Los 27 miembros de la UE han encargado a la Comisión que elabore el informe previo preceptivo para que Ucrania, Georgia y Moldavia alcancen el estatuto de candidatos y se inicien después las negociaciones. Esa ha sido la vía exprés con la que Europa ha respondido al dramático llamamiento que formuló el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, al Parlamento de Estrasburgo cuatro días después del inicio de la invasión de su país. Pedía la adhesión inmediata “bajo un nuevo procedimiento especial”. La solidaridad ampliamente expresada de Europa con el país agredido ha obtenido luz verde con una insólita celeridad a un proceso que habitualmente tarda de 7 a 10 años, y en ocasiones no llega a consumarse. En apenas una semana, la UE ha querido dar un fuerte espaldarazo diplomático a los ucranios asediados por Rusia. Es también una muestra de la resistencia de los gobiernos europeos a enzarzarse esta vez en los habituales vericuetos de condiciones, pactos discretos y plazos a menudo deletéreos. La decisión velocísima no está libre de importantes interrogantes sobre la capacidad efectiva de cumplir lo que se ha propuesto. Nunca hasta ahora se había planteado una candidatura en favor de un aspirante implicado en una situación tan grave como la guerra abierta que libra Ucrania. El precedente hipotético de las comprometidas peticiones de los países balcánicos conllevaba riesgos mucho menos evidentes que en este caso.
La UE se ha movido entre el exceso de prisa, la ausencia de debate y la grandeza de una respuesta urgente a una situación imperiosa. La iniciativa de estudiar su adhesión representa un respaldo político y de apoyo al Gobierno de Zelenski, pero la creación de un sistema específico de adhesión inmediata podría quedar atrapada en el mero voluntarismo. Entrar en la Unión Europea exige un proceso de homologación institucional y regulatoria inviable para un país en guerra que no puede adaptar todo su marco constitucional al de la Unión Europea, salvo que se arbitre una excepcionalidad que nadie ha explicitado.
Algunos ejemplos históricos pueden servir como aviso para no incurrir en el mismo equívoco de generar expectativas que pueden verse frustradas con el tiempo. Los pasos no bien fundamentados que llevaron a Turquía a ser candidata oficial a la adhesión en 1999 acabaron generando recelo y desconfianza hacia la UE en un error que no debe repetirse. Para ello será necesario que la confirmación del paso inicial que acaba de darse sea solemne y seguido de un debate franco a la hora de contemplar todas las obvias dificultades que ofrece el belicismo de Putin en la región.
La plena integración de terceros países en la Unión conlleva el compromiso de cumplir la cláusula de solidaridad o defensa mutua del artículo 42.7 del Tratado de la Unión Europea, que es el que el miércoles invocaron Finlandia y Suecia y han logrado que su demanda pueda ser incluida en el borrador de la declaración de la cumbre europea de Versalles. Aunque sea menos automática y definida, tiene un rango tan exigente como el artículo 5 del Tratado de Washington para la OTAN al prever la intervención directa de los socios ante una eventual agresión externa. El arrojo de ofrecer esa protección cuando caen las bombas en Ucrania es consecuente con la apuesta por una defensa europea que recogen los textos y, sobre todo, va en sintonía con el apoyo en armas, sanciones y solidaridad empresarial desplegado en las dos últimas semanas. Semejante cúmulo de decisiones reconfigura a la Unión como principal actor político en esta gravísima crisis y factor inequívoco de paz en tiempos de guerra.
Source link