A la grada de Río de Janeiro se le agota el repertorio de ooooohs, tan extenso y tan variado como el catálogo de golpes de Carlos Alcaraz. El murciano, un joven prodigio que sube como la espuma, compite ante Diego Schwartzman con las herramientas de un fuera de serie, como si en lugar de tener 18 años llevara una década en la élite y fuese ya uno de los dominadores del circuito. Está en ello. De estirón en estirón, en un proceso incluso más acelerado de lo previsto, el español sigue iluminando su nombre con mayúsculas y desde este domingo cuenta con otro trofeo más en la vitrina. Ya son dos. Este segundo (6-4 y 6-2 al argentino, en 1h 26m) todavía de más peso, de categoría 500. Es decir, en un visto y no visto, Alcaraz ya ha subido otro escalón.
Además de ser muy bueno, el murciano es un tenista cabezón, de esos que consiguen sacar de sus casillas al rival. A cada intento de Schwartzman de enredar y reengancharse al duelo, responde el chico de forma más rotunda, más firme, más implacable. A cada intento de levantarse del argentino, el garrotazo que lo hunde en la arena es mayor. Y eso que la historia ha comenzado torcida para Alcaraz, que cede en su primer turno de saque en lo que queda como un simple desliz. A partir de ahí, pico, pala y control. Vértigo en la aceleración y una selección de dejadas exquisita. Más curva en el golpe y una palada de cemento tras otra sobre Schwartzman, que lo intenta por todas las vías, pero termina rindiéndose a la evidencia.
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Al borde de la treintena y con un buen puñado de grandes batallas a las espaldas, el bonaerense tira de picardía y manual canchero. Pero la juez de silla no pica. Cuatro gotas no son suficientes para detener el partido. Sigan. Y ahí le esquilma y se luce Alcaraz, el joven que se abre paso sobre un cohete y que vuelve a demostrar que está hecho de otra pasta. De Umag (250) a Río, de Croacia a Brasil. Un intervalo de medio año, de junio a febrero. Son ya dos muescas –la del Masters de las promesas que conquistó en Milán no cotiza oficialmente–, tres finales y otras tantas victorias, más precocidad; la enésima muestra de que el tenis está ante un jugador destinado a cosas mayores. A sus 18 años, 9 meses y 15 días, el español es una rueda a seguir.
No es solo futuro Alcaraz. Empuja fuerte en el presente y el triunfo carioca le conduce hacia una nueva dimensión, de la 29ª posición a la 20ª. Un salto cualitativo, puesto que rompe la barrera del top-20 –Rafael Nadal lo consiguió con 18 años y 11 meses, en 2005– y se codea ya con la nobleza del circuito, no demasiado lejos de la crème de la crème. Lo logra el del Palmar después de un reto mayúsculo, apeando a Jaume Munar, Federico Delbonis, Matteo Berrettini, Fabio Fognini y Schwartzman sin apenas tregua: cuatro de las cinco victorias están registradas en una franja de 48 horas. Y sucede todo en Río de Janeiro, el mismo marco en el que hace dos cursos firmó su primera victoria en la ATP, frente a Albert Ramos. Tenía entonces 16 años, había recibido una invitación y era el 407º del mundo. “Siempre tengo un pensamiento ganador”, advertía.
Supervisado estos días por Toni Cascales desde el banquillo, en lugar de Juan Carlos Ferrero, el murciano ha renunciado por cuestiones físicas a participar esta semana en el torneo de Acapulco. En cualquier caso, su último estirón refuerza el espléndido arranque de temporada del tenis español, que en poco más de mes y medio contabiliza los triunfos de Nadal (Melbourne y Open de Australia), Paula Badosa (Sídney), Ramos (Córdoba), Roberto Bautista (Doha) y el propio Alcaraz, que no se esconde en absoluto y acepta con valentía el desafío: “Me veo preparado para este nivel, estoy listo”.
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A sus 18 años, el número 20 del mundo ha levantado los mismos trofeos que Pete Sampras (Nadal poseía ya seis) y sigue la senda de otros talentos que a su edad ya figuraban entre los 20 mejores del circuito como Björn Borg, John McEnroe, Mats Wilander, Stefan Edberg, Boris Becker, Michael Chang o Goran Ivanisevic. En este sentido, además de ser ligeramente más precoz que Nadal (dos meses) también ha irrumpido antes que Novak Djokovic (19 años y 4 meses) y Roger Federer (19 y 8).
“Ahora tengo varios torneos en los que no pude jugar el año pasado, así que suponen una oportunidad para seguir creciendo y subiendo. Este torneo me ha dado mucha motivación”, apunta Alcaraz. “Mis ambiciones son ser número uno, ganar Grand Slams y medallas olímpicas… Soy un chico que sueña a lo grande”, continúa. “Las expectativas sobre mí son altas y lo agradezco, pero tanto mi equipo como yo sabemos lo difícil que es. Tengo a Juan Carlos [Ferrero], que ya fue número uno y me dice lo difícil y lo sacrificado que es llegar a serlo. Creo que estoy en el camino correcto y si no me desvío de él y sigo haciendo las cosas bien no estará garantizado, pero sí tendré oportunidades”, zanja.
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