Carlos Alcaraz da un golpe generacional


Revólver en mano y a tiro limpio, como si estuviera en el salvaje Oeste, Carlos Alcaraz despachó este miércoles el duelo generacional con el italiano Yannik Sinner, otro de los talentos que está llamado a liderar el tenis en un futuro no demasiado lejano. El murciano, de 18 años, se impuso por 7-6(1) y 7-5 (en 2h 07), y certificó así su pase a los octavos de final del Masters 1000 de París-Bercy, lo que supone otra zancada significativa en su carrera puesto que se trata de su mejor registro en un torneo de esta categoría. Ahora, se medirá con el local Hugo Gaston, verdugo del gijonés Pablo Carreño (6-7(3), 6-4 y 7-5.

Sigue creciendo y expandiéndose Alcaraz, que se desenvuelve con aplomo en escenarios tan particulares como el de Bercy y dio todo un golpe sobre la mesa rindiendo a Sinner. El italiano, de 20 años e instalado entre los veinte mejores del circuito desde hace un par de cursos, ya nueve del mundo, se inclinó ante un tenista que sigue causando sensación. Seduce Alcaraz en fondo y forma. A su precocidad (18 años) y su frescura le añade un repertorio de golpes y una velocidad de bola difícilmente comparable entre los jóvenes que emergen hacia la zona noble del circuito.

Es el 35º en el listado, pero todo apunta a que más pronto que tarde figurará entre la nómina más destacada, peloteando sin complejos y con toda naturalidad. Su victoria ante Sinner significa un aquí estoy yo, una forma de hacer un guiño. Cuando analizan la hoja de ruta del torneo y aparece su nombre, a los rivales empieza a salirles sarpullidos. Le enfiló a regañadientes Sinner y al italiano no le quedó otra que entregarse, exigido por las arremetidas y la aceleración del español. Le pesó demasiado Alcaraz, y también el hecho de jugarse su acceso a la Copa de Maestros. Cedió, luego pierde opciones en favor del polaco Robert Hucackz (7-5 y 7-6(4) a Tommy Paul).

Uno y otro se abordaron en un duelo de pistoleros. Se produjo un intercambio de breaks, pero enseguida empezó a predominar la velocidad de gatillo de Alcaraz, que se perfila y encuentra luz desde un punto u otro, explosivo de piernas y rotundo en el tie-break. Asestado el primer golpe, aceleró y se lució en la Pista 1 de Bercy, firmando 26 tiros ganadores (seis más que su adversario) y decantando el pulso con un demarraje en el undécimo juego. Logrado el break, ese 6-5, puso el lazo y abrillantó un poco más el curso de su explosión.

Hablar de Alcaraz es hacerlo ya de pleno presente. Su ascensión en el ranking (era el 138º hace un año) viene acompañada de su estruendoso paso por Nueva York (se retiró en los cuartos, por lesión) y de su determinación ante tenistas de envergadura. Ha enviado a tres top-10 a la lona –Tsitsipas (3º) en el US Open, Berrettini (7º) en Viena y ahora Sinner (9º) en París– y continúa creciendo exponencialmente. “Es uno de esos jugadores que tienen algo especial”, le elogia el italiano, ganador este curso de cuatro trofeos y campeón de las Next Gen Finals hace dos años (la Copa de Maestros de las promesas).

“Somos diferentes, pero tenemos en común lo mucho que trabajamos”, precisa el italiano tras el primer cruce en la élite entre los dos, mientras Alcaraz repone munición y encara a Gaston con hambre, habiendo alcanzado ya la cota más alta en un Masters 1000. Previamente desfiló por Miami (1ª ronda), Madrid (2ª, contra Rafael Nadal), Cincinnati (1ª) e Indian Wells (1ª). Después de alcanzar las semifinales la semana pasada en Viena (ATP 500), ahora compite con el turbo en Bercy, donde marca jerarquía generacional. Crece, crece y crece Alcaraz.

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