En la entrada en la Wikipedia de Carlos Librado, Nene, en la primera línea, se asegura: “Carlos Librado es un actor, cómico y exfutbolista español”. Ahí queda eso. En España no hay nadie como Nene (Madrid, 44 años); en Europa, puede: Vinnie Jones o Eric Cantona. “En realidad, es que yo quería ser actor, pero se me daba bien el fútbol”, aduce como defensa entre risas el aludido. Y de paso, mientras corría por los campos de las divisiones inferiores del fútbol profesional en equipos como la Real Sociedad Deportiva Alcalá —creció y vive en Alcalá de Henares—, el Club Deportivo Badajoz, el Alicante Club de Fútbol, la Unión Deportiva Lanzarote y, finalmente, de nuevo el Alcalá de Henares, donde se retiró con 33 años, se dedicó a estudiar. Entre otras cosas, diseño gráfico, marketing y gestión empresarial, fotografía, y, por supuesto, interpretación. “El deporte me dejaba mucho tiempo libre, he hecho teatro desde pequeño y soy inquieto. ¿Qué iba a hacer? ¿Entrenar y a casa, a jugar a la Play?”, recuerda el cómico, que este viernes estrena Operación Camarón, de Carlos Theron, en la que curiosamente es su primera comedia en la gran pantalla, tras décadas de monólogos humorísticos en escenarios.
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En la película de Telecinco Cinema —fue el primer título que aplazó en marzo de 2020 su estreno ante el advenimiento de la pandemia y también de los primeros que llegarán a salas coincidiendo con la posibilidad de ir sin mascarilla en exteriores—, Librado encarna a Lolo, el líder de un grupo de flamenco-trap en el que la policía infiltra a un teclista, un agente novato y bastante inepto, ante su inminente concierto en la boda de la hija de un narcotraficante en Cádiz. “Como guionista, sé bien el nivel que hay en este género en España, y por eso me ha gustado el trabajo desarrollado en Operación Camarón. Funciona, los chistes entran, el ritmo y los actores fluyen”, cuenta Nene, que remata sobre la experiencia: “Seguro que has oído el topicazo miles de veces, pero el rodaje fue increíble, y en pantalla se nota que nos llevamos muy bien”.
Librado recuerda que él decidió su final en el deporte profesional. “Mi edad, mis intereses interpretativos, la crisis de 2008, que machacó a los equipos modestos, que empezaron a pagar mal o directamente ni a hacerlo… Todo se juntó, lo dejé, y me centré en los monólogos cómicos, que ya había compaginado con el fútbol”, confiesa. “Es que me llamaban para muchos sitios, y aunque el Alcalá me ofreció renovar, yo lo tuve claro”. Y así se convirtió en el primer exfutbolista profesional que devino en estrella de la stand up comedy. “No me dio miedo el cambio, venía muy rodado. Y, a la vez, me parecía, mientras jugaba al fútbol, un sueño inalcanzable. Jamás me podía imaginar cuando iba al cine que yo me vería ahí”.
El actor recuerda con cariño los años deportivos, y pone a cada uno en su sitio: “He visto más egos en la interpretación que en el fútbol, pero ahí es cierto que había muy pocos futbolistas que estudiaran. Si acaso, pensaban en el INEF, en carreras enfocadas al deporte”. Y analiza el mundo en el que se movió: “Por desgracia, no es un tópico, sino una realidad. Aunque claro, como no tengas un entorno que te ate bien, si con 20 años empiezas a ganar dinero, unos 10.000 euros al mes en Segunda B, ¿cómo vas a mirar más allá, cómo no se te va a ir la olla? En mi caso, mis hermanos mayores han sido mis referentes”.
El cómico entró en el circuito de monologuistas, apareció en El club de la comedia. Y junto a Hovik Keuchkerian rompió otra barrera: los cómicos podían poseer un físico contundente, musculoso. “Hace poco lo hablaba con otros compañeros en un audio digital sobre comedia, y es cierto: mi físico ha ido en mi contra”, explica. Librado formaba parte de la cantera del canal Paramount Comedy, “donde se hacían muchas risas sobre lo enclenque o lo gafotas que eran”. Aún recuerda una grabación en que una veterana del humor, Sara Escudero, le advirtió: “Sabes que lo vas a tener difícil, ¿verdad?”. Y explica: “Aún me pasa que veo a alguien buscándome en el móvil y no atender a mi texto hasta pasados unos minutos”.
‘Thriller’ y drama
Sin embargo, su arranque en el audiovisual poco tuvo que ver con las risas. Encarnó a Jonan, el policía ayudante de la inspectora Amaia Salazar en la trilogía El guardián invisible, dirigida por Fernando González Molina; y a Clemente, el hermano pequeño de los Guerrero, en las dos temporadas de la serie Gigantes, liderada por Enrique Urbizu. “Con Fernando me cambió la vida, es un tipo exigente, y obtuve una seguridad que me llevó a poder encarar el trabajo con Enrique”, resume.
Quiere seguir jugando con los géneros —”se dice que los buenos cómicos funcionan muy bien en el drama, y yo no seré quién lo niegue, que la comedia es reírse del drama de otros”—, y espera frenar ciertos impulsos ante los libretos. “Siempre tengo ganas de retocar los guiones. Pero respeto mucho el trabajo de mis compañeros y consulto con el director. Meto baza lo mínimo”, explica sentado en una terraza en Madrid. “He pasado muy mal el confinamiento, y eso que en casa de mis suegros había jardín. Sufrí mucho en el ánimo, me abrumó lo que escuchaba y veía. Luego acabó la cuarentena y he enganchado una película y una serie, ambas cómicas”. Ese viaje por la covid le ha reafirmado en su proyecto de futuro: apostar por su propio material: “Quiero dirigir, cierto. Lo veo difícil, aunque soy muy perseverante. Ya he vendido un guion de una comedia para otro director, así que dame tiempo”.
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