, como se ha querido entender.

P. ¿Qué intensidad deben tener los cambios que Chile necesita?¿Es un reformismo gradual o con el pie en el acelerador?

R. El más revolucionario de los proyectos debe ser gradual, porque no existe ninguna posibilidad de que las transformaciones en Chile sean simultáneas en los diferentes ámbitos. Por ejemplo, si se va a establecer un nuevo sistema de pensiones, no va a poder establecerse en un solo acto.

P. ¿Boric interpreta esta gradualidad de la que habla?

R. No hay que tener complejos. Las dos candidaturas que están en la segunda vuelta representan a menos de un tercio de la sociedad cada una de ellas. Un candidato debe manifestar abierta y transparentemente que su programa está en proceso de reevaluación, recogiendo lo que fue el resultado de la elección para hacer las rectificaciones que son indispensables. Y no podría ser castigado por eso, porque él no tuvo una mayoría.

P. Desde el Partido Comunista —el principal socio del Frente Amplio de Boric— han dicho que van a vigilar que el programa se cumpla…

R. No existe el derecho a veto. Ningún partido lo tiene. Salvador Allende fue riguroso con el programa que le permitió ganar la presidencia de la República, ni más ni menos. Pero no es la realidad que estamos viviendo. Quien quiera ganar la segunda vuelta tiene que ser capaz de presentar al país una propuesta que le permita obtener más del 50%, que hoy no lo tiene. Y no hay ningún partido que lo pueda vetar en ese esfuerzo, sería absurdo. Los partidos que apoyan a Boric deben darle la libertad necesaria para que él tome las decisiones que le permitan ganar.

P. ¿Una nueva Constitución, como la que discute la Asamblea, es el remedio que necesitaba la enfermedad de Chile?

R. Una nueva Constitución es parte fundamental del proceso, pero por su naturaleza gradual, también. No ocurre de un día a otro.

P. ¿Corre riesgo la nueva Constitución?

R. Mientras no se cuenten los votos del plebiscito de salida [del segundo semestre de 2022], eso es un factor que siempre ha estado presente, aunque se puede ahora haber acentuado. La elevadísima votación de los sectores ultraconservadores naturalmente que aumentan el desafío de la convención constitucional para presentar un texto mayoritario.

P. ¿Por qué en una columna reciente usted habla de “grupos dirigentes de clase media acomodada” que están en torno a Boric?

R. No los defino como institución, porque el Frente Amplio y el PC son un bloque político. Aludo a los núcleos dirigentes. Observar no está prohibido y si uno mira con detenimiento, toda la gráfica que surge del comando de Boric es que son núcleos de profesionales e intelectuales de clase media acomodada. Es cosa de mirar la foto. Estoy constando un hecho.

P. ¿Y eso es un lastre?

R. No los descalifico a ellos por su origen. Estoy diciendo que tienen una insuficiencia grave. Por ejemplo, la comuna de La Pintana, zona donde siempre tuvimos el 70%, un municipio popular donde en 1989 la derecha no tuvo representación, hoy no hay ningún supermercado porque todos fueron quemados en el estallido y la gente tiene un grave problema de abastecimiento. Lo que veo es que estos dirigentes de clase media acomodada tienen una propuesta con una debilidad estructural: hay que tomar conciencia de que el presidente que se elija el 19 de diciembre se hace cargo de este Estado actual, no del futuro. Y tiene que responder a las condiciones de paz y dignidad que la mayoría del país hoy día está pidiendo.

P. En la misma columna se refiere a los líderes de este “radicalismo de izquierda”…

R. Me parece radical por el desprecio que ellos han tenido sistemáticamente respecto del proceso de re implantación de la democracia en los últimos 30 años, con la muy desafortunada consigna, que finalmente ha alimentado a la derecha y a Kast, el gran ganador de esta frase: “No eran 30 pesos, sino 30 años”. Es decir, responsabilizar al régimen democrático de la desigualdad económica y de las penurias de una sociedad profundamente desigual. Cuando se intenta establecer que la responsabilidad está en la democracia y no en las condiciones estructurales en las que el régimen democrático se instaló, es claramente una mirada que forma parte del radicalismo de izquierda en Chile, no sé en otros países.

P. ¿Cómo se explica, entonces, que el PS apoye una candidatura que critica la obra de la Concertación de centroizquierda que lideró el propio socialismo?

R. Los militantes socialistas van a hacer lo que ellos siempre hacen, con entera libertad. Van a manifestar en las calles y plazas del país, en los puerta a puerta, con mucho entusiasmo, que la candidatura de Kast representa un peligro de regresión autoritaria que puede ser muy peligrosa para Chile. Y sobre esa base van a respaldar a Boric. No queremos cargos ni discusión burocrática de cuotas de poder, sino solo apoyar. Lo hacemos por nuestra responsabilidad con Chile, lo hacemos por nuestra historia. No pedimos nada a cambio, es nuestra historia la que está en juego.

P. ¿Por qué Kast representa el peligro de regresión autoritaria?

R. Es una regresión autoritaria en el ámbito de la diversidad sexual, de los derechos laborales, en los temas de mercado —acentúa la desigualdad—, en la concepción de las fuerzas armadas y el orden público. Si tiene cara de gato, forma de gato, orejas de gato, cola de gato y cuerpo de gato, es un gato.

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