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Carlos III, el eclipsado

El duelo que vive Reino Unido estos días por el fallecimiento de la legendaria Reina Isabel tiene como protagonista indiscutible a su heredero. Carlos III de Inglaterra sostiene el peso de la corona británica, algo que no es baladí dada la profunda convicción y tradición monárquica de la que siempre ha hecho gala el país. Inmerso en los numerosos homenajes y trámites necesarios para convertirse en Rey tras el deceso de su progenitora, todavía es pronto para vislumbrar el futuro con él como soberano así como trazar una hoja de ruta fidedigna del mismo.

Isabel II y el príncipe Carlos riendo / Gtres

En cambio, lo que sí se puede juzgar el camino que ha recorrido hasta ascender a trono, y desde luego que no ha sido de vino y rosas. Se podría hablar de Carlos III como un rey eclipsado por diversas personas y factores en estas largas siete décadas de espera. Algunas veces por motivos propios y otras por ajenos, pero lo cierto es que nunca ha terminado de brillar como se le presupone a un heredero de la corona inglesa.

La alargada sombra de Isabel II

El primer escollo que ha encontrado desde su niñez ha residido -paradójicamente- en su propia madre. La permanente sombra de uno de los reinados más longevos del mundo. Carlos esperó más de siete décadas para ascender al primer lugar de La Firma y durante ese periplo siempre fue comparado con la manera de gestionarla que tenía Isabel II.

Diana de Gales

El príncipe Carlos y Diana de Gales / Gtres

Iba a ser la mujer de su vida pero tan solo llegó a ser un bonito proyecto de cuento de hadas que se quedó en eso. Además de no ser su gran amor, los niveles de popularidad y el cariño que la princesa del pueblo se ganó allá por donde pisaba fue un punto que la malograda Lady Di puso de manifiesto con sus acciones benéficas o simplemente por su simpatía para con la gente de las islas británicas. No fue ningún secreto que Carlos de Inglaterra no llevaba bien estar eclipsado por su mujer. Esto se hizo especialmente palpable durante la primera visita oficial a Gales, cuando todo el pueblo aclamaba la llegada de Diana y no la de Carlos. Ahí se empezaron a desatar unos salvajes celos por parte del hijo de Isabel II.

La savia fresca de Guillermo y Kate

Los nuevos príncipes de Gales han sido aclamados por una gran parte de la sociedad británica que ha mostrado su predilección por ellos como Reyes. A nivel global se veía con buenos ojos que se hubiera saltado una línea de sucesión. Razones no le hubieran faltado puesto que Carlos lleva consigo la palabra escándalo. Sin ir más lejos, el divorcio de Diana Spencer o la polémica con los cataríes tras recibir  en mano varias bolsas que contenían hasta tres millones de euros provenientes del jeque de Catar y ex primer ministro de dicho país, Hamad bin Jassim. Todo este cóctel de factores alentaba el deseo de los ingleses por ver a Guillermo como Rey y a Kate Middleton como consorte.

El príncipe Carlos en el funeral de su padre en Windsor. / Gtres

Los Sussex

La llegada de Meghan Markle a la familia supuso un antes y un después. En los primeros compases se produjo cierta fascinación popular por su relación sentimental con Harry. Eso contribuyó a poner en jaque los niveles de aceptación respecto a los duques de Cambridge y al heredero, pero que culminaron con el Megxit. Carlos salió triunfante al aplacar esa nueva ola y salir indemne.

 Eclipse 2.0.

En los últimos días, Carlos ha salido eclipsado por parte de uno de sus escuderos. Se trata del Major Jonathan Thompson. Es un oficial del 5º Batallón del Regimiento Real de Escocia que también sirvió a Isabel II como guardaespaldas de más alto rango. Durante las apariciones de Carlos tras morir la Reina, todos se preguntaban quién era ese atractivo hombre, que por momentos restaba protagonismo al heredero. Cuando todo el mundo parecía estar mirando al nuevo soberano en la generación millenial, en la que las pantallas de los móviles han recogido su versión de una coronación sin precedentes, los internautas solo reparaban en Johnny, como se le conoce popularmente.

Carlos III, en el cortejo fúnebre de la Reina Isabel / Gtres

Piedras contra su propio tejado

Por último, hay ciertos aspectos que le provocan un autoeclipse. Su lenguaje gestual, su actitud tachada de déspota hace que se haga un flaco favor a sí mismo y eche la cortina de su brillo, cuando él podría hacer, como él mismo dijo en su discurso, inspirarse en el legado de su madre. Valga como ejemplo la notificación de despido que han recibido cientos de empleados de Clarence House .-residencia de Carlos III- tras morir la Reina o sus quejas con la firma de documentos durante la ceremonia de firma en el castillo de Hillsborough de Irlanda del Norte.


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