Facundo Campazzo. El clásico echaba de menos al héroe ocasional, el que suele surgir entre el entramado táctico y estratégico de los entrenadores y la espuma de tanto talento reunido. El base argentino, con 21 puntos, 12 en el último cuarto, rompió la dinámica de una final de la Supercopa que se convirtió en una batalla de tensión extrema, canastas carísimas, esfuerzos decisivos en el rebote, oportunismo o fiasco al poner una mano aquí o allá. La importancia de ese tipo de acciones la demostró Rudy Fernández, providencial cuando le robó un balón a Hanga cuando penetraba a canasta faltando 13 segundos. El marcador estaba en 69-67 después de que Campazzo consumara su fantástica actuación con una canasta de malabarista ante Abrines y Davies. Hanga falló un triple en el último y precipitado ataque del Barça y Rudy Fernández, con todo ya dicho, estableció el definitivo 72-67.
Primó ese juego de defensas cerradas, de pillería, de detalles, de forzar faltas y negar espacios. Hasta que Campazzo lo cambió todo con su paso al frente en ese último tramo. El Real Madrid continúa su era triunfal desde que llegó Pablo Laso. Son ya 20 títulos desde 2011. Fue el séptimo título del Real Madrid en la Supercopa, ya uno más que el Barça.
La derrota marcó un estreno adverso para Saras Jasikevicius como entrenador del Barça. Se prolongó la carestía de títulos de los azulgrana. Siguen a cero desde que arrancaron a Nikola Mirotic de la NBA en el verano de 2019. En la final de Tenerife, al ala-pívot montenegrino le frenó de salida la obstinada oposición de Deck, una cualidad que el argentino luce igualmente en ataque. Mirotic sumó dos faltas muy pronto y tuvo que irse al banquillo a esperar mejores momentos. Campazzo, fiel al lema de Muhammad Alí, flotó como una mariposa y picó como una abeja. Su revoloteo se interrumpió porque Calathes, el base griego con el que el Barça mejora su notable plantilla, le exigió mucho esfuerzo defensivo e hiperactividad en el trasiego.
Abrines amenazó con hacer suyo el partido como había ocurrido con su entrada en ignición el día anterior ante el Baskonia. No llegó a tanto. Tal vez quien estuvo más a punto de marcar un punto de inflexión fue Alberto Abalde. El alero gallego se mostró casi infalible, desequilibrante, retador ante Abrines. A sus 24 años, recién llegado al Madrid tras su gran temporada en el Valencia, firmó 13 puntos.
Las penetraciones de Deck y Llull, más que impulsivas, tenían un punto kamikaze. Ese punto de vehemencia al lanzarse contra el bosque de cuerpos y brazos, los de Davies, Oriola, Mirotic o Smits, iba acompañado con una resolución un punto inverosímil. El Barça atacó igualmente sobre Tavares y Thompkins, aunque le faltó un punto de precisión cerca del aro. El Madrid se ganó a pulso algunas ventajas (18-12) que le abrían la posibilidad de marcar el paso en un partido de tanteo muy bajo debido a la deficiente puntería en los triples durante el primer tiempo.
Jasikevicius apostó fuerte por Leandro Bolmaro. En aquellos momentos difíciles deshizo el dúo que formó con Calathes y Heurtel en el quinteto inicial y puso al base-escolta argentino, de 20 años y 2,03 metros, al timón. El Barça recuperó terreno con el regreso de Mirotic a la cancha. Forzó tres veces el dos más uno. La estrella del Barça trabajó más sus acciones cerca del aro y, sin Deck en la cancha, la defensa del Madrid no fue tan efectiva.
Jasikevicius exhibió galones, su conocida vehemencia en los gestos y sus decisiones fulminantes. Les echó broncas a Smits por cometer una falta antideportiva agarrando a un rival por la camiseta y a Bolmaro por no defender por delante a Garuba. Los cambió ipso facto. El entrenador lituano recurre a una defensa con muchos relevos en la asignación y que exige una coordinación y concentración extremas a sus jugadores, parecida a la que a veces utiliza Laso. Y Jasikevicius también impuso una presión por todo el campo en los momentos en que el Barça necesitaba escalar con urgencia en el marcador. Lo hizo, pero la entrada en combustión de Campazzo y el oficio de Rudy Fernández decidieron. El Madrid volvió a atravesarse en el camino de Mirotic y estropeó el estreno de Jasikevicius.
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